Secciones
Servicios
Destacamos
Dicen que, allí, el silencio no existe. La jungla puede ser sobrecogedora y deslumbrante en su belleza pero, por encima de todo, es peligrosa. Dicen quienes allí han estado de verdad, que no es buena idea descuidar la espalda o, a cada paso, dejar de ... escuchar el sonido de las criaturas que pertenecen a ella porque, allí, un segundo es la diferencia entre la vida y la muerte. A veces, los árboles se enredan de tal forma, que la luz del sol se ahoga y solo quedan sombras, las lianas pendiendo cual cortinas desgarradas, formando telarañas imposibles. Entonces, ocurre; un grito de victoria o quizás de desafío hace que todo calle. La jungla sabe que Tarzán acaba de recordar que allí, él es quien manda.
Octubre de 1912. En la revista pulp 'All Story' comienza a publicarse 'Tarzan of the Apes' (Tarzán de los monos), al que seguirán otros veintitrés títulos, gracias a la enorme popularidad que adquirirá la creación del prolífico Edgar Rice Burroughs (1 de septiembre de 1875, Chicago - 19 de marzo de 1950, Encino, California), ya conocido por su 'Bajo las lunas de Marte'. En efecto, Tarzán es el prototipo de héroe condenado a gozar del favor del público. Los lectores de entonces desean aventuras en territorios inhóspitos, cuanto más lejanos mejor, poblados por seres inauditos. Los viajes de los aventureros reales de la época son seguidos con avidez en los periódicos y la figura de un coloso de raza blanca, de origen noble, convertido por un accidente en el rey de la selva, colma todas las expectativas. Su conversión a las daily strips, a las tiras de prensa, era inevitable.
Así, el 7 de enero de 1929, con lápices del, para muchos, mejor dibujante de la historia, Harold (Hal) R. Foster (16 de agosto de 1892, Halifax, Nueva Escocia, Canadá - 25 de julio de 1982, Florida), Tarzán debuta iniciando otra nueva carrera de éxitos, por lo que, el 15 de marzo de 1931, conseguirá además su propia Sunday Page, es decir, una página que se publicará todos los domingos, un honor no al alcance de cualquiera.
En 1936, Foster abandona Tarzán; encontrar un sucesor capaz de mantener el nivel del canadiense se convierte en una prioridad, y Burne Hogarth consigue su gran oportunidad al ser elegido. Al principio, su estilo aún no está desarrollado del todo, preocupado además porque exista una línea continuista que el lector probablemente agradecerá. Es preciso tener en cuenta que, el mundo, ha cambiado muy rápido. Las tiras de prensa gozaban de inmensa popularidad, eran capaces de hacer que los lectores cambiaran de periódico en función de qué títulos llenaran las páginas de comics. Así pues, relevar a un tótem como Hal Foster era un privilegio, pero también una losa muy pesada. Hogarth no tardó demasiado en demostrar que podría hacerlo convirtiéndose, quizás, en el mejor dibujante en la historia del hombre mono, desde 1937 a 1945 y, nuevamente, de 1947 a 1950. Y si ejecutando las tiras diarias era magnífico, donde encontró su lugar, fue en las páginas dominicales.
Precisamente, son éstas las que ahora recupera la editorial Dolmen en forma de tomos ordenados cronológicamente. En ellas, el lector verá la imparable evolución del artista porque, siendo cierto que para Hogarth el clasicismo siempre fue uno de sus cimientos, no lo es menos que su dominio del dibujo y más concretamente, de la anatomía (sus libros de teoría al respecto siguen siendo obras de referencia), resultaba tan abrumador que disfrutó llevando al personaje y a la otra gran protagonista de la serie, la jungla, a extremos nunca vistos. Jugar con el entorno, convertirlo en parte de la acción, integrarlo en el movimiento de los actores, es algo que Burne Hogarth supo hacer como nadie. Influenciado por el manierismo, los escorzos de Tarzán son extremos, tanto como su planificación y puesta en página. El detalle insólito que fue capaz de insertar en sus dibujos, le condujo a ser apodado como 'el Miguel Ángel del noveno arte', siempre trabajando con las formas a partir de nudos o radiaciones.
Esa radicalidad, ese salvajismo, provocó las críticas de algunos teóricos, como mínimo insostenibles, teniendo en cuenta que Hogarth dibujaba a un salvaje en un entorno más salvaje aún. Que se objetara que su rostro era demasiado primitivo, debiera haber sido, por ello mismo, objeto de alabanza.
En definitiva, no cabe sino esperar una obra de enorme calidad, porque la editorial Dolmen, especializada y empeñada desde hace años en recordar a los clásicos, recuperando merced a una labor casi artesanal pesos pesados como 'El Príncipe Valiente', 'The Phantom', 'Mandrake el mago', 'Flash Gordon' o 'Johnny Hazard' entre otros, se ha ganado un crédito incuestionable. Colecciones, en cualquier caso, imprescindibles.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.