![José María Elósegui, el ingeniero que reinventó Gipuzkoa](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2023/05/19/83732516-k3TF--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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MITXEL EZQUIAGA
Sábado, 20 de mayo 2023, 02:00
Tiene 96 años, pero aún vibra al contar cómo trabajó con sus compañeros para garantizar el agua potable a la población guipuzcoana, cómo anticipó la idea de la 'y' vasca para mejorar la comunicación ferroviaria o cómo ayudó a Chillida y Peña Ganchegui para llevar ... las esculturas del Peine del Viento hasta las rocas. Casi siempre en el anonimato, a José María Elósegui Amundarain le abruma la idea de «ingeniero de la Gipuzkoa del siglo XX», pero un repaso a su carrera explica su papel fundamental en la modernización del territorio. «Desde Madrid siempre nos miraban con un punto de desconfianza, como si los ingenieros de aquí fuéramos peores», agrega con un punto de humor en su domicilio del barrio donostiarra del Antiguo.
Un libro repasa la vida y la obra de Elósegui Amundarain (San Sebastián, 1927), escrito por su hija María Elósegui Itxaso y por Juan Aguirre Sorondo, historiador y columnista de DV. Desde 1955 hasta su jubilación, en 1993, Elósegui fue en la Diputación primero subdirector de Vías y Obras, más tarde director de Medio Ambiente, Agua y Saneamiento y, finalmente, director general de Obras Hidráulicas.
Pero tal como subrayan los autores del libro, «en paralelo con su función pública, de manera autónoma, Elósegui desplegó una labor incansable de imaginación y de proyección de infraestructuras para el progreso del país». Son proyectos que en unos casos logró culminar, como El Peine del Viento («le decíamos a Chillida: tú haz lo que quieras, que nosotros ya pensaremos cómo sujetarlo a las rocas») o la presa de Arriaran, coronada con una gran escultura de Basterretxa. Otras ideas se aplicaron con posterioridad, como la 'Y' vasca, cuyo primer trazo firmó a comienzos de los años ochenta, o el vial Antiguo-Amara de San Sebastián.
Dice Juan Aguirre que «la extensión de su carrera, el sólido anclaje de su labor en Gipuzkoa y la diversidad de facetas que abordó, en campos tan diversos como carreteras, urbanismo, medio ambiente, residuos, obras hidráulicas o playas, otorga a su recorrido un carácter panorámico sobre un tiempo y un territorio con los instrumentos esenciales de su profesión: el ingenio y el rigor técnico».
¿De qué está más satisfecho, visto hoy, desde la serenidad de los 96 años? Elósegui duda, sentado en el sillón favorito de casa y acompañado de una de sus hijas, Isabel, y Aguirre Sorondo, autor del libro (la coautora, María Elósegui, está en Estrasburgo, donde es magistrada del Tribunal Europeo de Derechos Humanos desde 2018). «Estoy satisfecho de la cuestión del agua, tan decisiva en la vida de la gente», responde el ingeniero. «Primero tocó garantizar el agua potable; luego, el suministro para todo». Así consta en el libro, elaborado con entrevistas con el propio Elósegui y la documentación contenida en archivos.
«Desde niño iba al monte todos los domingos, de modo que conocía bien la geografía guipuzcoana y eso me ayudó», dice Elósegui, que a principios de la década de los 60 ya hizo un plan de emplazamientos posibles para construir hasta 40 presas.
Sigue Juan Aguirre: «Cuando hacíamos el libro nos dio un subidón al encontrar el plano original del proyecto de vial que Elósegui concibió para unir Amara y el Antiguo, lo que hoy son los paseos de Izostegi y de Pío Baroja. Fue presentado por su cuenta al Ayuntamiento en 1971, y luego se perdió en los laberintos burocráticos municipales hasta que muchos años después alguien retomó la idea».
Porque es Aguirre Sorondo el que se emociona al recordar los planes de Elósegui mientras éste le escucha. «Diseñó también, por su cuenta y riesgo, un aeropuerto común para Gipuzkoa, Bizkaia y Alava. Su proyecto se situaba en el mar, a unos 5 kilómetros de la costa, entre Zumaia y Deba». «Fue una idea demasiado futurista, pero ya habitual en países como Japón. Y los vizcaínos siempre han querido su aeropuerto al lado de Bilbao», dice Elósegui. También adelantó la idea de ampliar la playa de la Zurriola: «Me hubiese encantado hacer junto al Kursaal otro parque, como un segundo Alderdi Eder, y otro espigón desde Sagüés».
El libro traza un completo recorrido por la vida personal y familiar de Elósegui, que jugó a hockey sobre hierba en sus años mozos y es miembro de una activa familia: su hermano, el médico Carlos Elósegui, fue uno de los fundadores de la Policlínica. Aguirre Sorondo incide en ese papel de adelantado. «Elósegui cursó a finales de los años 70 Ingeniería Ambiental: desde joven estuvo preocupado por las consecuencias de la intervención humana sobre la naturaleza. Se implicó en la tarea de sensibilizar a los guipuzcoanos ante la contaminación, en una labor que hace 50 años tenía un carácter casi misional». Ahí se entronca su afán por el saneamiento de los ríos, «que eran fangales».
«Fue un visionario que anticipó respuestas», remata Aguirre. «Bueno, bueno», rebaja Elósegui cuando se despide.
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