![Últimas noticias de Juan Marsé](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202007/19/media/cortadas/marse-kA4D-U1108448026444uH-1248x770@Diario%20Vasco.jpg)
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césar coca
Lunes, 20 de julio 2020, 06:17
Juan Marsé (Barcelona, 1933) tuvo tres sueños antes de los trece años: quería ser pianista y dar conciertos por todo el mundo; o actor y participar en esas películas que le entusiasmaban; o escritor, para contar historias como Hemingway, que comienza 'Las nieves del ... Kilimanjaro' con la poderosa imagen del esqueleto helado de un leopardo. La primera de esas fantasías se frustró pronto: solo recibió unas pocas lecciones porque en su familia no había dinero para más. La segunda la plasmó en algunos grupos de teatro aficionado, donde participó en papeles no muy relevantes hasta que lo dejó. En la tercera alcanzó el Olimpo: se convirtió en uno de los grandes escritores españoles, un narrador de enorme fuerza, dueño de una voz muy personal. Una voz que se ha callado para siempre. Marsé, el padre de ese impagable personaje llamado Manolo el Pijoaparte, murió en la noche del sábado al domingo en un hospital de Barcelona, a consecuencia de una insuficiencia renal.
La mayor parte de la obra de Marsé gira en torno a un barrio de Barcelona, el Guinardó; una época, la interminable postguerra; y unos personajes, los perdedores de la Guerra Civil, muchas veces niños que no son del todo conscientes de su situación y se sienten felices bañándose en verano en las albercas, jugando en la calle con pelotas hechas de trapos y alimentando sus sueños en las sesiones dobles de los cines de barrio.
El niño que jugaba en la calle se convirtió a los trece años en aprendiz de joyero y el sueño de convertirse en escritor comenzó a cobrar cuerpo antes de los veinte años. En 1960, por consejo de Jaime Gil de Biedma, se trasladó a París, donde trabajó de ayudante en los Laboratorios Pasteur, fue traductor y profesor de conversación y, de la mano de Jorge Semprún, se afilió al PCE.
Otros 'Un día volveré', 'El amante bilingüe', ''El embrujo de Shanghai', 'Caligrafía de los sueños'. En septiembre aparecerá 'Viaje al sur', un texto de 1962 inédito hasta ahora.
Ya había publicado dos novelas ('Encerrados con un solo juguete' y 'Esta cara de la Luna', de la que siempre ha renegado) cuando se presentó al premio Biblioteca Breve y lo ganó. Corría el año 1965 y la publicación de 'Últimas tardes con Teresa', la historia de la joven burguesa que se enamora de un ratero a quien cree un líder obrero, Manolo el Pijoaparte, fue un aldabonazo en las letras españolas.
A partir de ese libro, Marsé fue construyendo una literatura realista, que parte de su propia memoria para definir un universo muy personal. Lo es por su temática y por el estilo, basado en un lenguaje rico y cuajado de imágenes, que corregía hasta la extenuación. El autor de 'Si te dicen que caí', que cuando comenzó a escribir se compró una gramática para no cometer faltas de ortografía, es así uno de los más influyentes de las últimas décadas por ese manejo de las palabras que es un trabajo de orfebrería.
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Marsé forma parte de una generación irrepetible de la literatura catalana y española: la de Jaime Gil de Biedma, Juan García Hortelano, los hermanos Goytisolo, Terenci Moix, Manuel Vázquez Montalbán, Rosa Regàs, Ana María Matute y Eduardo Mendoza. Muchos de ellos, junto a algunos cineastas, cantantes, modelos y futbolistas, eran la 'gauche divine' que durante diez años marcó el rumbo de la modernidad. Era el único que procedía de una familia de clase obrera y nunca se sintió del todo identificado con el grupo.
A lo largo de su carrera, Marsé ha ganado numerosos premios, como el Nacional de Narrativa, dos veces el de la Crítica, el Juan Rulfo y finalmente el Cervantes, tras haber llegado a la última votación en varias ocasiones.
Mostró su rebeldía de manera simbólica, como cuando fue a recoger un premio de manos de Tarradellas en un acto solemne y se presentó en mangas de camisa, o cuando abandonó el jurado del premio Planeta dando un portazo. Arremetió contra la gestión cultural en España y Cataluña de los gobiernos del PP y CiU; se declaraba «anticlerical militante» y se quejaba de tener que mantener con su dinero a los obispos, a los que tachaba de «pandilla de sinvergüenzas»; y no ocultaba su antinacionalismo, el español y el catalán. «En boca de los políticos, las patrias no son otra cosa que carroña sentimental» decía.
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Desaparece así un escritor tan respetado que, cuando ganó el Cervantes, todo el mundo coincidió en que se saldaba una vieja deuda. Con su rostro surcado de profundas arrugas, un corazón remendado con cuatro baipases y una voz grave trabajada con miles de cigarrillos, su presencia era tan poderosa que imponía. Luego comenzaba a hablar en su cuarto de trabajo, rodeado de pilas de libros, algunos juguetes y las fotos de actrices como Rita Hayworth y Greta Garbo, y la imaginación volaba hasta la infancia.
El niño que entraba en las casas de los vecinos para escuchar historias y que ha ajustado las cuentas pendientes en sus libros ya no está. Hace unos años, cuando el Papa anunció que el infierno no existe, Marsé se preguntaba a dónde iría él entonces al morir. Y con su irrenunciable sentido del humor, se contestaba: «Habrá que ir al cielo, con todos los gilipollas».
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