Críticas Literarias

'La marquesa salió a las cinco' de Antonio-Prometeo Moya (Editorial Espuela de plata)

Moya, del género negro al fantástic ·

La obra da el salto de la trama policiaca a la fabulación gótica con ironía y originalidad

IÑAKI EZKERRA ILUSTRACIÓN IVÁN MATA

Martes, 2 de febrero 2021, 16:15

Para ilustrar su célebre repudio al arte de la novela, André Breton recordaba en un momento del 'Primer manifiesto del surrealismo' que Paul Válery le había asegurado en cierta ocasión que siempre se negaría a escribir «La marquesa salió a las cinco». Con el tiempo la frase se convirtió en un fetiche literario con el que Julio Cortázar iniciaría su novela 'Los Premios' (1960); con el que Claude Mauriac, el hijo del famoso Nobel de Literatura, llegó incluso a titular una novela que saldría un año después, y con el que José Donoso imaginó un juego para los niños siniestros de su inolvidable 'Casa de campo', editada en 1978. Siguiendo esa noble tradición, el escritor español Antonio-Prometeo Moya no solo titula con esa frase su nueva entrega narrativa, repitiendo así el gesto de Mauriac junior, sino que profundiza en el personaje de la aristocrática heroína que ahuyentaba la atención del poeta Válery –o sea en la marquesa propiamente dicha– hasta sus últimas y fatales consecuencias.

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'La marquesa salió a las cinco'

Autor Antonio-Prometeo Moya
Editorial Espuela de plata
Páginas 252
Precio 17,90 euros

'La marquesa salió a las cinco' es una original y excelente novela que tiene en principio un planteamiento argumental propio del género policíaco. La que se presenta al lector como protagonista, una noble de origen italiano que ronda con un bello aspecto la cincuentena y que supuestamente responde al nombre de Leonor de Valmoral, abandona, a la hora a la que hace referencia el título del libro, su fastuoso domicilio un día de octubre de 2020 y se dirige primeramente a una iglesia que frecuenta pese a su escasa o nula religiosidad y después al lujoso hotel en el que suele citarse con su amante. En una de las habitaciones de ese edificio, que es un palacio barroco del siglo XVII, aparecerá asesinada al día siguiente. Y será en ese momento en el que entre en escena el inspector Alí Mercadante, un marroquí que no llega a los treinta años, del que pronto sabremos que estudió Medicina y que tiene éxito con las mujeres hasta el punto de que ha mantenido relaciones con dos de las tres expertas del equipo técnico de la policía científica que aparecen para hacer su trabajo en el lugar del crimen. En ese escenario comparece asimismo Miguel Greco, el superior de Mercadante, un tipo extraño que parece no saber nada del asesinato, pero que dará un gran juego en el desarrollo de la trama y en las sorpresas reservadas para el desenlace.

A partir de esos hechos, la novela irá deslizándose de una manera progresiva del género negro al fantástico, al de ciencia-ficción, al de misterio e incluso el de la literatura distópica, en la que el autor ya se adentró en 1986 con 'Asesinos en la ciudad ideal'. En realidad, el texto ya va dando indicios de ese salto desde las primeras páginas y desde las referencias que, en estas, ofrece de la extraña, onírica y fantasmagórica metrópoli en la que se desarrolla la acción. Referencias como los nombres demasiado cultos de todas las calles –el Paseo Carl Gustav Jung en el que vivía la marquesa, la calle Raymond Queneau, el callejón de James Joyce...– o como las mutilaciones que presentan tanto el extravagante sujeto que vive con la portera de la difunta como el siniestro sacristán de la iglesia de los Teólogos que esta última frecuentaba y que, además de ocuparse de las basuras, posee un inquietante discurso apocalíptico. Antonio-Prometeo Moya va introduciéndonos en un sugerente y tenebroso clima de fantasmagorías urbanas y góticas que lindan con las del mundo romántico de Carlos Ruiz Zafón, si bien en una versión culta, infinitamente más elaborada y también provista de una latente y corrosiva ironía que brinda al libro un doble fondo y unas segundas lecturas. Estamos ante un autor que ni puede ni quiere renunciar en ningún momento a la alegorización crítica e ideológica –en el sentido más descongestionado y amplio– de la realidad social y contemporánea que debe siempre albergar todo buen texto literario. Dicha dimensión alcanza tanto a sus fabulaciones lúdicas y estéticas como a las vueltas de tuerca especulativas que da en torno a un clásico caso criminal.

Y es que donde el texto da el mayor salto al género fantástico es en las propias versiones en torno al asesinato. Si, en la primera parte del libro, «la marquesa salió a las cinco y fue asesinada a las seis», en la segunda «la marquesa salió a las cinco y fue asesinada a las cuatro» así como en la tercera la marquesa siguió saliendo a las cinco de su casa, pero «fue asesinada quinientos años después». Antonio-Prometeo Moya es capaz de llevar un caso policial a una arriesgada fabulación futurista donde todas las piezas encajen con una lógica deslumbrante.

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