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Un mundo extraño, el del arte de las viñetas. La conjunción de muchos factores que llevan a la creación, a veces, solo a veces, de una obra maestra, ni más ni menos de lo que ocurre en el resto de disciplinas artísticas.
Pero extraño porque, ... siendo extremadamente complejo, en determinados ámbitos se siguen buscando fórmulas, más bien nombres, que lo engrandezcan, como si tal cosa fuera necesaria.
Corre el año 1976. En Estados Unidos se publica el álbum 'Bloodstar' de Richard Corben, adaptación de la novela del padre de Conan, Robert E. Howard, en blanco y negro y que será recuperado por Toutain para España, aunque Corben siempre recordará con pesar que se le obligó a colorearlo. En la portada aparece el término 'novela gráfica', pero será dos años más tarde cuando Will Eisner obtendrá un éxito arrollador con 'Contrato con Dios', una serie de historias cortas, también en blanco y negro, reunidas en un tomo de pequeño formato.
El creador del ya histórico 'The Spirit' declarará en más de una oportunidad que el término le sobrevino en recuerdo de Lynd Ward y sus novelas ilustradas, aunque tal autoría sigue siendo cuestionada. Por cierto, tanto 'Bloodstar' como 'Contrato con Dios' son obras magníficas, pero no inauguran ninguna categoría jamás vista. Si de formas de contar se trata, qué habría que decir entonces del 'Little Nemo in Slumberland' de Winsor McCay de 1905.
Lo cierto es que, partir de ahí, quienes buscan vestir al cómic de smoking encuentran un filón y marcan una serie de distingos para separar, por ejemplo, un comic-book de superhéroes de una obra intimista, de problemática social. Larga duración, tratamiento de temas profundos lejos de los triviales y, por regla general, sin que sea condición sine qua non un dibujo de alta escuela, aunque sea preferible que el autor sea único y que, a lo sumo, el equipo creativo no pase de guionista y dibujante. Muchos lectores quedan seducidos por la en teoría nueva vía abierta y, así, incluso Marvel lanza su colección de novela gráfica, inaugurando dicho sello en 1982 con la maravillosa 'La muerte del Capitán Marvel', escrita y dibujada por Jim Starlin.
El problema es que, a partir de aquí, cada vez que un cómic alcanza fama y prestigio, los defensores del término corren a colocarle el 'novela gráfica'. Tres de los casos más notorios son 'Maus' (1980) de Art Spiegelman, que llega a ganar un Pulitzer, 'El retorno del caballero oscuro' (1986) de Frank Miller y, del mismo año, 'Watchmen', de Alan Moore y Dave Gibbons. Los tres nacieron serializados, el Batman de Miller exactamente igual a como lo haría cualquier comic-book, y el 'Watchmen' en doce entregas y como homenaje a las publicaciones pulp que tanto gustaban a Moore. Nada hay en ellos que no pueda encontrarse en, por citar la obra cumbre del cómic francés (bande dessinée), el Blueberry de Charlier y Giraud, desde que se inicia dentro del título la saga del medio millón de dólares. Desde 'Chihuahua Pearl' (1973) hasta 'El final del camino' (1986), diez álbumes, 500 páginas y una única historia. Claro, un western y aventuras a raudales. Pero, ¿desde cuándo la diversión está reñida con la seriedad?
Hoy 'Watchmen' es una novela gráfica. Para otros un cómic. Y para quienes gustan del término tebeo, un tebeo.
Por estos lares, durante años ocurrió algo con ciertas similitudes. La revista 'TBO' (1917) se hizo tan popular que se convirtió en sinécdoque del medio y, dado que iba asociada a humor infantil, pareció que leer un tebeo equivalía a leer algo para niños. Otro tanto con las historietas, ya en su propio apelativo, palabra repleta de connotaciones peyorativas. Así que se adoptó el término 'cómic', sobre todo a partir de esa explosión del medio tras la llegada de la democracia y las revistas para adultos como '1984', 'Cimoc', 'El Cairo', 'El Víbora', 'Creepy'...
La cuestión es que, al fin, las diferencias cualitativas no las establecen los géneros, sino la calidad con que se ejecuten. En consecuencia, no existen obras de más enjundia, sino que ésta viene dada por la forma de llevar a cabo cada una de ellas. Al fin, cada cual debería llamar al cómic, tebeo, historieta, novela gráfica, o viceversa o como desee, siempre que no lo haga con la intención de colocar dicho término en modo sinónimo de alto nivel. Algo que sería tan ficticio como pretencioso.
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