
'Las barbas del profeta' de Eduardo Mendoza (Seix Barral)
La Biblia de Eduardo Mendoza ·
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La Biblia de Eduardo Mendoza ·
En su obra, el premio Cervantes de 2016 relaciona la mitología religiosa con su vocación literariaIÑAKI EZKERRA ILUSTRACIÓN IVÁN MATA
Lunes, 30 de noviembre 2020, 15:27
Como el extraordinario compendio de relatos que es, la Biblia ha servido de fuente de inspiración a un buen número de escritores. Buena parte de la obra narrativa del Nobel sueco Pär Lagerkvist gira en torno a personajes que se cruzan de un modo no deseado con lo divino. Y, sin duda, 'Barrabás' es su novela más representativa de ese roce que el escritor describe siempre como un incordio.
Autor | Eduardo Mendoza | |||
---|---|---|---|---|
Editorial | Seix Barral | |||
Páginas | 200 | |||
Precio | 18 € |
En 'Judas', el israelí Amos Oz pone en boca del protagonista una defensa del apóstol suicida por la cual su beso traidor se convierte en un gesto de suma lealtad. Los paralelismos, o las parodias si se prefiere, que se pueden rastrear del Antiguo Testamento en los 'Cien años de soledad' del colombiano Gabriel García Márquez tienen una premeditación fundacional y genesíaca. Como la tienen en clave de conversión las referencias al Nuevo Testamento que maneja el francés Emmanuel Carrére en su novela 'El Reino'. En este contexto, no resulta sorprendente la fascinación que el español Eduardo Mendoza confiesa haber experimentado durante su niñez por los episodios bíblicos en 'Las barbas del profeta', su última entrega literaria que es un texto de registro ensayístico y tono absolutamente desenfadado, ágil e incluso divertido.
Mendoza ya había mostrado afición al ambientillo bíblico en 'El asombroso viaje de Pomponio Flato', novela publicada en 2008 en la que un filósofo detective era contratado por un tal Jesús para salvar de la pena de muerte a su propio padre, el carpintero de Nazaret, sobre el que pesaba una acusación de asesinato. Lo que tiene en común el presente libro con aquel, escrito a caballo entre el género satírico y el policíaco, es un mismo humor que ahora se contiene para brindarnos las claves de la 'cocina mendoziana' o al menos de una parte de esta. En 'Las barbas del profeta' se combinan –según explica la 'Nota del autor' que abre el texto– dos temas: el de la Biblia «como obra literaria», sobre el que el novelista preparó en su día un seminario que nunca llegaría a impartir, y el de las lecturas primarias en la formación de un escritor de vocación temprana, sobre el que sí llegó, hace años, a impartir un curso de verano.
Con estos indicios, podría quizá pensarse que estamos ante el típico refrito de un consagrado para satisfacer el encargo de una editorial. No es así en absoluto. Estamos ante unas páginas deliciosas que obedecen fielmente a esa nota introductoria y que muestran, por un lado, la veracidad de ese incipiente y cándido deslumbramiento por unos personajes ciertamente fascinantes (Eva dejándose tentar por la serpiente y siendo después expulsada con Adán del paraíso; Caín matando a su hermano Abel; Noé entrando en el arca, Judith agarrando por los pelos la cabeza de Holofernes...) y, por otro lado, el interés cultural del adulto en la documentación, teorización y revisión de esos mitos.
A esas dos miradas –la del niño fascinado y la del mayor curioso– se añade una tercera, que es una simbiosis de ambas y también la más gratificante para el lector: la mirada crítica del escritor sobre aquel legado no exento de representaciones gráficas que ilustraban sus primeros libros escolares. Lo más impagable de este ensayo desinhibido y autobiográfico es esa aprehensión bifocal del objeto a observar que permite al autor relacionar la imagen de Sansón derribando las columnas del templo, a las que estaba encadenado, con las de los cómics del increíble Hulk; la de los angelotes obesos con el Cupido romano o la de un Jehová que le parece ataviado con un camisón de dormir con la del Zeus olímpico, en el que supone que los pintores se inspiraron.
Dividido en dos bloques, el primero de ellos ('La historia sagrada') aborda la cuestión figurativa en el arte de tema religioso (las obras de Caravaggio, Rembrandt, Andrea del Sarto, Veronese, Donatello, Berruguete...) así como celebra la afortunada desobediencia que ha profesado el cristianismo al segundo mandamiento que Jehová dictó a Moisés en el Sinaí y que prohibía cualquier representación icónica de la divinidad. De ahí pasa a distintas historias como la de José y sus viles hermanos, en la cual ve «el primer relato moderno, con un héroe y unos villanos» o como la de la Torre de Babel, cuyo pintoresquismo fantástico «no empaña la grandeza del relato». El segundo bloque, que es notablemente más breve que el primero y lleva el título de 'Nuevo Testamento', glosa los Evangelios, sus contradicciones e incoherencias con amenidad y con agudeza. Con la misma mirada personalísima e inteligente que planea sobre todo el libro.
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