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El nombre de Lucia Berlin se popularizó después de muerta. En concreto entre 2014-2015. Su 'Manual para mujeres de la limpieza', conmocionó el mundo editorial -con 16 ediciones en España y traducido a una treintena de idiomas, hasta el momento-, y muchos se preguntaban cómo alguien así había podido estar tanto tiempo en el anonimato, sin apenas publicar sus escritos, unos cuentos sorprendentes, que oscilan en la frontera entre lo autobiográfico y la ficción, lo privado y lo público, y con unos finales alejados del más mínimo romanticismo o edulcoramiento.
Lo mismo sucedió cuando apareció en 'Una noche en el paraíso', cuento que da título a todo el libro, donde narra la llegada a un hotel del equipo de 'La noche de la Iguana', integrado, entre otros, por el director John Huston, Ava Gardner, y Richard Burton acompañado de Liz Taylor con todo lo que puede suponer reunir en un mismo espacio a estas fuertes personalidades.
En sus relatos lo mismo escribe de su primer cigarrillo, encendido por el príncipe Ali Khan en una fiesta en Santiago de Chile, que de su experiencia en las clínicas de rehabilitación para tratar su alcoholismo, que también lo padecieron su abuelo –protagonista de un relato sobre un dentista- y su madre, que además abusaron sexual y físicamente de ella.
Ahora se edita 'Bienvenida a casa' (Alfagura), una recopilación de sus textos autobiográficos en los que la autora estaba trabajando antes de su muerte, que incluye fotos y cartas y que demuestra que sus historias cortas estaban íntimamente pegadas a su vida o por lo menos tenía un profundo conocimiento de lo que contaba. Su hijo Mark señaló al salir a la luz 'Una noche en el paraíso' que «mi madre escribía historias verdaderas: no necesariamente autobiográficas, pero por poco. Las historias y los recuerdos de nuestra familia se han ido modelando, adornando y puliendo con el paso del tiempo, hasta el punto de que no siempre sé con certeza que ocurrió en realidad. Lucia decía que eso no importaba: la historia es lo que cuenta».
Y bien que contaba. Escribía de forma implacable, sin ocultar ninguna miseria. Hablaba de lo que muchos no se atrevían a hablar. Pero al mismo, tiempo la forma en la que transmitía la fragilidad del ser humano dotaba a sus cuentos de compasión. Situaciones que en otros casos nos producirían vergüenza, se convierten en relatos llenos de amor y una abrumadora melancolía, pero sin pizca de autocompasión, quizás en una especie de exorcismo.
En las fotos de su juventud aparece como una guapa mujer moderna, casi siempre sonriente, pero con uno poso tormentoso debido a sus demonios interiores. Lucia Berlin nació, en Alaska en 1936, y murió, en Marina del Rey (California), en 2004, el mismo día de noviembre, el 12, como si se tratara de uno de sus cuentos. Su vida fue accidentada, con varios matrimonios rotos (tres en cinco años), numerosos amantes –varios de ellos maltratadores-, problemas con el alcohol, y continuos traslados, que le llevaron a vivir en su infancia en poblaciones mineras de Idaho, Kentucky y Montana; una sofisticada adolescencia en Santiago de Chile y ya de adulta en El Paso, Nueva York –con una vida llena de fiestas, cultura y glamour-, México y California.
Fue enfermera, telefonista, limpiadora, profesora de escritura en distintas universidades y en una cárcel. Múltiples vivencias y trabajos para sacar adelante a sus cuatro, hijos –a los que crío durante bastante tiempo en solitario- que le permitieron conocer a los más variopintos personajes que trasladó con familiaridad a sus relatos, que comenzó a escribir en los años 60 para huir de la soledad. Era «donde me sentía a salvo», aseguraba.
Tenía un profundo conocimiento del castellano, que aprendió de pequeña en un colegio de Chile. Después, en la Universidad de Nuevo México, estudió Literatura Española con Ramón J. Sender, y su tesis versó sobre Cervantes. Más tarde tradujo poemas medievales españoles y entre sus lecturas se encontraban Pablo Neruda y García Lorca.
'Manual para mujeres de la limpieza' es el relato que da título al libro que le dio el reconocimiento póstumo –antes había publicado seis pequeños libros sin repercusión-, y es el reflejo de cómo exprimía sus experiencias para convertirlas en historias, en este caso el recorrido de los transportes que utiliza la protagonista para llegar a las casas donde tenía que limpiar por horas, trabajo que hizo para sobrevivir. El cuento fue rechazado en trece ocasiones. Berlin no se rindió.
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