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Existió una Edad Media y, probablemente, si ha habido una época edulcorada por el cine y el cómic, ha sido aquella. Es difícil no recordar el 'Robin de los bosques' de Errol Flynn o 'El Príncipe Valiente' de Harold Foster, fotogramas y viñetas en ... los que los ropajes eran delicados y llenos de colores, impolutos, al igual que el interior de los castillos e, incluso, que las humildes cabañas de los campesinos. No, con toda seguridad, las cosas no fueron así. Ni como suceden en 'El capitán Trueno' de Mora y Ambrós o, menos aún, en 'El Guerrero del Antifaz' de Gago. Pero seguramente sí sucedió como se cuenta en 'Las torres de Bois-Mauri'.
Antes de continuar, un pequeño apunte ortográfico: la serie original que comenzó a publicarse en Francia en 1984 se tituló 'Las torres de Bois-Maury' y, de hecho, así se conoció también a este lado de la frontera cuando Norma la incluyó en la revista Cimoc. Sin embargo, Planeta Comic ha decidido cambiar 'Maury' por 'Mauri' sin que nadie consiga entender qué razones de peso le han podido llevar a tomar semejante decisión. En consecuencia, la doble escritura de la palabra en esta página no se debe a una errata, sino a dicho cambio. En cualquier caso, todo empieza con un anhelo, probablemente imposible. Aymar de Bois-Maury persigue volver a las torres de su castillo y, al fin, recuperarlo. Una aventura que le obligará a recorrer los caminos de media Europa hasta llegar a las tierras de Palestina. Inevitablemente, semejante empeño le llevará a enfrentarse a multitud de desafíos y peligros sin que, pese a todo lo que irá sucediéndole, olvide la misión que le impelió a iniciar una andadura que, un día, continuarán sus descendientes. Dicho así, puede que el lector imagine de inmediato páginas llenas de batallas heroicas y rocambolescas aventuras, pero no es eso lo que Hermann quiere contar.
Michel Régnier (5 de mayo de 1931, Ixelles, Bélgica), más conocido como Greg, ya conocía a Hermann Huppen (17 de julio de 1938, Bévercé, Bélgica), dibujante aún primerizo y tremendamente influenciado entonces por el tótem de la bande dessinée Jijé, que en esos años deslumbra con el western 'Jerry Spring' (1954-1967), guionizado por Albert Goscinny.
Tras una tentativa de publicar juntos que no fructifica debido a la inexperiencia narrativa del joven Hermann, Greg le propone un nuevo título que tendrá como protagonista a un agente de la Interpol que, acompañado por Djinn, un niño hindú y el capitán Barney Jordan, surcará los océanos a bordo de un velero llamado 'Cormorán'. Corre el año 1966, y 'Bernard Prince' debuta en la revista 'Tintin'. Ese estreno supondrá el inicio de una de las carreras más prolíficas, brillantes y representativas de la bande dessinée y, en definitiva del cómic europeo.
En efecto, Hermann posee un estilo propio y un talento que irán consolidándose a medida que su lápiz se adentra en multitud de proyectos de distinta naturaleza. Así, en diciembre de 1969 arranca 'Comanche', también en colaboración con Greg, western con personalidad propia, lejos del estilo del 'Teniente Blueberry' de Charlier y Giraud que ya está empezando a marcar una época. Diez años más tarde, finalmente, Hermann afronta su primer gran desafío en solitario, con 'Jeremiah', serie postapocalíptica de enorme éxito protagonizada por dos muchachos, el correcto e ingenuo cuyo nombre da título a la saga, y Kurdy Malloy, crecido en la calle, un superviviente. Pero Hermann es una máquina creativa, su capacidad de trabajo en inmensa y, en 1984, sorprende con su propuesta más arriesgada, 'Las torres de Bois-Maury'. El artista siempre se ha sentido atraído por la historia, de hecho desde 1975 dibuja 'Yugurta', una aventura ambientada en la antigua Roma, pero aquí los guiones son suyos, y pretende que sean creíbles. En consecuencia, la documentación será exhaustiva. No solo en lo visual sino, lo más importante, en la realidad que envuelve la ficción. Es decir: 'Las torres de Bois-Maury' son duras, sucias, llenas de sudor y de polvo. Y los poderosos están emparentados con los más desfavorecidos en sus valores morales. No por el hecho de ser pobre se es bueno; no con Hermann. La Edad Media fue un lugar lleno de crudeza, en el que sobrevivir no resultó tarea fácil.
El resultado, una de las mejores series francobelgas de todos los tiempos. Es decir: una de mejores lecturas posibles.
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