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Existieron épocas de las que solo quedan relatos transmitidos de generación en generación por juglares, protagonizados por héroes que no quisieron serlo. Leyendas, historias donde los humanos se relacionan con sus dioses y, tal vez, con otras civilizaciones venidas de muy lejos. Todo lo que ... aconteció a un hombre llamado Thorgal será ahora conocido, y será también que sus aventuras no habrán tenido parangón con las vividas por nadie.
Y es que hablar del protagonista de, hasta el momento, la friolera de treinta y seis álbumes, es hacerlo de uno de los más veteranos y queridos de la bande dessinée desde su primera aparición en 1977 dentro de las páginas de la revista 'Tintin'. Entonces, El guionista Jean Van Hamme y el dibujante Grzegorz Rosinski unen sus talentos para crear una serie tan inusual que combina dos géneros que no suelen llevarse bien al menos en el cómic, la fantasía heroica y la ciencia ficción.
Van Hamme (16 de enero de 1939, Bruselas, Bélgica), estudiante de economía política y con cuatro títulos universitarios, trabaja durante doce años centrado en el marketing. En 1967 contrae matrimonio y, aunque tal relación solo dura tres años, es su esposa, modelo del pintor e ilustrador Paul Cuvelier, quien le anime a dedicarse al arte de las viñetas, si bien tiempo después también se adentrará en la novela y en los guiones cinematográficos. La tercera persona relevante en su vida profesional será el dibujante Rosinski (3 de agosto de 1941, Stalowa Wola, Polonia), entonces muy lejos de la estrella en que se convertirá gracias a la serie que ambos crearán en común, la del vikingo de cabellos negros. Graduado en el Liceo de Bellas Artes de Varsovia, colabora en múltiples publicaciones de su país hasta que, en 1976, viaja a Bélgica con una beca que le llevará a reunirse con Van Hamme. La química que surge entre ambos se plasmará en 'Thorgal', bajo el planteamiento de aventuras con un arranque clásico pero que pronto alcanzarán una dimensión sorprendente.
El primer álbum, 'La maga traicionada', sitúa la acción a finales de año 1000 D.C., en un poblado vikingo que no se diferencia demasiado de la imagen que todo lector ya puede poseer a partir de cualquier película o libro. Allí gobierna Gandalf el Loco, nada que ver, claro está, con el mago de 'El señor de los anillos'. El joven Thorgal, encontrado siendo bebé en el mar, no es del agrado del reyezuelo y firmará su sentencia de muerte al enamorarse de Aaricia, la hija del cruel dictador. Sin embargo, la intervención de una extraña mujer cambiará su destino irreversiblemente. Thorgal es un guerrero en el sentido más tradicional de la palabra, extremadamente fuerte, rápido, habilísimo con la espada, gran jinete y arquero letal, pero siendo demasiado impulsivo sobre todo al principio de sus andanzas y en absoluto cobarde, más bien al contrario, no le mueven afanes de conquista, poder o riquezas materiales. Así, el amor que siente hacia la mujer con la que emprenderá un largo viaje y con quien tendrá dos hijos, será el motor de buena parte de sus actos. Como cabe esperar, además, sus valores morales son elevados, frase que pretende encerrar un pequeño juego de palabras porque, en Thorgal, pocas cosas son como cabe esperar.
No habrá que esperar demasiado para comprender que los guiones de Van Hamme no van moverse en lo convencional. Bastará adentrarse en el segundo álbum, 'La isla de los mares helados' (1980), el lugar donde un personaje ya conocido descubrirá el verdadero origen del protagonista. Se suele decir, y así parece, que el escritor conocía bien los textos de Erich Von Däniken, autor que se hizo tremendamente famoso en 1968 a raíz de su libro 'Recuerdos del futuro', donde planteó una teoría según la cual la Tierra fue visitada hace muchos siglos por civilizaciones extraterrestres cuyo legado resulta patente en cientos de edificaciones, monumentos y ruinas de la antigüedad. Sea cierto o no, Van Hamme aprovecha esta conclusión a la que llega el investigador suizo para que 'Thorgal', desde ese instante, albergue tanto el mundo de la fantasía como el de la ciencia ficción. Un cóctel complejo que habría de ser representado por un dibujante notable.
Rosinski, en efecto, se encarga de los treinta y seis tomos publicados, un alarde de continuidad no tan habitual. De hecho, Van Hamme abandona el título en 2006, en el número 29, siendo sustituido por Ives Sente. Y la evolución en los lápices, entintado y color del polaco es fabulosa, muy alejada de unos principios titubeantes en el manejo del lenguaje del cómic, escenas de acción incluidas y clasicismo en el trato de la figura humana.
Todo ello se encuentra en los integrales de Norma, exquisitamente publicados y plagados de contenidos adicionales que el lector agradecerá. Un viaje a las estrellas que aún continúa.
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