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Aquel Kursaal 'japonés' que tenía helipuerto

Aquel Kursaal 'japonés' que tenía helipuerto

«Es uno de los mejores solares de Europa», dijo un entusiasmado Isozaki, flamante Pritzker y autor de numerosas obras en España. Moneo ganó y Juan Navarro fue segundo

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Domingo, 17 de marzo 2019, 14:14

Hace exactamente 30 años un arquitecto japonés de prestigio ya entonces consolidado y sonrisa perenne bajó hasta el 'agujero' donde hoy se levanta el Kursaal con un cuaderno y un lápiz. Arata Isozaki encabezaba uno de los seis equipos que competía en el concurso de proyectos para el nuevo auditorio y palacio de congresos de Donostia y llegó a San Sebastián obsesionado por lograr el encargo.

«Es probablemente uno de los mejores solares que quedan hoy en Europa, en el corazón de una ciudad, asomado al mar y con tantas posibilidades», apuntó Isozaki con entusiasmo a quienes le escuchaban, no menos entusiasmados: el entonces concejal encargado de Grandes Equipamientos, Imanol Illarramendi, el ingeniero municipal que dirigió el proceso, Javier Mainar, y un joven reportero que tres décadas después firma este reportaje.

Al final ganó Rafael Moneo. Sus 'cubos' cumplen veinte años en este 2019. ¿Pero cómo hubiese sido este Kursaal con acento japonés? Abigarrado, colorista, con hotel incluido y hasta helipuerto.

Isozaki acaba de ganar a sus 87 años el Pritzker, considerado el Nobel de la Arquitectura, 23 años después de que lo hiciera Moneo, primer español galardonado con ese premio. Ahí también el navarro fue por delante.

Isozaki no hizo el Kursaal pero sí fue luego autor de una larga serie de edificios en la geografía española. La obra más cercana son las torres de viviendas construidas en 2009 en la zona de Uribitarte, en Bilbao, en las que queda integrada una escultura de Eduardo Chillida. Tal como recordaba Luis Chillida, hijo del escultor, «Isozaki vino a casa de aita, en Igeldo, para pedirle personalmente que una de sus esculturas completara la obra de Bilbao». Aquella comida en Igeldo se tradujo diez años después en la colocación de la monumental 'Buscando la Luz IV', de 8,5 metros de altura y 23 toneladas.

También son de Isozaki el Palau San Jordi de Barcelona o el Parque Universitario de Santiago de Compostela, aunque sus obras más conocidas son el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles y la Biblioteca de la Prefectura de Oita, la 'isla remota' en la que nació en 1931.

Un 'homenaje' a las playas

Volvamos al solar K. El proyecto de Arata Isozaki para el Kursaal contemplaba un complejo arquitectónico de dos partes en el que la vertiente que da a la Avenida de la Zurriola era un bloque más convencional, integrado en el tejido urbano con comercios, hotel y oficinas, y la parte que da al mar era más «poética» y colorida, con unas cubiertas onduladas «en homenaje al mar y las playas» donde estarían un auditorio principal, otro auxiliar y una sala de exposiciones. Incluía también un helipuerto, según constaba en la memoria y recogía la maqueta.

«Poesía, anhelo de prosperidad y vitalidad son nuestros conceptos fundamentales», decían Isokazi y sus socios entonces. «Queremos reflejar en el diseño, como metáfora, el bello escenario natural de las playas de San Sebastián, recogiendo en las cubiertas onduladas la geometría de las olas del Cantábrico acotadas por dos oscuras masas en sus extremos recordando Urgull e Igeldo». El crítico de arquitectura Miguel Alonso del Val, que publicó un detallado estudio de cada una de las seis propuestas, lamentaba que el proyecto de Isokazi era más «un divertimento formal» que una respuesta ordenada. «Yo lo recuerdo en línea con el moderno urbanismo japonés, y no pasó a las consideraciones finales», rememora el alcalde Xabier Albistur, al frente de aquel proceso, que también resalta «el talante correctísimo y el gran esfuerzo profesional» del japonés en sus contactos con la Corporación.

La competencia era dura. El Ayuntamiento había convocado en 1989 a seis arquitectos de renombre internacional para construir en el llamado solar K un auditorio y palacio de congresos que sustituyera al viejo teatro derruido en 1973. Mario Botta, Norman Foster, Arata Isozaki, Rafael Moneo, Juan Navarro Baldeweg y Luis Peña Ganchegui participaron en el concurso con distintos socios y equipos añadidos.

El proyecto de Norman Foster para el Kursaal.
El proyecto de Mario Botta.
El proyecto de Juan Navarro.

El proyecto elegido fue el de Moneo. El 'alma mater' que dirigió todo el proceso, el ya fallecido Javier Mainar, sintetizó así por qué ganó el navarro: «Por su acierto en la consideración del tratamiento del solar K como un 'accidente geográfico' en la desembocadura del Urumea, por la liberación de espacios públicos como plataformas abiertas al mar y por la rotundidad, valentía y originalidad de la propuesta».

Albistur presidió en 1990 un jurado formado por un amplio elenco de profesionales. La propuesta de Moneo ganó «por un estrecho margen de votos» a la de Juan Navarro Baldeweg. Así empezaría el largo proceso de definición del proyecto, búsqueda de financiación, polémica ciudadana por parte de sectores que consideraban demasiado «rupturista» el planteamiento de Moneo y hasta voces que pedían «reconstruir el viejo Kursaal».

Concierto con Arteta

Entre 1991 y 1994 se redactó el proyecto de ejecución y en 1995 comenzaron las obras. El 3 de junio de 1999 se inicia la actividad en la Sala de Cámara con el primer congreso y el 23 de agosto de ese mismo año se inaugura oficialmente el complejo arquitectónico con varios conciertos simultáneos. El escenario principal del auditorio fue 'estrenado' por la Orquesta Sinfónica de Euskadi con la soprano Ainhoa Arteta.

El Kursaal, consolidado 20 años después como espacio cultural y de congresos, prepara para los próximos meses una programación que conmemorará sus dos décadas. Pero tantos años después, los donostiarras de cierta edad continúan preguntando «cuándo se derribó el viejo Kursaal». Fue en 1973.

La historia del edificio Gran Kursaal había comenzado con su inauguración, el 15 de agosto de 1921, en plena efervescencia de la Belle Epoque donostiarra. Tras su derribo en 1973 se empezó a construir en 1976 un proyecto de los arquitectos Corrales y Molezún, con Peña Ganchegui, que no saldría adelante por problemas económicos. Quedaron los cimientos hasta que la propiedad pasó al Ayuntamiento y se apostó por levantar ahí un auditorio y palacio de congresos que celebra ahora sus veinte años.

Isozaki tomando notas en el entonces conocido como solar K en 1989. J. Usoz

«Moneo ya esbozó los cubos en una servilleta tras visitar el solar»

Han pasado treinta años pero Xabier Albistur, alcalde de Donostia en el período en que se activó el proceso del Kursaal, recuerda los detalles con precisión. Y confirma una leyenda que se repite a menudo. «Solo un rato después de visitar el solar Rafael Moneo comió con nosotros en Arzak, pidió una servilleta de papel y dibujó ahí mismo un esbozo de los 'cubos' muy parecido al que proyectó después en su estudio. En la visita se había quedado absorto viendo las rocas vecinas de la desembocadura del Urumea, las relacionó con la poética de Oteiza e imaginó ya los cubos».

Albistur subraya que «el éxito de aquel proceso radica en que fue altamente participativo. Involucramos a profesionales de la arquitectura, instituciones y ciudadanos, que pudieron votar en la exposición de maquetas cuál era su proyecto favorito. Y ahí, por cierto, el proyecto de Moneo logró el 65% de los votos».

El exalcalde cita a quienes trabajaron «duro» en aquel proceso: el concejal Imanol Illarramendi, el ingeniero municipal Javier Mainar y la técnica del Ayuntamiento Maite Usarraga. «El anterior gobierno municipal, encabezado por Ramón Labayen, había pactado la compra del solar al consorcio de bancos que lo tenía tras la quiebra de su propietario. A nosotros nos tocó renegociar las condiciones y logramos incluir en la operación otros solares».

«Teníamos claro que en ese espacio había que hacer un auditorio y palacio de congresos que la ciudad necesitaba con urgencia», dice Albistur. «Invitamos a seis arquitectos de primera línea, que visitaron el solar, plantearon sus propuestas y las defendieron en unas intensas jornadas en un concurso absolutamente transparente. Al final ganó Moneo por pocos votos de diferencia sobre el proyecto de Juan Navarro Baldeweg, que era muy interesante porque incluía también una propuesta para Sagüés. Todas aquellas figuras se portaron con elegancia. Norman Foster, pese a perder el concurso, escribió una carta de agradecimiento».

La construcción del edificio empezó ya con Odón Elorza en la alcaldía. Albistur, a día de hoy, lamenta que no se fuera más ambicioso por los problemas de finaciación. Y recuerda a Isozaki, «encantador pero autor de un proyecto abigarrado y con un punto ingenuo, coronado por aquel helipuerto».

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