'Ninguno de nosotros volverá' de Charlotte Delbo (Libros del Asteroide)
Intentad mirar. Probad a ver ·
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«Ignoraban que al infierno pudiera llegarse en tren», pero así lo hicieron Charlotte Delbo y otras 250 mujeres cuando llegaron a Auschwitz-Birkenau en 1943 después de que fueran detenidas por sus actividades en la Resistencia francesa. 'Ninguno de nosotros volverá', testimonia en primera persona y con una prosa estremecedora la agonía de pesadilla a la que terminaría por sobrevivir sólo una exigua parte de aquel contingente de mujeres llevadas al matadero.
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Autora: Charlotte Delbo
Traductor: Regina López Muñoz
Editorial: Libros del Asteroide
Págs.: 320
Precio: 20,95 euros
La extrema adversidad meteorológica, que evoca los diarios de Shalamov en Kolimá, los trabajos forzados hasta la extenuación, la malnutrición, las palizas y el hostigamiento constante dibujan un escenario dantesco (no quedan ya adjetivos para estos campos) -«Qué fácil es morir aquí. Apenas dejar ir el corazón», «los mandan al cielo. Al horno»- en el que sólo la pertenencia al grupo permitirá que haya supervivientes. «No creo en el regreso cuando estoy sola. Con ellas, que parecen creer en él con tanto ahínco, yo también creo. En cuanto me abandonan, tengo miedo. Todas dejamos de creer en el regreso cuando estamos solas». Aunque la liberación tras 27 meses de confinamiento primero en Auschwitz y luego en Ravensbruck abrirá la fractura íntima del sentimiento de culpa «¿Por qué he conservado la memoria? ¿Por qué esta injusticia?» «Ninguno de nosotros debería haber vuelto», escribirá Delbo (Vigneux-sur Seine, 1913-1985), que cuando retornó a la vida civil trabajó como asistente del filósofo Henri Lefebvre.
Delbo expone la vida cotidiana en los campos de concentración, episodios, escenas y conductas que muestran en carne viva el calvario de las víctimas y la infamia de las carceleras; escenas espantosas, un perro abalanzándose, palizas de 50 bastonazos, una sed de perder la razón... «Un cadáver. El ojo izquierdo devorado por una rata. El otro ojo abierto con su franja de pestañas. Intentad mirar. Probad a ver».
«Diréis que al ser humano puede arrebatársele todo salvo la facultad de pensar e imaginar. No sabéis nada. Se puede convertir a un ser humano en un esqueleto que gorgotea diarrea, quitarle el tiempo para pensar, la fuerza para pensar... En Auschwitz no se soñaba, se deliraba».
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