David Torres
David Torres
El escritor David Torres ha recuperado al personaje del exboxeador Roberto Esteban, ahora ya camino de la vejez, renqueante y medio sordo, para contar una historia sobre mafias y bandas juveniles en un Madrid poblado de criminales, tanto de machete como de guante blanco, y concejales corruptos. En su novela 'Nieve negra', que publica Reino de Cordelia, el antiguo campeón de peso medio se ha retirado del oficio de rompepiernas a sueldo y está empleado como portero de discoteca, un trabajo en teoría más tranquilo pero a la postre no menos peligroso. Torres (Madrid, 58 años) quedó finalista en 2003 del Premio Nadal con 'El gran silencio', donde aparecía por primera vez el púgil, quien volvió a irrumpir en escena en 'Niños de tiza'. Devoto seguidor de las enseñanzas de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, considera que la novela negra es el «mejor invento literario del siglo XX».
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En esta tercera entrega del antiguo matón, ahora más descreído, abstemio y con una inocultable vocación paternal, el que fue campeón del cuadrilátero deberá enfrentarse con delincuentes de toda laya para descubrir al asesino de la nieta de un clan mafioso. En un texto con un estilo literario de altos vuelos e imágenes rebosantes de belleza, Torres cultiva un tono confesional como el que gastaba Hammett en sus novelas, al tiempo que trufa el texto de un humor cínico y diálogos brillantes y afilados.
–En esta nueva entrega, Roberto Esteban, exboxeador, medio cojo, medio sordo, ya bastante cascado, reaparece después de muchos años. ¿Qué evolución ha seguido el personaje?
–La evolución que sufrimos todos, cuesta abajo, básicamente. Es un Esteban que, como yo, está a las puertas de la vejez. Por lo demás, sigue siendo el mismo tipo. No veo que haya excesivas diferencias entre el Esteban de 'El gran silencio' y el de 'Nieve negra'.
–¿Encuentra algún tipo de épica en el boxeo?
–El boxeo revela la hipocresía de un mundo que acepta la guerra y los bombardeos de gente inocente y, sin embargo, es incapaz de ver cómo dos adultos se suben a pelear desnudos en un cuadrilátero, como si eso recordara a la Edad de Piedra. Y la Edad de Piedra está más bien, por ejemplo, en lo que está haciendo Israel con Gaza o lo que está ocurriendo en la guerra del Congo.
–Leyendo 'Nieve negra' uno parece estar ante una página de Raymond Chandler redivivo. ¿Son Chandler y Dashiell Hammett los grandes renovadores del género negro? ¿Siguen vigentes?
–Quien más me ha influido ha sido Raymond Chandler. Se nota sobre todo en la voz, en el uso de la primera persona, en ese tono de confesión que tienen las novelas de Chandler, aunque en realidad el que lo inventó fue Hammett. Creo que la novela negra es el mejor invento literario del siglo XX, al menos el de más éxito. Lo que pasa es que la gente suele confundir la novela policíaca con la novela negra. En realidad, en la novela negra la trama es lo de menos, es algo bastante secundario en comparación con la importancia que tienen la atmósfera, los personajes y la crítica social que destila. Y sí, Hammett y Chandler, y luego Ross MacDonald y Jim Thompson son las cumbres de un género que en España tiene a Vázquez Montalbán como su máximo representante.
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–Roberto Esteban y Gabriela forman una pareja un tanto quijotesca. ¿Quién es Sancho y quién es el Quijote? Porque los dos son bastante descreídos y desencantados.
–Holmes y Watson ya eran de alguna manera Quijote y Sancho. Todo lo que hemos descubierto y vamos a descubrir sobre la novela ya está en 'El Quijote'. La relación entre Roberto Esteban y esta chica hondureña tiene que ver más bien con la paternidad, con la paternidad que él no ha conocido y con la orfandad de ella. Gabriela no sabe lo que es la ternura y viene de un mundo terrible. Roberto Esteban ha tenido una infancia muy dura en San Blas, pero, comparada con la que ella ha vivido en San Pedro Sula, parecen unas vacaciones en un castillo inglés.
–Pinta un Madrid tomado por las mafias y las bandas callejeras, con grupos delictivos de nigerianos, maras latinas, chinos, búlgaros... ¿Madrid es una ciudad del crimen? Visto desde la burbuja en que vivimos, parece una ciudad segura.
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–Cualquiera que vive aquí sabe que Madrid es una ciudad del crimen, no tanto del crimen callejero, sino del de guante blanco. De la impunidad, de los fondos buitres, de los saqueos inmobiliarios y de los votantes que aceptan estos gobiernos ladrones y completamente impunes. La novela se mueve en esos términos: viene a decir que el crimen es la sociedad en sí.
–Estos pandilleros, más que mafiosos, no tienen nada que ver con la templanza y la sinuosidad de Vito Corleone.
–'El Padrino' es una película que está muy bien, pero idealiza por completo a los gánsteres, los romantiza. De hecho, los gánsteres verdaderos se pusieron a imitar a Marlon Brando. En cambio, 'Uno de los nuestros' o 'Los Soprano' muestran bastante bien cómo son realmente los mafiosos: gente sin ningún glamur, sin ningún encanto. Algún jefe mafioso que ha sido capturado se pasó años y años viviendo escondido en el palo de un gallinero. En definitiva, 'El Padrino' está muy bien, pero yo creo que Scorsese acertó mucho más, entre otras cosas, porque conocía de primera mano a esa gente.
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–Su protagonista es un antihéroe que no responde al tópico de este tipo de ficciones: no es un canalla, ni bebe ni fuma.
–Ni es un divorciado que arrastra problemas con su ex, como sucede con frecuencia en el 'noir ' nórdico.
–Pronto la novela se convierte en una 'road movie'. Eso le da la oportunidad de hacer una incursión en Benidorm, que es en sí un microcosmos muy tentador para un escritor.
–Sí, aproveché que durante cierto tiempo estuve veraneando en Benidorm y me resultó un sitio muy curioso. La 'road movie' en España tiene el problema de que en cuestión de unas horas te has caído al mar. Al fin y al cabo, si uno lo piensa bien, 'El Quijote' es la primera 'road movie', porque 'La Odisea' es una travesía por mar.
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