Mañana en la batalla escribe por mí
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Muertes ilustres que paran la rotativa y necrológicas con txapela: historias de Isabel II y la cocina vasca, el caballero Javier Marías y Alain Tanner, el suizo discretoLa Agenda Portátil ·
Muertes ilustres que paran la rotativa y necrológicas con txapela: historias de Isabel II y la cocina vasca, el caballero Javier Marías y Alain Tanner, el suizo discretoLos periodistas sentimos las «muertes ilustres» por partida doble: por el pesar que provoca siempre la desaparición de una vida... y porque obliga a apretar el ritmo. El fallecimiento de un notable lleva a cambiar las páginas previstas, mandar 'urgentes' a la web y articular ... despedidas vistosas. El periodismo neocrológico desata en las redacciones un lógico y autodefensivo humor negro: consideramos como verdaderos damas o caballeros a quienes mueren a hora temprana, lo que permite organizar el trabajo con más calma, y lamentamos más los fallecimientos de última hora que te obligan a cancelar la cena pactada o quedarte sin el partido de la Real.
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Escribo antes de la inmersión en el 'glamour' festivalero, cuando aún seguimos de duelo por la reina de Inglaterra y el rey de nuestras letras, Javier Marías. La muerte de Isabel II nos trajo a su vez otro fenómeno periodístico: eso que llamamos «poner txapela» a las grandes historias informativas, es decir, 'acercarlas' a nuestro territorio. En el caso de 'The Queen' no podíamos contar las visitas que nunca hizo al País Vasco, ni teníamos fotos de ella con la camiseta txuri-urdin (aunque circularon tantos memes con la monarca ataviada de blanquiazul) pero siempre tendremos a Juan Mari Arzak. Llamé al cocinero y nos contó el día de 1988 en que dio de cenar a los reyes británicos en La Moncloa, con su diagnóstico: «No era tan estirada como nos habían dicho», resumió el chef. Eso sí que es trazar un perfil psicológico en un titular.
El domingo, cuando llegábamos a trabajar, supimos la muerte de Javier Marías. Aquí les puedo revelar otro secreto del periodismo necrológico: desde días antes se conocía la delicada situación del insigne escritor y había ya «material» preparado. Pero la noticia nos impactó: era un hombre de 70 años en plenitud. También me golpeó la noticia como lector: desde siempre fui leyendo sus novedades con atención, deslumbramiento ante su prosa hipnótica (las clásicas 'Corazón tan blanco' o 'Mañana en la batalla piensa en mí') y especial atención por algunas menos valoradas, como 'Los enamoramientos'. Hay quien ha caricaturizado a Marías por los artículos de «señor siempre enfadado» que escribía en los últimos años, pero como novelista aportaba siempre una luz distinta.
Creo que no me traiciona la memoria si digo que a mediados de los 80 el también prematuramente desaparecido José Mari Calleja me presentó al joven Marías en los Cursos de Verano en el Palacio de Miramar, cuando Calleja y yo trabajábamos en La Voz de Euskadi (y caigo aquí en otro de los vicios del periodismo necrológico, hablar de uno tanto como del muerto).
También esta semana se fue Jean Luc Godard. Cuando mi exjefe Pedro Gabilondo me recordó que el director pasó por el Festival en 1962 subí a la hemeroteca del periódico y disfruté de un largo rato repasando esas delicias en color sepia. Ahí estaba Godard, entrevistado por Torres Murillo en el María Cristina, en las páginas festivaleras de DV, junto a la columna llena de humor e inteligencia de Alfonso Sánchez.
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También estos días se ha muerto otro enorme director suizo, Alain Tanner, que tan felices nos hizo con filmes como 'En la ciudad blanca' o 'El diario de lady M', y a quien entrevisté también en el cinco estrellas: él era ya un director fetiche y con resaca y yo un Tribulete imberbe. Pero vuelvo a caer en el error de hablar más de mí que del muerto. También dicen los manuales que nunca hay que titular con nombres de películas o novelas (¿cuántos reportajes se llaman 'Crónica de una muerte anunciada'?) y hoy casi incumplo las reglas.
mezquiaga@diariovasco.com
En un par de tardes de verano devoré una «novela negra a la donostiarra» (antes parecían términos que no casaban, pero ahora es todo un género) que presenta los clichés y exageraciones propias del 'noir' pero se lee con placer. 'Galerna', del portugalujo Peru Cámara, cuenta una historia de crímenes que arranca con un cadáver en el Peine del Viento (¿hay algo más subversivo que imaginar que chorros de sangre salen por los 'agujeros' por donde suele colarse agua del mar?) e incluye sucedidos inquietantes en el Aquarium, Miraconcha o la isla. Un forense novato, ertzainas resabiados, cocineros con pasado, concejales corruptos y profesores universitarios con expedientes oscuros desfilan por una novela inquietante en las postales donostiarras. A veces estamos abrumados por tanto noir euskandinavo, pero esta 'Galerna' agita.
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Ni un sábado sin su paseo. Un día de agosto cubrí la etapa cero del Camino de Santiago, de Donibane Garazi (o Saint Jean Pied de Port) hasta Roncesvalles. Dicen que es una de las más bellas, y duras de todo el Camino. Doy fe de las dos cosas, tras más de 7 horas subiendo y bajando montes. El cuerpo termina exhausto, pero el alma, como nueva. O algo así.
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