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. Es gratificante volver a encontrar a los viejos amigos. No hace falta que sean de carne y hueso, ocurre cuando en una mudanza aparece al fondo de cualquier armario el libro comprado hace años y que tantos buenos recuerdos provoca, esa película en blanco ... y negro, o aquel cómic con el canto castigado por tantas relecturas. En muchas casas, en la mayoría de las bibliotecas, esas heridas de guerra pertenecen a 'Astérix y Obélix', a 'Tintín' o a 'Blake y Mortimer'. Su historia hay que buscarla, claro, en Bélgica.
Edgar-Pierre Jacobs, nace el 30 de marzo de 1904 en el barrio de Sablon de Bruselas. Estudia en la Academia Real de Bellas Artes de su ciudad. Con dieciséis años, disfruta ilustrando catálogos para grandes almacenes, hasta el momento en que decide dedicarse a la música, ingresando en el conservatorio para estudiar bel canto. De hecho, llega a encontrar trabajo como barítono en la Ópera de Lille (Francia), hasta que un cambio en las leyes galas relativas al trabajo de extranjeros, le obliga a regresar a su país. De vuelta al papel, y tras participar en la II Guerra Mundial, consigue trabajo en el semanario 'Bravo' tras ser repatriado en 1942, en la mitad del conflicto. El contenido de dicha revista es, entonces, el cómic americano, con la figura estelar de Alex Raymond y su Flash Gordon. Sin embargo, la ocupación alemana prohíbe en 1943 la publicación de material yanqui, por lo que Jacobs recibe el encargo de crear una serie fantástica que reemplace a aquel. El resultado será 'Le Rayon U', trabajo que no pasa desapercibido a un tal Hergé. Así, ese mismo año, Jacobs entra a formar parte del estudio del creador de Tintín, encargándose de los decorados y del color, aunque la creciente amistad que irá surgiendo entre ambos terminará por reflejarse en los guiones y puesta en escena. Finalmente, en 1946, con la irrupción del semanario 'Tintín', Edgar-Pierre Jacobs ve la oportunidad de crear la serie que le consagrará y cuya primera aventura, 'Blaker y Mortimer, el secreto del espadón', arranca el 5 de septiembre de 1946.
Los personajes, Sir Francis Percy Blake, capitán galés, disciplinado, estoico, serio, y el profesor Philip Edgar Angus Mortimer, biólogo e inventor escocés nacido en la India, romántico e impetuoso. Ambos, como ocurre con Tintín y el capitán Haddock o Sherlock Holmes y Watson, viven juntos para hacer frente, en muchos casos, al temible Olrik, empeñado en acabar con el mundo. Son aventuras en el más puro sentido de la palabra, con misterios por doquier y ramalazos de ciencia-ficción que en no pocas ocasiones serán determinantes.
La cuestión es que Jacobs y su serie suponen, de facto, el nacimiento de la famosa escuela belga, una vez que adopta sin fisuras la filosofía, el estilo de Hergé. Y con ello, por otro lado, se iniciarán las críticas hacia Jacobs, tanto buenas como malas, dado que mientras unos observan en Blake y Mortimer la consolidación de dicha escuela, otros solo aprecian en sus páginas el deseo de aprovecharse del éxito y formas de Tintín.
En cualquier caso, la serie obtiene un gran éxito, y el autor publica once álbumes hasta su fallecimiento el 30 de febrero de 1987. Con 'Las tres fórmulas del profesor Sato', undécimo libro de una saga que continuará Bob de Moor, Van Hamme, Juillard y otras grandes figuras de la bande dessinée, la serie pervive manteniendo no solo su espíritu original sino el reconocimiento de los lectores. Hasta llegar a François Schuiten y 'El último faraón', aventura escrita por Jaco Van Dormael y Thomas Gunzig.
François Schuiten es más que una estrella. Es una de las columnas del arte del cómic, y los lectores no terminan de asumir que éste sea, precisamente, su último trabajo para las viñetas. Comprometido con el gremio, denuncia que ya no se puede trabajar con las condiciones que garantizan la calidad necesaria. El autor belga, famoso sobre todo por la saga de 'Las ciudades oscuras', meticuloso hasta el delirio, un genio en la construcción de ciudades, cierra su historia con esta historia. Con Blake y Mortimer. Y, a diferencia de lo hecho por la mayoría de continuadores de Jacobs, Schuiten no solo se mueve con unas reglas que no son suyas, tan alejadas del espíritu surrealista donde nada a la perfección, sino que entra en la aventura clásica, y lo hace con el virtuosismo de los genios.
El estilo de los bocadillos, algo irrenunciable, sigue fiel a Hergé, con esa cursiva tan característica. La planificación ya no es lo es tanto. Ni casi nada. Pero sigue funcionando. Y Schuiten, vive Dios, sigue dibujando como nadie. Ya ni siquiera se trata de valorar un guion muy, muy sólido. Es que Schuiten es demasiado BUENO. Y no puede ser que este hombre deje de hacer comics.
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