La novela de enorme éxito que estuvo a punto de no publicarse
Historias de película. Lo que el viento se llevó ·
Margaret Mitchell abandonó durante siete años y sin acabar 'Lo que el viento se llevó' y luego trató de evitar que viera la luzHistorias de película. Lo que el viento se llevó ·
Margaret Mitchell abandonó durante siete años y sin acabar 'Lo que el viento se llevó' y luego trató de evitar que viera la luzcésar coca
Martes, 4 de enero 2022, 07:15
Treinta y un años antes de que Gabriel García Márquez tuviera que dividir en dos el manuscrito de 'Cien años de soledad' porque no tenía el dinero necesario para enviarlo completo por correo a su editor, una periodista estadounidense que no había publicado ningún libro ... hasta entonces hubo de comprar una gran maleta para meter en ella el original de la novela que había escrito tiempo atrás. La edición más común de 'Lo que el viento se llevó' ronda las mil páginas de letra muy apretada. El manuscrito, elaborado con una vieja Remington, son miles de folios con un peso de varios kilos. Con él se presentó Margaret Mitchell ante el editor Harold MacMillan, que había llegado a Atlanta en busca de nuevos valores literarios. La escritora le llevó su libro a falta del primer capítulo y con escasa convicción. De hecho, durante varios años había perdido todo interés en la novela que le cambió la vida y gracias a la cual entró en la Historia de la Literatura.
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Si en el rodaje de la película producida por David O. Selznick todo fue excesivo (tres directores, numerosos guionistas, un casting interminable para buscar a la protagonista, la escena del incendio en la que ardieron realmente los decorados de varias otras películas ya terminadas, el metraje, una música inolvidable), la gestación de la novela no le fue a la zaga.
Margaret Mitchell nació en Atlanta en 1900 en el seno de una familia acomodada. Su padre, abogado, le transmitió su pasión por la Historia. La madre fue una conocida sufragista que se cuidó de que la niña tuviera la mejor educación posible. Esta pronto mostró una afición notable por la escritura. Pero la vida de la futura novelista se torció: su prometido murió durante la Primera Guerra Mundial y su madre, a causa de la 'gripe española'. Ello la obligó a dejar los estudios y ponerse al frente de la familia. Un matrimonio temprano con un deportista ya retirado y dedicado a negocios poco claros terminó como el rosario de la aurora: con un divorcio después de varios episodios de violencia doméstica.
Para entonces, Mitchell trabajaba en una revista semanal de Atlanta, donde había adquirido el rango de columnista. Un compañero de la Redacción se convirtió en su segundo esposo. Fue este quien la convenció de que aprovechara una larga baja a consecuencia de un accidente para escribir una novela. Y qué mejor marco que la Guerra de Secesión, un tema que la apasionaba, y sobre el que había podido hablar con numerosos testigos de la campaña de Atlanta. En cuanto a la trama romántica, la escritora volcó buena parte de su propia experiencia. Con todo ello quería narrar el fin de una época y un estilo de vida que había conocido siquiera por boca de quienes estaban allí. Corría el año 1926.
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Tardó dos en volver al trabajo. Para entonces llevaba miles de folios escritos. Pero el regreso a la vida normal hizo que perdiera el interés por terminar el libro. En realidad solo volvió a pensar en él cuando en 1935 conoció a MacMillan gracias a una amiga común y en parte también como respuesta a un colega que se burlaba de ella diciendo que nunca podría hacer una novela. El editor, según parece por mera cortesía, le preguntó si no había escrito nada. Fue entonces cuando ella se vio obligada a comprar una maleta para llevarle el descomunal manuscrito. Apenas unos días después de entregárselo, cuando él ya había regresado a Nueva York, Mitchell le envió un telegrama en el que le pedía que diera el texto por no recibido.
Llegó tarde. Para entonces, MacMillan estaba convencido de que tenía en sus manos una obra llamada a ser un éxito mayúsculo. Tanto es así que su respuesta a la petición de la autora fue remitirle un generoso anticipo en concepto de derechos de autor y reclamarle que escribiera el primer capítulo, que faltaba en el manuscrito.
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MacMillan no se equivocó. Antes de que la novela llegara a las librerías, en junio de 1936, ya estaban reservados decenas de miles de ejemplares y David O. Selznick había pagado 50.000 dólares por los derechos para llevar la historia al cine, la cifra más alta ofrecida hasta ese momento en Hollywood.
Antes de finalizar el año 1936, la novela alcanzó el millón de ejemplares vendidos, y su éxito se multiplicó primero con el Pulitzer que ganó en 1937 y a partir de 1940 gracias a la versión cinematográfica. Mitchell se convirtió en la mujer más importante de su país: con las enormes sumas que cobró gracias a la novela, sufragó becas y apoyó obras benéficas de todo tipo. Su popularidad era tal que encabezó una campaña para financiar la construcción de un crucero que sustituyera al 'USS Atlanta', hundido durante la guerra, y en solo dos meses recaudó 65 millones de dólares.
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Pese al final abierto de la novela, nunca pensó en escribir una continuación. Tampoco pudo disfrutar mucho tiempo de un éxito que le había resuelto la vida. El 11 agosto de 1949 fue arrollada por un coche cuando iba al cine con su esposo. Murió cinco días más tarde.
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