Carlos Gardel cantó y enamoró en Euskadi
Giras de 1926 y 1928 ·
El astro argentino, del que el historiador Felipe Pigna ha publicado una biografía, actuó en las tres capitales vascas. «¡Qué gente! ¡Qué entusiasmo!», evocaba al final de su giraSecciones
Servicios
Destacamos
Giras de 1926 y 1928 ·
El astro argentino, del que el historiador Felipe Pigna ha publicado una biografía, actuó en las tres capitales vascas. «¡Qué gente! ¡Qué entusiasmo!», evocaba al final de su giraCarlos Gardel era un tipo sanote, de risa fácil y amante del deporte. También le gustaba mucho comer y llegó a pesar 120 kilos. No hay más que ver la película 'La flor del durazno', que data de 1917 y lógicamente era muda, para comprobarlo. Todavía no se había coronado como el rey del tango pero le faltaba poco. En ese filme, que supuso su debut en la gran pantalla, tenía 27 años y una figura muy distinta a la que exhibiría en Euskadi una década más tarde.
Es muy probable que en Vitoria, Bilbao y San Sebastián, a lo largo de sus giras de 1926 y 1928, se permitiera excesos en la mesa –tenía debilidad por las legumbres y los callos– pero su estampa se mantuvo en sus justos términos. Según las crónicas de la época, lucía fino y lustroso: siempre de traje, con corbata de seda y un cigarrillo entre los dedos (el tabaco se lo compraba a un chaval griego que tenía su negocio en Buenos Aires y se llamaba Aristóteles Onassis).
En ninguna comunidad autónoma fuera del País Vasco se dejó ver en tantos teatros y ciudades. En la biografía 'Gardel' (ed. Planeta), publicada por Felipe Pigna, consta que actuó 16 días y ofreció 34 funciones en total. «No me dejaban marchar. ¡Qué gente! ¡Qué entusiasmo! Y yo no sabía qué hacer», confesaría el cantante al periódico argentino 'Crítica' al recordar su éxito en la capital alavesa. Allí recaló entre el 13 y 17 de febrero de 1926 para inaugurar como sala escénica el Teatro Príncipe, que el 25 de diciembre se había abierto al público como cine. Un coliseo que con el tiempo pasaría a llamarse Guridi para luego reconvertirse en el centro comercial que acoge los Cines Florida Guridi.
El rutilante teatro Príncipe acogió durante esas cinco jornadas no solo a Gardel sino también a la bailarina Pilar Calvo y la cupletista Salud Ruiz. Se había montado un espectáculo de 'varieté' con vistas a llenar hasta la bandera. El aforo era de 2.000 personas y se cumplieron las expectativas. Gardel estaba fascinado, sobre todo por el empaque del teatro. La capital alavesa tenía entonces unos 35.000 habitantes, dos seminarios, media docena de cuarteles y la mayor parte de la población se concentraba en el casco medieval. El ambiente era muy distinto al de Madrid y Barcelona, las únicas localidades en las que se había presentado en España. Ese contraste motivó mucho a Gardel. Se empleó a fondo en sus 10 conciertos.
Como artista se tomaba muy en serio llegar a todo tipo de públicos. Hijo de madre soltera, nacido en Toulouse y criado en Buenos Aires, era un hombre de mundo. Nada le sorprendía. Lo mismo hacía amistad con el príncipe de Gales que con José Samitier, delantero centro del Barça, el diestro Juan Belmonte o Charles Chaplin. En Vitoria pasó mucho frío pero se las arregló para elevar la temperatura con temas como 'Corazón de arrabal' y 'Pedime lo que quieras'.
Incluso llegó a estrechar lazos con un niño y su madre, que tenían al cabeza de familia en Buenos Aires, hasta el punto de que no dudó en ayudarles económicamente y en localizar al emigrante vitoriano en Argentina. Así lo contó después en la revista Indiana, sin disimular la emoción que le había producido la respuesta del crío cuando, al verle muy serio delante del cartel que anunciaba el espectáculo en el teatro Príncipe, tuvo el impulso de ofrecerle una entrada. El chaval agradeció el gesto pero le confesó que prefería el dinero para dárselo a su madre. En su casa se pasaba hambre.
De penurias y soledad también sabía mucho Gardel. Entre los 14 y 20 años estuvo desaparecido. Se marchó de casa y nunca dijo a dónde. Sociable y resolutivo, se las apañó para salir adelante y al volver ya era un hombre que tenía clara su vocación. Se había transformado en uno de tantos cantantes con ansias de grandeza. Pero en su caso había algo más: un instinto genial para la recreación dramática de las historias que contaban las letras.
Entre el 8 y el 13 de febrero de 1928, cuando actuó en el teatro Campos de Bilbao, ya tenía en el repertorio caballos de batalla como 'Caminito' y un estilo depurado, con la voz abaritonada y asentada. Aun así, al igual que en Vitoria, se le presentaba como parte de una oferta más amplia. En este caso salía a escena después de la proyección de comedias intrascendentes como 'Los millones de Paulina'. Una práctica que no le sorprendía lo más mínimo, no tenía remilgos y habría cantado con igual profesionalidad en un circo o una plaza de toros. Brindó 13 representaciones en seis días y 'La Gaceta del Norte' no escatimó elogios: «El público mostró su complacencia por el trabajo, aplaudiéndolo y obligándolo a cantar varios números de propina».
Fue amigo del tenor Tito Schipa, que más de una vez le animó a dedicarse a la ópera. Pero lo suyo era el cancionero popular, la libertad de forjarse él mismo un personaje. No le interesaba meterse en la piel de nadie. Gardel se bastaba y sobraba. Él era el genio y la figura. Así lo demostró a los pocos días de su paso por Bilbao, cuando cantó en el teatro donostiarra del Príncipe (mucho antes de su conversión en multicines), donde le contrataron para que cantara en once funciones.
Fueron sus últimas apariciones en Euskadi, entre el 15 y el 19 de febrero de 1928. Una vez más, se le publicitaba como la guinda de las veladas, tras la proyección de filmes como 'Merton en Cinelandia'. En esta ocasión tampoco faltaron las reseñas ditirámbicas: «Gardel es una atracción tan notable que será vista por todos, y por muchos, más de una vez», se decía en las páginas de 'El Pueblo Vasco'. El astro argentino acabó feliz y agotado. Prometió volver pero no pudo cumplir con su palabra. Murió siete años más tarde, en un accidente de avión. Tenía 45 años.
En 1935 Carlos Gardel murió en un accidente pavoroso. Su avión se estrelló contra otro que también estaba a punto de despegar, en el aeropuerto de Medellín (Colombia). Tenían el depósito lleno y en el incendio murieron 17 personas. Los forenses quedaron admirados al examinar los restos del artista: sus dientes quedaron intactos, tan inmaculados y perfectos como siempre.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Ángel López | San Sebastián e Izania Ollo | San Sebastián
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
Fernando Morales y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.