![«En la escritura el sabor de la incertidumbre es poderoso»](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/10/13/98791356-kyTH--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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'Pómulo y lejanía', el libro de Stefanía Caro (Pamplona, 1981), editado por Consonni, es un apasionante viaje íntimo que desvela a una escritora que con su primer libro alcanza una enorme y extraña calidad literaria. Estamos ante un texto habitado por la fuerza, la ... sinceridad y una sencillez aparente tras la que asoma un texto exquisito, expresado de forma compleja, dolorosa y luminosa a partes iguales.
– Eloy Tizón lo califica como «un debut deslumbrante». ¿Qué tenía en mente cuando empezó su escritura?
– Nació hace un par de años. En la mente guardaba la posibilidad de una novela, pero en las manos se despertaba otra realidad. Acabé trazando un texto híbrido, que tiene algo de cuaderno de viaje, de manual de gimnasia y de partitura de baile. Cortaba, buscaba, abandonaba y salía a la calle a caminar. Cuando todo quedaba demasiado confuso, regresaba a lo único que tenía claro: necesitaba hablar del movimiento. Ha sido un ejercicio intenso, ha supuesto aprender a escribir. Y creo que no va a dejar de serlo.
– La narradora es una mujer que duda y está atrapada en esa indecisión.
– Ha sido bailarina, dedicada a la danza, y paradójicamente se encuentra en una situación vital en la que se ha quedado anclada en el presente, quizás por haberse dedicado precisamente al baile, que es tan efímero. Debería elegir un proyecto laboral, saber si quiere ser madre, pues agota los últimos años de fertilidad, pero no es capaz de proyectarse y visualizar su futuro. Había que llevar a esa protagonista a la acción. Que se pusiera en marcha y emprendiera su última coreografía. Este libro es un cuaderno de pasos físicos y existenciales.
– Luz y vértigo son las palabras que me asaltan en sus páginas.
– Desde luego, hay luz. La protagonista y el resto de los personajes quieren salvarse. Para lograrlo necesita avanzar. Y traza el bosquejo de su última coreografía, que en este caso toma forma de un paseo. Un viaje por su ciudad en dirección a Oriente. Quiere dirigirse al amanecer más temprano. Y a ese camino invita a otra persona que puede iluminarle en la oscuridad de la duda: su madre. La narradora no se decide a ser madre, tiene esa presión encima y para reflexionar sobre ello se aproxima al cuerpo del que procede. El origen, el materno, cuerpo cero. Y las dos mujeres marchan por los barrios de una ciudad pequeña, bañadas de luz. En cuanto al vértigo, es posible que del libro se desprenda cierto miedo y, al mismo tiempo, amor por la caída. El vértigo también está presente de manera física.
– El texto se resiste a las etiquetas. Quizás sea un cuaderno de viaje interior. «La contemplación formará parte del viaje», escribe en él.
– El libro comparte con el diario de viaje su vocación de atrapar el presente. Ninguna de las protagonistas sabe qué va a suceder al día siguiente, sólo intuyen que deben seguir avanzando en línea recta por la ciudad. Y eso lleva consigo una atención a sus propios pasos. En 'butoh', danza expresionista japonesa, se usa una instrucción como fundamento: camina detrás de ti misma. Creo que es lo que hace la narradora. Observarse y ver qué queda de ella cuando abandone el camino.
– La danza es el hilo del viaje. ¿Cómo incide en la escritura su experiencia como bailarina?
– No he sido bailarina profesional. Me hubiera encantado. Aun así he bailado mucho y me he esforzado por aprender de diferentes fuentes. Tanto del ballet, como del contemporáneo y de la danza oriental o de India. Este libro está escrito partiendo de esa experiencia. Quería llevar el gesto al libro. En este sentido, hago referencia a una coreógrafa llamada Susan Buirge, que realizó un largo viaje desde Francia hacia Japón y describió la manera de moverse y de concebir el espacio en los países que recorría. Creo que la manera en la que pensamos tiene mucho que ver con cómo nos movemos.
– Hay una presencia continua de lo femenino a lo largo de todo el libro, pero sin rastro de discurso aleccionador. ¿Ha huido de ello?
– No he huido de nada. No he querido hacer nunca ningún alegato de nada. De hecho, disfruto de los libros que invitan a la duda. A perderse. Me he limitado a hablar de las inquietudes que siento. Si resultan femeninas es porque mi material de trabajo soy yo misma y mis seres cercanos. Entre ellos, muchas mujeres.
– Dice que «el verdadero absurdo reside en ansiar lo inexistente». ¿No reside en ello eso que llamamos esperanza?
– En el libro se hace referencia a la angustia que siente la protagonista al echar de menos algo que nunca ha tenido: un bebé, un buen trabajo. Y eso puede parecer contradictorio, pero es un pensamiento real. Por otro lado, existe un fondo de sinsentido. Hay que celebrarlo. La idea de que las cosas no tienen sentido te puede asaltar en cualquier momento. Y ese me parece un buen punto de creación. Es posible todo. Es el arranque para lanzarse a cualquier acción: escribir, bailar, o ponerse a caminar por la acera, como hace la narradora del libro. Es una gimnasia para poner todo del revés.
– «Sin lo inesperado, no hay vida en el movimiento». ¿Se vio abocada a lo inesperado durante la escritura?
– Lo que más me atrae de escribir es no saber qué va a suceder al final de la página. A veces eso trae consigo riesgos, porque puedes despegarte demasiado y entusiasmarte con ideas que no funcionan. Pero el sabor de la incertidumbre es poderoso. Sentarse a escribir es duro. Si no hay sorpresas, me parece insoportable.
– Subir a un escenario a bailar o actuar lo califica «como un acto animal».
– En India se llamaba 'vedika' al escenario. Esto es, lugar de sacrificios. Salir a escena implica desnudarse, retirar la máscara. Hay que contar una verdad. Siempre hay que entregar algo propio. En 'Pómulo y lejanía' me he dejado mucha piel. El libro contiene mimbres de mi vida, algunas ficciones, pero sobre todo he intentado que contuviera una verdad. Y en su escritura también he implicado a mi cuerpo. Ha sido un libro muy andando. Después de horas frente a la pantalla, corría escaleras abajo y me lanzaba a la calle para pasear.
– Como autora de una primera novela, ¿cómo siente tantas miradas ajenas a su escritura?
– Todavía es pronto y no he asumido cómo me afectará. Veo sólo el presente, como quien baila y emprende un gesto que nunca se repite. Ha pasado muy poco tiempo, percibo la sensación de desnudo, pero aún no soy capaz de saber cómo me va a afectar. Al desnudarme en esta novela me he colocado en una posición frágil. Da miedo, pero al mismo tiempo pienso que lo incómodo es el buen punto de creación.
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