
Retratos íntimos de Elcano y Magallanes
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Se publican por primera vez los testamentos originales que dictaron los principales protagonistas de la Primera Vuelta al Mundo antes de su muerteFernando de Magallanes murió en Filipinas veinte meses después de haber hecho testamento ante notario en Sevilla. Mucho menos tiempo transcurrió –once días– entre las últimas voluntades que dictó a sus hombres un moribundo Juan Sebastián Elcano y su fallecimiento a bordo de la nave que capitaneaba en medio del Pacífico. Un libro rescata ahora por primera vez los testamentos originales de los dos principales protagonistas de la Primera Vuelta al Mundo dentro de un proyecto editorial que recupera algunos de los documentos más significativos de aquella odisea. Son textos que reflejan la personalidad y las inquietudes de los dos navegantes y que dibujan a la vez un completo retrato de la época que les tocó vivir.
Magallanes y Elcano no tenían mucho en común más allá de su acreditada pericia a la hora de navegar. El primero procedía de una familia de la alta nobleza y a los diez años se integró en la corte portuguesa como paje de la reina Leonor de Lancaster, mujer del monarca Juan II. Elcano, por su parte, se crió en una familia de hombres de mar de Getaria y solo después de haber completado la vuelta al mundo, cuando tenía ya 36 años, tuvo oportunidad de conocer los entresijos de una corte. Esa disparidad de orígenes explica que las circunstancias en las que redactaron sus testamentos fuesen también muy distintas.
Editorial: Taberna Literaria.
Precio: 1.140 euros.
Copias en facsímil de los documentos.
El portugués se decidió a dictar sus últimas voluntades cuando estaba a punto de iniciar la expedición más importante de su vida, la que le conduciría primero a descubrir el estrecho que lleva su nombre y más tarde a la muerte a manos de unos indígenas en lo que hoy conocemos como Filipinas. Cuando hizo su testamento, Magallanes tenía 39 años y una sólida reputación de navegante que le había hecho ganarse la confianza de Carlos I para acometer su proyecto de alcanzar las Molucas, el Eldorado de las especias, por una nueva ruta marítima.
Precaución Magallanes hizo su testamento antes de la partida de la expedición en la que murió
Intoxicado Elcano, menos cauteloso, solo dictó sus últimas voluntades cuando se sintió morir en el mar
Pleitos La madre del getariarra, su heredera, solo percibió una ínfima parte de lo que la Corona le debía
El portugués mandó redactar su testamento en Sevilla el 24 de agosto de 1519, un día antes de partir hacia Sanlúcar de Barrameda para hacerse cargo como capitán general de la armada de cinco naves y 239 hombres que zarparía un mes más tarde rumbo a poniente. De sus últimas voluntades, firmadas en los Alcázares Reales ante el escribano público (notario) Bernal González de Vallecillo, solo queda un folio manuscrito por las dos caras que fue hallado en 2009 en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla por el investigador Juan Gil. Ese documento original figura en el libro que recoge los testamentos de los dos navegantes, que acaba de ser publicado por la editorial Taberna Literaria.
El resto del testamento original de Fernando de Magallanes se perdió porque la carpeta en la que fue depositado estaba descosida por el paso del tiempo. En el Archivo de Indias, sin embargo, se conserva una copia íntegra del documento gracias al pleito que la familia política del navegante entabló con la Corona para reclamar su herencia. «Lo que hemos hecho ha sido reproducir esa copia que se conservaba en el Archivo de Indias, que tiene 14 páginas, y añadirle el folio original ya restaurado», explica Dionisio Redondo, responsable de Taberna Literaria.
A diferencia de Magallanes, Elcano no hizo testamento en vísperas de su partida en la expedición. El navegante guipuzcoano no atravesaba entonces una buena racha: había tenido que vender a unos saboyanos la embarcación con la que se había ganado la vida guerreando al servicio de la Corona para poder pagar a su tripulación, lo que hace suponer que no andaba sobrado de patrimonio. Para más inri, esa transacción le había convertido en proscrito a los ojos de la justicia imperial, que prohibía la venta de naves a súbditos de países extranjeros para impedir el reforzamiento de potenciales enemigos. Elcano, por lo tanto, no solo estaba sin blanca cuando se enroló en la expedición de Magallanes, sino que además procuró a buen seguro evitar contactos con cualquier instancia judicial para pasar desapercibido.
Hubo que esperar unos cuantos años para que el getariarra se decidiese a hacer testamento. Una vez completada la vuelta al mundo, Elcano se convirtió en un triunfador, el hombre que tenía la llave que abría la ruta de las especias al emperador Carlos I. En aquella época el clavo, la pimienta, la canela o la nuez moscada eran más codiciados que el oro. Las especias que trajo consigo el navegante guipuzcoano al regreso de la primera circunnavegación no solo permitieron costear la expedición de Magallanes, sino que procuraron notables beneficios a los inversores burgaleses que la habían financiado.
El marino de Getaria se convirtió así en una de las piezas clave de la nueva expedición que preparó la Corona para alcanzar las Molucas a través de la nueva ruta. Elcano fue nombrado piloto mayor y segundo de la armada de García Jofre de Loaysa que zarpó de La Coruña el 24 de julio de 1525. Tres años después de haber completado la vuelta al mundo volvía a la mar. «No debía ser un hombre muy cauteloso, pues tampoco esta vez hizo testamento antes de partir», apunta Manuel Romero Tallafigo, catedrático emérito de Historia y autor de un libro sobre las últimas voluntades del marino guipuzcoano.
Elcano solo pensó en su herencia cuando sintió la proximidad de la muerte. La expedición había resultado un fracaso y al cabo de un año solo se mantenía a flote la nave capitana, 'Santa María de la Victoria', el último de los cinco barcos que habían zarpado de la península. Según la tesis del historiador, la tripulación del barco sufrió la intoxicación de una toxina conocida como la ciguatera después de haber comido una corvina tropical. El getariarra, máxima autoridad de la nave tras la muerte de Loaysa, sintió que llegaba su última hora y reunió a sus hombres más cercanos para hacer el testamento. Tallafigo sostiene que el documento fue redactado por Andrés de Urdaneta, que acompañaba a Elcano como criado. «Es un testamento que se hace deprisa y corriendo porque él se sentía morir. De hecho el documento está fechado el 26 de julio de 1526 y él fallece el 6 de agosto».
Los doce folios de las últimas voluntades del navegante terminaron al cabo de los años en el Archivo de Indias. «El testamento es el mejor retrato de Elcano, de su piedad, de su concepto de la familia, de su modo de comer, beber y dormir, de sus lecturas o de su vestimenta», resume el historiador. A pesar de ser el responsable de una de las mayores hazañas de la navegación, Elcano estaba lejos de ser un hombre rico cuando falleció. «No había llegado a cobrar ni la renta anual que le había prometido el emperador después de la Primera Vuelta al Mundo ni el sueldo que le correspondía como capitán de la segunda expedición. Además, todo lo que tenían tanto él como su familia lo habían invertido en la expedición», precisa Tallafigo.
El libro 'Los testamentos de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano' forma parte de un proyecto editorial que rescata algunos de los documentos más significativos de aquella odisea con motivo de su quinto centenario. Es una edición de lujo que cuesta 1.140 euros y que se vende en una caja de madera. Además de copias en facsímil de los testamentos originales, incorpora textos de especialistas como los citados Juan Gil y Manuel Romero Tallafigo, amén de Borja Aguinagalde, director del Archivo Histórico de Euskadi, y de la historiadora donostiarra Clotilde Olaran. La edición incluye planos inéditos de época de Getaria y Oporto, localidades natales de los dos navegantes. La publicación se presentará este jueves en Casa América de Madrid en presencia de todos los que han intervenido en ella.
Tanto Magallanes como Elcano especifican en sus testamentos que su patrimonio debe ir a parar a sus descendientes. Ninguno de los hijos de los navegantes, sin embargo, llegó a ver un maravedí porque todos fallecieron de forma prematura. Fueron sus familias las que pleitearon durante años con la Corona para intentar recuperar parte de los capitales que se les adeudaban. En el caso del portugués, fue su cuñado el que se embarcó en un pleito que se prolongó décadas y que tuvo un resultado incierto. Quien reclamó a la Corona la parte que se le debía a Elcano fue su madre, Catalina del Puerto, heredera universal a la muerte de los dos hijos que había tenido el marino con otras tantas mujeres. «Calculo que a Elcano se le debían unos 2.750 ducados por la renta que le había prometido Carlos I tras dar la vuelta al mundo y el sueldo de capitán de la expedición de Loaysa que no había percibido», precisa el historiador Romero Tallafigo. De esa cantidad, continúa el especialista, la madre del navegante solo llegó a cobrar el equivalente a unos 150 ducados después de multitud de pleitos. «La Corona fue muy cicatera con Elcano y su familia», resume Romero Tallafigo.
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