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Jaione Alonso
Domingo, 22 de julio 2018, 15:06
La polémica sobre el lenguaje inclusivo, que hasta ahora ha estado en la calle, los discursos públicos o el diccionario, salta ahora a la Constitución. Y es que la reciente petición de un informe de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, a la Real Academia Española (RAE) para que determine si la Constitución está redactada en un «lenguaje que refleje por igual la realidad de hombres y mujeres», ha suscitado una lluvia de opiniones de quienes usan el lenguaje no sexista o lo ridiculizan. Tres escritores vascos, Luisa Etxenike, Felipe Juaristi y Arantxa Urretabizkaia, coinciden en la conveniencia de eliminar «barreras de género» en el idioma castellano y reivindican una reflexión porque todas las lenguas están «vivas y en constante evolución».
Luisa Etxenike lo tiene claro y recurre a un ejemplo para afirmar que el lenguaje es sexista: «Si estamos 500 mujeres y un hombre en una sala de teatro, la gramática nos obliga a decir nosotros. ¿Por qué 500 mujeres no pueden representar a ese hombre y ese hombre puede representar a 500 mujeres? Al decir nosotros incluimos lo masculino y lo femenino. Al decir nosotras, solo representamos a las mujeres». Etxenike no se resigna a que «el lenguaje sea así. Lo masculino representa a la humanidad mientras que lo femenino representa solo a las mujeres».
Felipe Juaristi, Escritor
Felipe Juaristi también cree que el lenguaje es «sexista» porque «no ha habido nunca una conciencia de que así lo fuera». Antes, con la palabra 'niños' se incluían a niños y niñas. Hoy, la niñas no se dan por aludidas. «El castellano es fácil para evitar un lenguaje que sea sólo masculino. No es tan difícil decir hombres y mujeres, maestros y maestras, alumnos y alumnas. Se pueden utilizar los dos términos sin que eso signifique un menoscabo del lenguaje», aclara Juaristi.
Algo más complicado le parece a Arantxa Urretabizkaia, «por esa obsesión del castellano de precisar el género de las palabras más allá de toda la lógica». Asegura que el debate del lenguaje no exclusivo es más una cuestión de «machismo» que de «gramática» y la cuestión debe radicar en «cómo incluir lo que ha sido excluido» porque se parte de «una clara exclusión de las mujeres en el terreno del discurso público».
Urretabizkaia no entiende que haya que «agarrarse a la gramática como un clavo ardiendo» porque la lengua no es «palabra de dios grabada en mármol». Según ella, la solución pasa por tener «inquietud» y , por ejemplo, «sustituir alumnos por alumnado». También asevera que hay lenguaje sexista «en todos los lados». No entiende por qué cuando se habla de Pablo Casado y Soraya Saenz de Santamaría, los medios se refieren a él como 'Casado' y a ella como 'Soroya'. «Lo mismo sucede con los bertsolaris Andoni Egaña y Maialen Lujanbio. Él es Egaña, ella es Maialen. ¿Qué pasa que el apellido da más estatus al hombre?», se queja Urretabizkaia.
Antes que la intervención de la portavoz de Podemos, Irene Montero, con su polémico 'portavoza', hubo otras como la ex parlamentaria socialista, Carmen Romero, que hizo suyo el término 'jóvenas' o la ex ministra socialista de Igualdad, Bibiana Aido, que acuñaba la palabra 'miembras'. Todos ellos, vocablos para evitar un lenguaje sexista. En este sentido, los tres escritores vascos huyen de los «extremos» y las «aberraciones». «Son palabras raras. Iría más a buscar palabras que no marquen el género que feminizar palabras que marcan el género en castellano», asegura Urretabizkaia.
Juaristi cree que decir 'miembra' es un poco «exagerado y aberrante» porque «eso es un lenguaje que no existe y hay que partir de lo que existe e intentar englobar los dos géneros». «El castellano es un idioma muy rico y puede hacer que todo el mundo se sienta incluido sin llegar a esos extremos», añade. Por su lado, Etxenique tiene claro que cuanto más lejos se vaya en los cambios, «es probable que algunas cosas alteren la gramática de una manera clara». «Crear de repente una especie de conversión masiva en palabras cuya sonoridad nos resulta extremadamente extraña, puede generar una oposición y casi hasta una burla», explica Luisa Etxenike, quien es más defensora de la «calidad» que la «cantidad», sin cejar en ese empeño de buscar «una representación mayor de lo femenino en la lengua».
Luisa Etxenique, Escritora
Si bien hay consenso entre los tres escritores vascos en cuanto a visibilidad de la mujer en el lenguaje, no sucede lo mismo con la petición del informe de Carmen Calvo a la RAE. Por un lado, Luisa Etxenike aplaude la iniciativa del Gobierno: «Que pida un dictamen a la Academia, que es quien normativiza la lengua, me parece casi hasta un imperativo democrático». «En un momento en que hay una pérdida de calidad lingüística tan importante y que toca a la educación, que la lengua sea objeto de debate público me parece una excelente noticia», argumenta Etxenike, quien no duda en aprobar este informe ya que se gana en «visibilidad».
Por otro lado, Felipe Juaristi no cree que la RAE sea la institución adecuada para elaborar dicho informe: «No es su labor ni está en sus estatutos. Debería de haber encargado ese informe a un grupo de filólogos especialistas en lenguaje y género. La RAE lo asume pero no es su función».
Arantxa Urretabizkaia, Escritora
Arantxa Urretabizkaia va más allá y establece una comparativa entre la RAE y la Real Academia de la lengua vasca, Euskaltzandia. « La función real de la RAE es recoger el habla y ver lo que se usa y no se usa. Obligadamente tienen que ir por detrás de los hablantes. Es muy divertido porque en euskera en un década cambiamos de la 'a' a la 'z' los verbos, la ortografía y todo, y en castellano si alguien decide que antes una palabra llevaba tilde y ahora no lleva tilde, se llenan los periódicos de opiniones. Nosotros hemos cambiado de manera global y hemos sido capaces de hacer el cambio pero hay algo arraigado en la RAE que parece más una cuestión de honor», explica Urretabizkaia.
Breve y directa. Así fue la respuesta del escritor y miembro de la RAE, Arturo Pérez-Reverte, a los comentarios de un usuario de Twitter, que dejaba entrever que si cambiaba el lenguaje de la Constitución por uno más inclusivo, dejaba el sillón T que ocupa en la institución. «Tiene usted mi palabra», cuatro únicos vocablos del autor de 'El capitán de Alatriste' que han dado pie al debate.
Urretabizkaia no entiende esa «ferocidad o resistencia» al lenguaje inclusivo». «Está fuera de todo lugar. Hay que intentar ajustar la lengua a la sociedad y entendernos que es para lo que están hechas las lenguas. El lenguaje es una convención y cuantas más personas participen de una menra crítica, mejor. Por eso no entiendo ese encasillamiento de Pérez-Reverte», explica la escritora vasca. «No creo que la pérdida sea terrible si se va», añade.
Para Juaristi, no es sino «una salida de pata de banco» y, aunque a Reverte le gusta «provocar», no cree que abandone la Academia. A su vez, Etxenike suaviza la reacción de Reverte: «Que un escritor muy famoso que, además es académico de la lengua, tenga una postura enfrentada, es una disidencia casi personal. Su reacción ha sido magnificada por los medios de comunicación».
No tan lejanos quedan los «vascos y vascas» del ex lehendakari Ibarretxe. Y menos aún los «miembra» o «portavoza» propuestos por cargos públicos. Además, hoy nadie se sorprende cuando en las redes sociales se intercambia una vocal por la letra 'x' o el '@' para evitar usar el género masculino y referirse así a ambos sexos. Así las cosas, el debate está ya en todos los estamentos.
Hasta octubre no se reúne el pleno académico, que es quien tiene que elaborar el informe solicitado por Carmen Calvo. La Academia debería hacer un pronunciamiento oficial entonces. Y si finalmente hay que redactar la Constitución en un lenguaje que refleje por igual la realidad de hombres y mujeres, el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco, Eduardo Virgala, adelanta que «cambiar cualquier letra, por ejemplo, donde pone trabajador, poner los trabajadores y las trabajadoras, o cualquier otra expresión, requiere una reforma de la Constitución».
Así, parece que la propuesta del Gobierno de incorporar el lenguaje inclusivo en la Ley de leyes no resulta tan sencillo. «Exige seguir los procedimientos que establecen los artículos 167 y 168», aclara Virgala.
Por un lado, el artículo 168 exige la mayoría de dos tercios en el Congreso y el Senado, la disolución de las Cortes, elecciones nuevas, la aprobación de ambas cámaras de nuevo por dos tercios y finalmente, un referéndum obligatorio. Por otro lado, el artículo 167 exige mayoría de tres quintos en las cámaras baja y alta. En este caso, solo habría que convocar una consulta si en los 15 días siguientes a la aprobación lo pide una décima parte del Congreso o del Senado.
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José Mari López e Ion M. Taus | San Sebastián
Miguel González y Javier Bienzobas (Gráficos) | San Sebastián
Javier Bienzobas (Texto y Gráficos) | San Sebastián
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