Secciones
Servicios
Destacamos
«Al final, encontrar tu propio camino… alejarte de cualquier carga… puede que sea la única forma de silenciar a los fantasmas».
Allí, según dicen, el silencio es total. Los árboles son tan espesos que ni el viento los atraviesa, ni los animales lo habitan. ... Solo los muertos. Se llama Aokigahara, un bosque situado a los pies del sagrado monte Fuji. El bosque de los suicidas. Las leyendas afirman que está maldito, que lo habitan fantasmas a los es que mejor no invocar. Al parecer, a finales del siglo XIX, una hambruna pavorosa asoló Japón. Las familias abandonaban allí a los ancianos y niños que no podían mantener.
Aokigahara, hoy, sigue siendo famoso no tanto por su belleza, sino porque es, dentro de uno de los países del mundo con mayor tasa de suicidios, el escenario preferido de quienes deciden abandonar la vida. Se menciona como posible causa de tal preferencia la novela 'Nami no Tou', escrita por Seicho Matsumoto en 1960 en la que una pareja de amantes concluyen en el corazón del bosque sus existencias. No es la única vez que la literatura se ha recreado en el lugar, ni tampoco en exclusiva. El cine no ha sido ajeno, en tiempos tan proclives al terror, a la magia de una espesura de la que, según quienes la han visitado, surgen presagios nefastos.
Ni el cómic. En 2011, la pareja formada por el guionista El Torres y el dibujante Gabriel Hernández Walta publican 'El bosque de los suicidas', nueva incursión en el género del miedo de dos autores que ya han triunfado con 'El velo'. La premisa es, por cierto, la misma de la novela, pero en modo alguno el desarrollo de la obra tiene nada que ver con aquella. En buena medida, el peso recae en el trabajo del escritor malagueño, capaz de construir un universo propio dentro de la misma muerte. Todo ese recorrido alcanza su momento cumbre con 'Camisa de fuerza' pero en ninguno de esos casos las puertas quedan cerradas. De ahí la riqueza del concepto de El Torres, capaz de alojar tantas nuevas historias como la imaginación pueda concebir sin ápice de desgaste.
Es por ello que, ahora, se publica en un solo álbum 'La llamada de El Bosque de los Suicidas', la secuela de aquel trabajo de principios de década, en esta ocasión escrita por Dessiree Bressend y dibujada por Rubén Gil. La guionista, licenciada en Derecho y Periodismo, ha trabajado en el mundo del videojuego o para 'El ministerio del tiempo', además de para las editoriales Carmona en viñetas y Amigo, sello americano dirigido por El Torres bajo el que se lanzó la serie que ahora llega en castellano a las librerías. No alcanza a tanto el bagaje de Gil, aunque nadie lo diría, contemplando el resultado final de sus páginas que poseen, sin ninguna duda, una enorme calidad.
'La llamada de El Bosque de los Suicidas' es brillante. Impresionante el modelado cuidadoso e intenso de las dos protagonistas de la historia, la ya conocida por los lectores guarda forestal Ryoko y la joven estudiante Portia, ansiosa por abrazar el suicidio, con diálogos llenos de belleza, escritos con la precisión de una cirujana. El terror no surge del susto, o del asco. Aquí se construye buceando en el interior de cada cual, en los miedos que toda persona alberga, en la oscuridad, en la suciedad. No suciedad en el sentido habitual del término; los caminos parecen embarrados, los dibujos de Rubén Gil son meticulosos y llenos de armonía, pero son, además, evidentemente con toda la intención, sucios. Las viñetas, resueltas con gran técnica, deleitan a la vista porque la ofenden. Nunca hay un momento de luz, de claridad, la tinta se esparce como sucede al raspar un cepillo, pero a diferencia de lo casual, aquí el control es absoluto. El resultado es una atmósfera asombrosa, exactamente la que precisa la historia. De hecho, solo se rompe por la inclusión en el álbum de las portadas alternativas que realizó Pasqual Ferry a las de Toni Fejzula, incluidas en todos los casos.
La conclusión evidente es que esta llamada no es tanto una secuela sino más bien una nueva propuesta nacida al calor del proyecto madre. La entidad propia lograda en la obra por Bressend y Gil es incuestionable, a la altura de los reconocimientos que debería alcanzar. No es solo un cómic para pasar el rato, lo cual siempre está bien, nada que objetar; es una parada en la vorágine y un paso más allá hacia lo íntimo, hacia la reflexión, bajo el sello Karras. Un nuevo proyecto editorial que ojalá triunfe, porque ello supondrá ampliar el panorama, dando visibilidad a autores no conocidos en exceso con propuestas que buscarán satisfacer al lector, después de todo, la pieza esencial a la que seducir. Karras merecerá atención.
Autores: Bressend /Gil
Género: Terror
Editorial: Karras
Páginas: 136
Precio: 18 euros
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.