

Secciones
Servicios
Destacamos
Los poemas «Importa solo que te interpelen, / o te toquen el corazón / o te agarren de las solapas...». Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) bruñe ... esos tres propósitos líricos en una nueva entrega que es un regalo para la inmensa minoría de sus lectores. 'La última del domingo', galardonada hace unos meses con el premio Hermanos Argensola, reúne casi medio centenar de poemas, algunos germinados durante el confinamiento de la pandemia -«parece el mundo / el lugar del que está huyendo la luz»-.
Su mirada poética, despojada de farfolla léxica y cimentada en una visión de la vida que persigue su desvelamiento, la lucidez, se pertrecha de ironía -'La vida es corta', 'Ráfagas de optimismo'...- y de una ternura contenida en la expresión amorosa para crear versos que trascienden un paisaje, un instante, un pensamiento... chispazos mínimos que alumbran versos con profundidad de campo. De la anécdota trivial a la categoría, para expresar con hondura y un lenguaje directo, entre la concisión -«(con lo baratos que son los adjetivos)»- y la sugerencia, cuestiones universales.
Puede ser el balance personal, henchido de desapego y socarronería en 'Sumando logros', o la mirada retrospectiva en 'Nosotros, los de entonces': «Pero cómo / no añorar aquellos tiempos: / siempre se morían otros». O los señuelos, demasiado tarde descubiertos, del futuro, «que al final / tiene pinta / de día laborable». Y, sobre todo, el paso del tiempo, cuestión que permea buena parte de 'La última del domingo'. Y más que el amor, el enamoramiento, esa «locura» imprescindible.
Al final, para que, como sintetiza con brillantez en 'La cara de la gente', alcancemos un momento en la vida en la que «a todos se nos va quedando / una cara parecida: la que ponemos /cuando nos dan gato por liebre». Versos en los huesos, sí, minimalistas, pero de una intensidad que claro que te agarra por las solapas.
Vacunado contra la estupidez y la maldad con una matinal «dosis de Cioran», heraldo de la futilidad de la existencia, Iribarren lo mismo celebra a los gorriones que picotean a sus pies «agradeciéndome /en morse el desayuno» que, como flâneur impenitente, deambula por su ruta donostiarra principal, «bajo los árboles / por el paseo de los Fueros». Quizás en uno de esos garbeos cunde la nostalgia al recordar 'A mis viejas botas de lluvia': «Será como volver a las andadas / pero ahora / -no estamos ya para derrotas nocturnas- / las cervezas sentado en el sofá».
En su vertiente más prosaica, Iribarren, que llevaba tres años sin publicar desde 'El escenario', muestra su vis más juguetona cuando compone sobre usos o costumbres, como el recurso, casi un tic social, a la conversación sobre el tiempo entre desconocidos dentro de un ascensor ('El hartazgo de los ascensores'), o la repulsión que produce alguien obcecado en explicar el chiste que acaba de contar ('El rey del chiste').
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.