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Juan Luis Goenaga ha llegado este jueves apurado a Tabakalera. Acababa de dejar el burro, las cabras y las gallinas de su caserío de Alkiza a buen recaudo antes de viajar a Donostia para presentar la primera monografía completa sobre el conjunto de su trayectoria. No es solo una anécdota: la obra de Goenaga es así, con un pie en la naturaleza y otro en la ciudad, libre y personal, no adscrita a estilos y movimientos. Pinta como vive. «Cuando me propusieron este libro sobre mi obra sentí un susto; ahora que lo tengo entre mis manos, tan elegante, estoy ilusionado. Soy un devorador de libros de arte, y ahora hasta me gustan los míos», bromea.
El volumen se titula escuetamente 'Goenaga', pero bajo ese nombre corto guarda medio siglo de creación artística. Es la primera monografía sobre el artista nacido en Donostia en 1953, ha sido escrita por el historiador del arte Mikel Lertxundi, confeccionada por la editorial Nerea, que dirige Marta Casares, y patrocinada por Petronor, empresa que este mismo mes cumple también cincuenta años de existencia. Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, escribe un prólogo en el que incide en la «primitiva naturalidad» de la obra del artista. El libro se edita en euskera, castellano e inglés, y también será distribuido en librerías.
El historiador Lertxundi, la editora Casares y Luis Alberto Aranberri 'Amatiño', en representación de Petronor, han coincidido hoy en señalar a Goenaga como «uno de los grandes de la pintura vasca». El artista, autor de «miles de trabajos» entre pinturas, dibujos y fotografías, dice tener aún toda la obra en la cabeza, aunque confiesa que verla ordenada en un libro «me ayuda a ver cómo he ido cambiando». Y añade: «Tras tanta evolución, vuelvo a experimentar como cuando tenía 17 años, con las mismas preocupaciones: la figura, el paisaje, un erotismo cada vez más explícito. Pinto con la pasión del principio. Un día sin pintar es un día perdido».
El libro está dedicado a Idoia, su mujer y conexión con el mundo, fallecida hace cuatro años, y se cierra con un autorretrato actual del pintor. «Me pedían una foto nueva, pero pensé que mejor un autorretrato. Probé con decenas de acuarelas pero no me gustaba el resultado. Luego hice un óleo y quedamos todos satisfechos», concluye con ironía un artista poco amigo de hablar de su trabajo. «Lo que tengo que decir queda en la obra, no hay mucho más que añadir», se excusa un Goenaga que sufre en cada comparecencia pública. Hoy ha tenido que hablar por partida doble: por la mañana para la prensa y por la tarde el prisma de Tabakalera ha acogido un acto social en el que el artista ha estado rodeado de su familia y amigos, además de los responsables de Petronor, con su presidente, Emiliano López Atxurra, a la cabeza.
Las diferentes etapas de Goenaga, desde las obras pegadas a la tierra y la naturaleza de Alkiza, donde reside, hasta las pinturas urbanas de los años 80 conviven en un volumen que resalta el espíritu libre e independiente que siempre ha presidido el trabajo del artista.
Autor: Mikel Lertxundi
Estilo: Monografía
Editorial: Nerea
Páginas: 245
Precio: 60 euros
«Al principio de su carrera Goenaga decía que le bastaba con el negro, pero ahora su obra no sería posible sin el color», subraya Mikel Lertxundi para destacar los cambios en la obra. El historiador que ha escrito el libro y recuperado los trabajos más significativos de la mano del propio Goenaga se muestra sorprendido de que aún no existiese una monografía completa sobre el artista, que contrasta con la atención que el creador donostiarra recibió en los periódicos «desde que solo tenía 19 años y ya empezó a ganar algunos premios de pintura».
La vida y la obra de Juan Luis Goenaga se entremezclan, apunta Lertxundi. «Fue un autodidacta que aprendió más en sus viajes a ciudades y museos que en las academias. Ya en 1969, cuando deja San Sebastián y se asienta en Alkiza por primera vez, la huella ancestral del paisaje y su conexión con el pasado quedan patentes en la obra. A finales de los 70 y los 80 vuelve a la ciudad y entra en lo urbano y lo pop. A mediados de los 80 reside otra vez en Alkiza y se desata su universo íntimo, con protagonismo de la familia, el caserío, la naturaleza y los autorretratos». Lertxundi continúa el repaso: «En los 90 se vuelva en su serie arqueológica, cuando parece comunicarse con los creadores de miles de años atrás, y en época más reciente se hace más plural, con figuras, paisajes, desnudos... Goenaga es autor de una obra tan amplia, entre lo natural y el expresionismo, la abstracción y lo figurativo, que a veces parece contradecirse a sí mismo. Tiene una voz propia, genuina y reconocible».
Son 170 las imágenes recogidas en el libro, de 256 páginas. Algunas de las obras mostradas forman parte de colecciones particulares. Lertxundi ha confesado que algunos de los trabajos recuperados «no son hoy del agrado del pintor, pero aceptó con generosidad incluirlas al considerar que explican su evolución». Cada capítulo recoge una de sus etapas vitales y se ilustra con una fotografía del pintor, solo o con su familia, acompañado en ocasiones de sus hijos, Telmo y la actriz Barbara Goenaga, además de su esposa.
La Editorial Nerea distribuirá el libro en librerías y canales habituales «para que los aficionados al arte tengan acceso a una obra básica para conocer a Goenaga», según Marta Casares. Petronor ha promovido la publicación «por la relación que la empresa siempre ha tenido con la cultura y el arte vascos», según Amatiño. Esta misma semana la firma patrocina en el Museo de Bellas Artes de Bilbao una exposición sobre los últimos 50 años del arte vasco, íntimamente ligada a este libro dedicado a una de sus figuras.
Juan Luis Goenaga nació en Donostia el 9 de enero 1950. Para él, según su recuerda en el libro, nacer ese mes tenía algo especial. «Es el mismo mes en que nacieron los dos Chillida, Barandiaran, Baroja, Aranzadi o Cézanne, y en todos hay un sustrato común de introversión, telurismo y amor a la tierra y a la noche». Sus padres regentaban el mítico restaurante Aurrera, en la calle Urbieta, y desde niño empezó a pintar. El libro mezcla el relato biográfico, con fotos de cada época, con la evolución artística del pintor «porque vida y obra están íntimamente unidas, como dos caras de la misma moneda», según Lertxundi. «Cada cambio vital, de Donostia a Alkiza, tuvo reflejo claro en su trabajo».
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