– ¿Utiliza la escritura para aclararse las ideas y saber qué opina sobre algo o para expresar lo que ya tiene claro?
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– Lo diría ... de otro modo:yo no soy los personajes. Una vez que has apuntado algunos de sus rasgos, los tienes que construir con coherencia. Muchas veces plantean cosas como yo no lo hubiera hecho porque no he tenido esas vivencias, ni la necesidad de plantearme esos interrogantes y por lo tanto, darme esas respuestas. Sí es verdad que muchas veces me interrogo sobre convicciones de los personajes y que, a lo mejor, en mi caso no se manifiestan con esa firmeza. O a la inversa: tienen dudas donde yo no las tengo.
– No entonces hay rastros biográficos en sus novelas, son pura imaginación...
– Así es, pero el hecho de que no sean autobiográficas no quiere decir que yo sea neutral en relación con mi propia identidad, mi manera de ver el mundo y mi memoria. Aquí hay pequeñas o minúsculas anécdotas que me han pasado y que, de repente, han encontrado su sitio. No soy una escritora autobiográfica, me alejo completamente de la autoficción, pero esa distancia entre mis personajes y yo no es una disidencia radical.
–¿Y qué desencadena en usted la necesidad de ponerse a escribir?
– Cuando empezaba a escribir tenía miedo a que se secara la fuente, pero nunca me ha pasado. Cuando termino un libro, no es que ya tenga otro en la cabeza, es que ya ha empezado a andar. Y como tengo cierta edad y tantos proyectos, lo que me pregunto es si tendré tiempo de hacerlos todos. No lo vivo con ningún tipo de ansiedad. Hay una novela que lleva conmigo no sé cuánto tiempo y que quizás nunca escriba, pero el hecho de tenerla en la cabeza me hace plantear alguna cosa que igual luego aparece en otra obra.
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– Además, ahora es dos autoras:ha interrumpido la publicación de otra novela de su heterónimo, Antonia Lassa.
– Puedo llevar las dos carreras a la vez. De Antonia Lassa se está gestando dos novelas y de Luisa Etxenike, también.
– Y como lectora, ¿de qué tipo es?
– Soy una lectura dócil. No soy una persona dócil, pero sí como lectora en el sentido de que no sustituyo el texto por mi visión, aunque sean contrarios. Escucho el texto porque me importa mucho la forma. Estoy atenta a los ritmos, a las imágenes, a la construcción de las escenas, etcétera... Produro ser una lectora dócil en el sentido de ser capaz de recoger todos los signos que el libro propone sin descartarlos.
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