Billy Wilder echa un vistazo a la revista Blanco y Negro, durante una visita a Madrid en 1966, ya como director de cine. JAIME PATO

Los comienzos de Billy Wilder no fueron fáciles: empezó como periodista

Recopilación ·

Un libro reúne artículos y reportajes que el cineasta escribió como reportero en la Viena y el Berlín de los años 20, antes de dedicarse a las películas

Alberto Moyano

San Sebastián

Lunes, 18 de julio 2022, 08:16

Antes de crear al personaje protagonista de 'El reportero del diablo', al Chuck Tatum de 'El gran carnaval' y al Walter Burns de 'Primera plana', Billy Wilder ejerció como periodista durante un lustro en la Alemania de la República de Weimar y en la Viena ... de entreguerras. Por aquel entonces, aún era Samuel Wilder (Sucha, antiguo Imperio Austrohúngaro, actual Polonia, 1906) y el periodismo le sirvió para eludir los designios de su padre. «No quería ser abogado y me salvé convirtiéndome en periodista, en un reportero muy mal pagado». Entre septiembre de 1925 y noviembre de 1930, fue un 'free lance' que firmaba sus artículos como 'Billie S. Wilder'.

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El joven Wilder aprovechó aquellos años de aprendizaje para introducirse en la cultura urbana y popular, en donde halló todo tipo de personajes que luego le servirían de inspiración. Ahora, la editorial Laertes publica 'Billy Wilder, reportero', en el que Noah Isenberg selecciona medio centenar de aquellas piezas periodísticas.

Roth, Polgar, Lorre...

«Empecé con los crucigramas, los firmaba», contaba años después el cineasta, que aseguró a uno de sus biógrafos que no le enorgullecían tanto los seis Premios de la Academia que ya acumulaba como que su nombre hubiera aparecido dos veces en el crucigrama del New York Times: «Una vez 17 horizontal y otra 21 vertical».

En Viena, su trabajo como periodista permitió a Wilder conocer a escritores como Alfred Polgar y Joseph Roth, y a actores como el húngaro Laszlo Löwenstein, que más tarde se haría famoso bajo el nombre de Peter Lorre. «Entrevisté a Sigmund Freud, a su colega Alfred Adler, al dramaturgo y novelista Arthur Schnitzler y al compositor Richar Strauss. En una mañana», contaba el realizador a Playboy, no está claro si como una demostración de su entrega estajanovista al oficio o una exageración cargada de sarcasmo.

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Billy Wilder, reportero | Noah Isenberg

Estilo: artículos

Editorial: Laertes.

Páginas: 240.

Precio: 20 euros.

Lo que sí es cierto es que peinó la ciudad de arriba abajo, siempre en busca de una historia. Al fin y al cabo, nunca entró en ninguna plantilla, ni dejó de ser un periodista independiente, 'free lance' que se llaman ahora. Cuando el director de orquesta estadounidense de jazz Paul Whiteman visitó Viena en junio de 1926, el periodista y el músico conversaron en una habitación de hotel. «Si estás impaciente por escuchar a la gran banda, puedes venir conmigo a Berlín», le dijo Whiteman. Wilder hizo la maleta. «Nunca regresé a Viena».

La recopilación da buena cuenta de la habilidad innata de Wilder para la escritura: desde un reportaje en el que cuenta sus experiencias como bailarín de alquiler en el Eden Hotel berlinés hasta un trabajo de campo sobre las preferencias de los clientes de las librerías de la ciudad, pasando por retratos de tipos improbables o un artículo sobre el arte de sobrevivir como trabajador autónomo.

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Estructurado en torno a tres grandes bloques temáticos y estilísticos, el volumen recoge en el primer apartado una oda a los viejos cafés, artículos sobre el ambiente de la época en la ciudad y hasta una crónica sobre una repentina ola de calor en Berlín.

«No quería ser abogado y me salvé convirtiéndome en periodista, un reportero muy mal pagado», contó Wilder años después

Es en el segundo bloque donde Wilder se revela como un maestro a la hora de capturar en unas breves pinceladas la esencia de cada personaje. Por las páginas de 'Retratos de gente extraordinaria y corriente' desfilan el príncipe de Gales, el millonario estadounidense Cornelius Vanderbilt IV, el director Erich von Strohein y el actor Adolphe Menjou, y un prodigioso artista del póquer llamado Fritz Herrmann. Una miscelánea de grandes nombres y de gente corriente «representada con toda su belleza, dignidad y autenticidad», señala el antólogo.

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Crítico de cine y teatro

'Billy Wilder, reportero' se cierra con una muestra de su trabajo como crítico de teatro y de cine. Escribió sobre Charles Chaplin, Marlene Dietrich o el citado Von Stroheim, en general, en un tono siempre positivo. En cuanto al teatro, elogia la música de Kurt Weill en la célebre obra de Bertolt Brecht 'Ópera de los tres peniques'.

Aunque llevaba ya algún tiempo como 'escritor negro' de guiones, en 1928 logró finalmente firmar un libreto cinematográfico en solitario: 'El reportero del diablo', subtitulada 'En la niebla de la gran ciudad', dirigida por Ernst Laemmle. El resto es historia: acreditado en varias películas de la UFA, tras una ruinosa estancia en París, Wilder embarcó en enero de 1934 en el transatlántico británico 'S.S. Aquitania' con destino a Estados Unidos. Sus conocimientos de inglés eran mínimos; su capital, cien dólares; y su equipaje, escaso: tres novelas de Ernest Hemingway, Sinclair Lewis y Thomas Wolfe.

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Hollywood le esperaba.

Un bailarín de alquiler con mucha labia

La etapa en la que Billy Wilder ejerció de bailarín profesional figura entre las que más juego le dieron en vida. El reportaje en cuatro partes que publicó en el Berliner Zeitung am Mittag mezcla «una sana dosis de gracia, humor tan seco como el Dry Martini y un toque de inevitable licencia poética». Las mujeres ricas eran sus clientas. «La puerta giratoria me ha lanzado a la desesperación, eso está claro. Fuera en invierno, los amigos del Café Romanisches, todos con catarro, debaten sobre la solidaridad y la pobreza, y al igual que yo ayer, no saben dónde van a pasar la noche. Yo, sin embargo, soy un bailarín. El ancho mundo me rodeará con sus brazos». Años más tarde, confesará: «No era buen bailarín, pero era buen conversador». Cierto o no, el gerente del hotel certificó por escrito sus prestaciones: «Herr Wilder supo adaptar sus habilitades de bailarín a los públicos más exigentes. Obtuvo gran éxito en su puesto y siempre se ciñó a los intereses del negocio»

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