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Las luces de la sala se apagan y la pantalla se ilumina. En el cine, el público apenas espera a que se diluyan los títulos iniciales para ponerse del lado de ese grupo variopinto de delincuentes que va a intentar el atraco imposible. Imposible ... porque, ni que decir tiene, el objeto de deseo está tan protegido que ni siquiera se puede soñar con él. Seguramente algo fallará, es más que probable que el cerebro, ese líder con una mente prodigiosa, capaz de urdir un plan tan loco como brillante, vuelva a prisión. De hecho, a menudo ha tejido su telaraña en la cárcel. Pero el cóctel es irresistible, tanto que ha sido capaz de sobrevivir décadas. Generaciones que no han visto 'Rififí' (1955) ni su versión humorística 'Rufufú', 'Topkapi' (1965) o 'Un diamante al rojo vivo' (1972) entre otras muchas, sí conocen 'Ocean's Eleven' (2001) y sus secuelas, solo muestras de un género en sí mismo al que no ha sido ajeno el cómic.
Sin embargo, el arte de las viñetas nunca se ha prodigado en el mundo de los ladrones de guante blanco con la misma intensidad que el cine o la literatura. Y no deja de ser oportuno mencionar a su personaje más emblemático, el Arsenio Lupin de Maurice Leblanc, ya que es uno de los actores invitados en las aventuras de una particular banda de atracadores, Los Aristócratas.
En 1973, en las páginas de la revista italiana Il Corriere dei Ragazzi, debuta una nueva serie concebida por dos autores de gran solvencia, el guionista Alfredo Castelli (26 de junio de 1947, Milán, Italia) y el dibujante Ferdinando Tacconi (27 de diciembre de 1922 - 11 de mayo de 2006, Milán, Italia), ambos de larga trayectoria recompensada con éxitos notables. El primero, responsable de haber dado vida a Comics Club 104, el primer fanzine italiano dedicado al cómic, ha escrito series para la RAI y creado personajes como Zio Boris o L'Ombra, inspirado en el hombre invisible de Wells. Precisamente, el encargado de dibujar estas aventuras es Ferdinando Tacconi, y de sus lápices nacerán Los Aristócratas. Antes, ha publicado Morgan il Pirata, Jet Morgan, Jeff Hawke (no en vano su gran sueño fue ser piloto y durante años se especializó en el dibujo de aeronaves)... Paradójicamente, al fin fueron los sombreros de bombín quienes le dieron más fama que los monos de aviación.
La premisa de los ladrones de guante blanco estaba bien, más considerando que los dos autores trabajaron intensamente en la construcción de personajes carismáticos, encabezados por el cerebro de la banda, conocido como El Conde. Sin embargo, dando una vuelta de tuerca a la idea, deciden que los Aristócratas robarán por regla general a delincuentes que burlan a la justicia. Los beneficios de sus incursiones serán destinados a fines honorables, salvo un 10 % que pasará a engrosar sus cuentas corrientes. No llegarán a ser modernos Robin Hood, pero tampoco estarán demasiado alejados de la idea.
El Conde no trabaja solo; su equipo lo completan Fritz, el genial alemán inventor de lo que haga falta, Álvaro, el hombre capaz de abrir cualquier cerradura, el gigantón Moose, los músculos necesarios cuando hay que recurrir a métodos directos aunque jamás empleará armas, y Jean, la sobrina de El Conde, una joven muy inteligente que no rehúye la acción.
Autores: A. castelliy F. tacconi
Estilo: Aventura.
Editorial: Ponent Mon.
Páginas: 196
Precio: 39 euros
Sus aventuras deslumbran por lo ingeniosas que resultan; sus escenarios abarcan el mundo entero y los actores secundarios con los que se encuentran a menudo son ilustres, tanto reales como imaginarios. Así, el mencionado Lupin, Sherlock Holmes, el inspector Clouseau de la Pantera Rosa, Dick Tracy, Tarzán, Diabolik… interactúan con otros tan reales como la reina Isabel II de Inglaterra, al parecer íntima amiga de El Conde. La planificación de los robos así como los trucos empleados para salir indemnes y para eludir una y otra vez al detective Mike Allen, quien no solo se siente atraído por Jean, sino que sospecha que bajo esa fachada de gentlemen se ocultan los delincuentes más buscados, convierten a Los Aristócratas en una lectura divertidísima, porque, además, Tacconi dibuja como los ángeles. Autor con un estilo académico tan reconocible en la escuelas italiana y argentina, siempre preocupado por la caracterización y sentido de la narrativa, juega con la ambientación y la fuerza del negro. Y ahora, después de que Bruguera reprodujera tremendamente mal en el interior de sus revistas algunas de sus historias, Ponent Mon las devuelve al lector en una edición primorosa.
Disfrutarla es una obligación.
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