Luisa Etxenike
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Luisa Etxenike
Un joven donostiarra que huye del asfixiante modelo de masculinidad que le impone su padre, una prostituta brasileña en ejerce en un club y lutier ... portugués de luto por la muerte de su gran amor conforman el triángulo que Luis Etxenike (San Sebastián, 1957) construye en 'Cuerdas' (Nocturna Ediciones). Con esta novela, Etxenike hace un paréntesis en su trayectoria de novela negra bajo el heterónimo de Antonia Lassa que comenzó hace dos años con 'Llevar en la piel'. La escritora presenta su novela hoy en el Convento de Santa Teresa, a las 19.00 horas.
– ¿Dónde sitúa 'Cuerdas' dentro de su trayectoria literaria? Quizás en esa mirada a los personajes de los márgenes que practica en los últimos años...
– La literatura debe poner el foco donde el foco no está puesto. Es verdad que me parece importante ver qué cosas se expresan, a veces con dificultad, pero también con más libertad, en los márgenes. Son cosas que pueden escapar a una excesiva normatización. Por otra parte, tenemos un concepto de lo político muy atado a la política, cuando en realidad está en aquello que afecta de verdad a la gente, como la exclusión, la discriminación por identidad o la Historia con mayúscula cuando te golpea y se convierte en tu vivencia.
– El título hace referencia en primer término a las cuerdas de una guitarra, pero también a las que unen y, a veces, se convierten en sogas.
– Eso es. Las cuerdas unen, pero también atan y aprisionan. Por eso me gustó mucho la portada porque muestra cuerdas en distintos momentos:sólidamente trenzadas, a punto de romperse, deterioradas... Pero son las cuerdas de la guitarra las que construyen la arquitectura de la novela, sobre todo, por esa especial afinación de la guitarra portuguesa.
– Tres personajes tejen la trama: un joven con problemas de identidad de género, una prostituta y un lutier portugués.
– Son personajes diferentes que no hubieran coincidido en una vida plácida, pero en esas tormentas en las que están, lo hacen de un modo azaroso. Además, corresponden con tres edades muy diferentes. En todos mis libros hay una forma de transgeneracionalidad y aquí también. Las zozobras de la vida llevan a estos personajes a juntarse, al principio como cuerdas sueltas y después, como cuerdas que pueden sonar juntas.
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– ¿Cree que efectivamente hay gente que nace en un cuerpo equivocado?
– No me atrevería a decir que sí o que no, pero me parecían importantes en mi novela dos cosas:una, hasta qué punto una experiencia de las construcciones de género muy agresiva puede impactar en el cuerpo de alguien al punto de hacerle aborrecerlo y sentirlo como una trampa. Y por otro lado, como por esa brutalidad de su padres entra en contacto con la prostitución, otra prisión del cuerpo. Quería darle al personaje de Jon la oportunidad de tener experiencias que le evitaran cualquier definición precipitada de sí mismo.
– Por su parte, Angela, vive disociada de su cuerpo, quizás la única manera de ejercer la prostitución.
– Hay una disociación y un divorcio brutal entre lo que ella sabe que es, y ese cuerpo que es usado y con el que no se puede identificar. Esos dos personajes tienen una vivencia de su cuerpo asociada a una violencia exterior, lo cual les genera un rechazo.
– En San Sebastián la prostitución no molesta porque no se ejerce en las calles y, por lo tanto, no se ve.
– De hecho, el local en el que en la novela se producen los encuentros con las prostitutas existe en la realidad. En San Sebastián hay muchísimos sitios en los que se ejerce la prostitución, pero nos desentendemos. De vez en cuando, vemos que se ha desmantelado alguna red de trata de mujeres aquí al lado. Eso también sucede, al igual que otras muchas presiones que la ciudad puede ejercer. Podría poner una lista de lugares de San Sebastián en donde se ejerce.
– ¿Qué dice de nosotros esa actitud?
– El personaje lo dice: «La prostitución es una cobardía del tamaño del mundo». Creo que es eso, cobardía, hipocresía, desatención, indiferencia hacia el sufrimiento de los demás y, desde luego, pervivencia de un modelo de masculinidad que determina muchísimas de las otras violencias contra las mujeres y contra el mundo.
– Y el tercer personaje, un hombre que vive el duelo, lo cual le conduce a la autolesión.
– Ahí la identidad no está tan asociada al cuerpo como a la moral. ¿Quiénes somos por dentro? ¿De qué somos capaces de hacer? Y como decía Pessoa, «somos múltiples», o Whitman, con lo de «contengo multitudes», tenemos habitantes en nuestro interior y vivir consiste en ese debate moral de preferir a los mejores. Y el descubrimiento de dualidades en su interior le llevan a cometer un acto terrible contra sí mismo. La novela tratará de que los tres revisiten sus puntos de partida y les conduzca a la posibilidad de otro punto de llegada.
– Practica una escritura fría, entiendo que de forma deliberada.
– Yo no diría que es fría...
– No digo que no queme: el hielo lo es y también puede quemar.
– Quizás sea eso. Me importa que sea una escritura que esté desnuda y conseguir que esté en carne viva porque sólo así puede quemar. Para estos personajes no hay simulacro. De alguna manera, me parece importante que determinadas temáticas se aborden sin refugio, ni escondite.
– También se dice en la novela que «muchas cosas de las que se enseñan no son ciertas» en referencia a determinados clichés que circulan con gran facilidad.
– Que circulan, que impactan en nosotros y que muchas veces nos construyen, hasta el punto de que nos cierran la cabeza, impidiéndonos pensar con frases propias. Ahí está la esencia y diría que la tragedia de los estereotipos. Martin Amis decían que «un prejuicio es un odio de segunda mano». Se llega al prejuicio por el cliché, por la frase hecha.
– Sin embargo, son muy eficaces...
– Está claro. Si por otro lado, se debilita el lenguaje y se hace dudar de él, van a triunfar esos discursos formateados que a mucha gente le construyen. También aquí los personajes son vulnerables, uno por edad, a esos estereotipos. Y no digamos la prostituta que vive en un constante subrayado de las mismas cosas. Quizás el lutier, porque tiene una experiencia más matizada de las cosas, va a abrirse a un lenguaje más propio.
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