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La escritora Marian Fernández López (Lazkao, 1962) reúne en su séptimo libro, 'Las horas que me quedan por bailar', una colección de textos a ... medio camino entre el aforismo y la prosa poética, una fórmula que ya adoptó en los títulos que ha publicado desde 2019. La autora presentará el libro, junto a Marimar Estévez-García, este miércoles, a las 18.30 horas, en la Casa de Cultura Ernest Lluch.
«No somos eternos. Pasamos demasiado tiempo equivocándonos de rumbo, poniendo el foco en cosas que no tienen interés, nada hay más valioso que el tiempo, en qué y cómo lo dedicamos. Cada día que pasa no vuelve más y es urgente vivir, pueden ser las últimas horas que nos queden por bailar.....», señala.
Aunque en sus primeros libros optó por la poesía, en 2019 cambia de registro con 'Un dulce temblor de ramas' porque «la narrativa da otras posibilidades que no da el verso. No ha sido algo premeditado, simplemente salió, pero sí, me encuentro muy cómoda en este registro porque con una o dos frases se puede definir el estado tormentoso en el que nos encontramos a veces y cómo de pronto se abre el cielo y todo cambia».
Autora: Marian Fernández López
Editorial: Con M de Mujer
Páginas: 98
Precio: 11,40 euros
En sus textos, Fernández arremete contra la búsqueda a cualquier precio de la felicidad «como si fuera la panacea a cualquier mal». En su opinión, «la felicidad es sentirme viva con las cosas buenas y malísimas que hay en el día a día. La creencia de que la felicidad tiene que ser otra cosa más grande que lo que tenemos nos ha empequeñecido el espíritu y nos ha vuelto egoístas».
También el canto a la soledad buscada es una constante en todos sus libros. «Es fundamental en todo aquel que quiera ser libre, sin apegos, ni ataduras», a pesar de que, como apunta, «tiene muy mala prensa, casi todo el mundo se escapa de ella». Admite que «la impuesta es dura, pero la que libremente elegimos como compañera de vida es maravillosa». Se confiesa «una persona solitaria, pero eso no quiere decir que no me guste estar con los demás, eso sí, de uno en uno, para mí tres ya somos muchos».
En uno de los textos, la autora revela su peculiar truco para aliviar tristezas y melancolías: integrar en su rutina de paseos los alrededores de hospitales oncólogicos, residencias de ancianos o incluso la cárcel. «Me viene de maravilla cuando estoy de bajón y pienso en lo que no me salió bien, en esas tonterías que pensamos cuando somos arrogantes con la vida». En este punto, explica que «creemos que todo lo malo nos pasa a nosotros, somos egocéntricos, no pensamos ni un segundo en toda la gente que verdaderamente está sufriendo guerras, enfermedades, violaciones, una vez más nos olvidamos del regalo de la vida».
Y acaba con una petición: «Reflexionemos por favor, cada cosa que despreciamos o no vemos es un don, miremos más allá de nuestro alcance y seamos amables con los que lo están pasando mal, que no tiene que ser solo el que está al otro lado del mundo, seguro que en cada vecindario hay alguien que agradecerá nuestra ayuda».
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