«Acabé muy saturada de hablar sobre ETA»
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La autora de 'El comensal' hablará este jueves en Literaktum con Ángeles González-Sinde, directora de la adaptación al cine de esta traumática historia familiarGabriela Ybarra (Bilbao, 1983) debutó en la narrativa hace siete años con 'El comensal' y desde entonces, el libro en el que narra el secuestro y asesinato de su abuelo a manos de ETA y de forma paralela, la enfermedad y muerte de su madre ... no ha dejado de circular. Primero en Caballo de Troya que se llevó el Premio Euskadi de Narrativa, después con la reedición del texto a cargo de Random House y finalmente, al hilo de la adaptación cinematográfica que dirigió Ángeles González-Sinde, 'El comensal' aún 'persigue' a su autora. Este jueves, charlará con González-Sinde en San Telmo, en un encuentro que moderará Luisa Etxenike en San Telmo (19.00 horas).
– ¿Qué ha ganado y qué ha perdido 'El comensal' en estos siete años?
– Hay una mezcla. Por una parte, me asombra su larga vida. Es como que me sobrepasa. El libro va a un ritmo y yo voy a otro. Me impresiona que siga vivo tanto tiempo después, pero yo tampoco tengo ningún control, ha emprendido su propio camino. Lo que se me hace extraño es estar tanto tiempo hablando de lo mismo. A veces me siento congelada en el tiempo con 'El comensal'.
– Eso acabará cuando publique el siguiente...
– Sí, pero está siendo difícil romper con esta historia. Muchas veces me preguntan si fue terapéutico escribirlo y yo pienso que antes vivía totalmente ajena al asesinato de mi abuelo y ahora lo tengo presente todo el rato, lo cual no sé hasta qué punto es muy bueno. Es una relación extraña.
– Quizás eso de que escribir sobre episodios traumáticos resulta sanador tenga algo de mito.
– Hay algo de sanador en el hecho de encontrarle un sentido a lo que has vivido o en poner en orden las cosas, sentir que un hecho traumático es abarcable en ciento y pico páginas, pero hablar de ello me parece que no es tan terapéutico, sobre todo en lo que se refiere a la exposición pública. Ahora me he distanciado y me siento más libre, pero no sé hasta qué punto es terapéutica la exposición pública de unas vivencias como éstas.
– ¿Se arrepiente?
– No porque era algo que necesitaba contar y lo veo como un paso en mi carrera literaria. Aunque escribir el siguiente libre me esté llevando su tiempo, yo sí siento que avanzo hacia algún sitio y 'El comensal' fue el primer paso.
– Proliferan las novelas, series y películas sobre la historia reciente del País Vasco. ¿Le interesan o está harta?
– Depende del momento, me despiertan más o menos interés. Es cierto que tras publicar el libro acabé muy saturada del tema del terrorismo en el País Vasco y tuve una reacción de irme a la literatura japonesa porque no quería saber nada del asunto. Fue muy intenso tener que hablar públicamente del asesinato de mi abuelo porque no sólo se me pedía que contara esa historia, sino también un posicionamiento que yo tampoco tenía. Me sentía fuera, no sabía por dónde entrar en ese mundo y tuve la necesidad de retirarme.
– ¿Nos conmueve más como sociedad el relato que ahora se hace de algunos hechos que en su momento, cuando acontecieron?
– En los periódicos aparece cada día una parte de la historia y a veces es más difícil conectar con ella por muy terrible que sea. Lo bonito que tiene la ficción es que ves al personaje al completo, con toda su evolución. Es más fácil empatizar y acompañar al personaje en ese recorrido que haya podido hacer. Es muy útil y necesario que haya ficción sobre los años del terrorismo para elaborar el duelo como sociedad y cuantas más historias surjan, mejor. Lo que pasa es que no hay por qué consumirlas todas a la vez, ni siempre estás preparado para hacerlo. Que cada uno las vaya digiriendo según esté preparado.
– En el caso de la versión cinematográfica, usted no participó en la escritura de los diálogos del guion, pero sí en la elaboración del argumento.
– Sí, porque los lenguajes literario y cinematográfico son muy diferentes. Me impresionó mucho todo lo que llega a crear un actor. El libro ha pasado ya por muchos filtros. El resultado final es una cosa cercana a mí y a la vez, no, porque la historia está ya muy transformada.
– La novela cogió poco a poco su vuelo y encontró a su público lector, pero la película quizás no terminó de funcionar...
– Pues no lo sé porque yo no tenía ninguna expectativa.
– Pero no generó debate, pasó por debajo del radar.
– Son cosas misteriosas. Tú como creador no tienes mucho control sobre esas cosas. Haces una obra y es una botella que lanzas al mundo, a ver dónde cae. Es también lo bonito.
– Hoy vuelve a Donostia para hablar de la novela y de la historia que cuenta. ¿Qué ha sacado en claro de estos siete años de encuentros con el público?
– Algo que siempre me ha llamado la atención es que parece que hay pocos espacios para hablar sobre la muerte, el duelo, el trauma... Muchas personas vienen a estos encuentros para contar sus historias personales, muchas relacionadas con el terrorismo. Y también me ha pasado con la película, en los coloquios posteriores a la proyección. Eso siempre me ha impresionado muchísimo.
–¿Le pesa que sea así, que descarguen sus historias encima suyo?
– Bueno, yo no me voy a casa con el peso de sus historias. Simplemente me parece bonito que se abra ese espacio que no existía para contar sus experiencias. Yo me confesé cuando escribí 'El comensal' y ahora hay otras persona que, como en un acto-reflejo–, cuentan también lo suyo. Y siento que ellos se quedan aliviados, así que no lo vivo como un peso.
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