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El asunto del consentimiento en las relaciones sexuales es el meollo de la novela ‘Prima facie’, de la australiana Suzie Miller. Tessa Ensler, una ambiciosa abogada entre cuyos clientes figuran agresores sexuales, se enfrenta a sus propias argucias cuando ella misma sufre una violación. En su caso, no gritó ni se defendió. Ni siquiera hubo violencia. En esta tesitura, ¿cómo es posible persuadir a un tribunal de que no hubo consentimiento? La cuestión es de máxima actualidad: basta con echar una ojeada a los periódicos para encontrarse con noticias similares.
La actriz Victoria Luengo interpretó el monólogo de ‘Prima facie’ en los escenarios y cosechó el aplauso unánime de la crítica y el público. Ahora, la editorial Seix Barral publica la adaptación novelística de la pieza teatral, que cuenta de modo descarnado cómo el sistema judicial no está preparado para amparar a las víctimas de las agresiones sexuales ni para entender la complejidad de una experiencia traumática. «A las mujeres no se nos ha preguntado. La ley ha sido diseñada alrededor de la sexualidad masculina», asegura la escritora.
La pieza teatral supuso un antes y un después en varios países a la hora de afrontar los juicios por violación. Suzie Miller, abogada defensora durante muchos años, hace de su experiencia jurídica una novela de intensa emotividad que, a la vez, es un alegato contra la violencia infligida a las mujeres. Antes de convertirse en dramaturga, su trabajo como abogada la obligaba a escuchar a decenas de víctimas de violencia sexual. La tesis de ‘Prima facie’, que sigue causando perplejidad en muchos hombres, algunos de ellos incluso policías que toman declaración a mujeres ultrajadas, es que la legislación penal destila aversión contra el sexo femenino. «La misoginia está en la atmósfera, se respira», dice la escritora.
«Cualquier parte implicada en el acto sexual puede cambiar de opinión y decir: ‘No quiero seguir’. Esto puede frustrar y cabrear, pero hay que aceptarlo». Para Miller, la mujer está en su derecho de cambiar su aceptación inicial y exigir la suspensión del coito simplemente porque le duele, no le gusta o no se siente cómoda. «Si tú no sabes leer ni interpretar las señales sociales, pues pregunta», sentencia la autora.
Como antigua abogada penalista, Suzie Miller era una descreída y hasta impugnaba en ocasiones los cimientos del tratamiento penal de la violencia contra la mujer, pero ahora está apreciando que ciertas cosas están cambiando. «En el Reino Unido, todos los jueces están obligados a leer el libro o a ver una grabación de la obra de teatro. Cuando escribí la historia, nunca me lo hubiera imaginado. Me parece increíble y fascinante».
Las leyes punitivas contra la violación avanzan lentamente, a cuentagotas. No por casualidad, la prohibición de que un marido pueda violar a su esposa dentro del matrimonio data de hace solo 30 años. «Antes de eso, se otorgaba al hombre un consentimiento perpetuo para que hiciera lo que quisiera dentro del matrimonio», argumenta.
Para Miller, no cabe otra posibilidad que seguir luchando contra el machismo institucional, sobre todo contra la exposición continua de los menores a la pornografía. «Muchos chavales tienen interiorizado que asfixiar a la chica es una práctica normal dentro del juego sexual y lo están practicando. A causa de ello, están muriendo adolescentes asfixiadas a manos de su pareja».
‘Prima facie’ ha ayudado a cambiar mentalidades y ha triunfado allí donde se ha visto el montaje. En el Reino Unido, encabezó la taquilla durante todo un verano, por delante de las superproducciones de Marvel. El monólogo ha estremecido a muchos jóvenes que han descubierto cómo sistemáticamente se cuestionan las denuncias por violaciones y agresiones sexuales, desde que se admite a trámite hasta que se celebra el proceso, algo que no ocurre en otro tipo de delitos. «Las mujeres que han sido atacadas entran en modo supervivencia. Quizás recuerdan algunos detalles, pero la coherencia y la consistencia no pueden ser usadas como pruebas absolutas de veracidad», arguye la autora.
No es caprichoso el temor de las mujeres a sufrir abusos. No en balde, una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física o sexual, según las estadísticas de la ONU.
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