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Canadiense, amante de los tiempos pasados, viste y actúa como en los años cincuenta del siglo XX. Desde sus gafas hasta el bastón que utiliza aun cuando no lo necesita, Gregory Gallant, más conocido como Seth, parece querer detener los relojes, tal y ... como hace en sus viñetas.
-Me siento muy cómodo leyendo su obra, tan llena de nostalgia. Pertenezco a la última generación de periodistas que creció trabajando con una máquina de escribir, sin internet.
-Es una generación a la que es muy importante pertenecer. Es la última que creció sin los ordenadores, la última que se educó sin los ordenadores. Yo incluso me oponía a tener uno en casa, pero perdí esa batalla, todos la perdimos. Las nuevas generaciones no saben lo que es vivir en un mundo en el que no tienes la respuesta para todo, instantáneamente. La cultura anterior... no sabías cosas y a menudo por accidente las descubrías. Ese accidente te iba conduciendo por el mundo. Ese es el elemento fundamental al que echar de menos: la serendipia; las cosas que realmente me interesan ocurrieron de casualidad, por serendipia. Cuando pienso en el pasado no lo hago tanto en las ropas, en los edificios, sino en cómo me sentía entonces, y eso intento reflejarlo en mi obra.
-En consecuencia, ¿hoy todo es menos casual, todo está más dirigido?
-Ciertamente. Es interesante ver que ahora la cultura está más fragmentada, ya no es tan monolítica. En los noventa todo el mundo veía los mismos tres canales de televisión o leía los tres mismos periódicos, con lo cual, la cultura era colectiva. Ahora la gente ve miles de cosas diferentes, pero curiosamente, la cultura ahora es menos diversa, es como si los medios hubieran dicho: queremos que la gente se centre en tal cosa, así que siento que, finalmente, es como si todo tratara de lo mismo. Si fuera más cínico, pensaría que ahora saben manipularnos mejor que antes. Es como si a través de los ordenadores se estuviera desarrollando una mentalidad grupal que hace que cada vez quiera alejarme más de todo ello.
-Hoy parece que en las grandes producciones de Hollywood, en muchas series de televisión americanas, da igual la personalidad inicial del personaje. Finalmente, la evolución del mismo va siempre en la misma dirección de corrección, de ortodoxia.
-Sí, es totalmente cierto. Ahora hay una gran preocupación porque no digas como artista algo políticamente incorrecto, porque la misma gente de la cultura se vuelve en tu contra y puedes morir aplastado por semejante peso... Antiguamente, los dibujos animados eran racistas, violentos, poco correctos. Influyeron en mi generación, se podía decir lo que se pensaba, aunque a la gente le molestara. Se podía ser directo. Ahora se cuestiona incluso a Robert Crumb (autor underground de referencia), se piensa que era una mala persona, pero no era así, tenía ideas negativas, él lo sabía, hablaba de sus ideas neuróticas, y ese tipo de pensamiento hoy no tiene mucho espacio. Yo intento en mi obra moverme entre dos aguas: ser honesto, pero intentando que no me malinterpreten.
-A finales de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado, hubo en España un movimiento muy importante en el cómic, a raíz del fin de la dictadura. Surgieron revistas repletas de un material fantástico, conocimos a los mejores artistas del mundo, entre ellos a Robert Crumb. Ciencia ficción, fantasía, underground... Hoy difícilmente se publicarían muchas de esas historias.
-Claro que no. Por ejemplo, Crumb era brutalmente honesto, quería que le conocieran, aunque sacaran de él una opinión negativa. A él no le satisfacía que se le criticara, claro, pero siempre prevalecía la opinión de que era necesario permitir ese tipo de voces. Ahora vivimos un momento en el que intentamos ver cómo gestionar este tipo de ideas, quizá internet ha cambiado todo. Ahora la gente se puede reunir de forma colectiva para hacer cosas positivas o negativas, lo cual ha llevado a un tipo distinto de pensamiento grupal. Por una parte, ha sido muy bueno para reunir a gente que estaba separada, sin voz, lo cual ha generado un gran debate acerca de a quién se le permite decir qué, pero por otra parte también ha juntado a gente terrible. Discernir lo que está bien es complejo, no creo que sea bueno para la libertad de pensamiento.
-Siendo indudables sus ventajas, me pregunto si internet es buena para la cultura de forma absoluta. Muchos jóvenes universitarios escriben hoy con faltas de ortografía, Wikipedia parece ley... ¿Cree que internet ha hecho que Europa se acerque a Estados Unidos en lo negativo desde un punto de vista cultural?
-Estoy de acuerdo en un cien por cien. Internet genera una cultura mundial, pero no es enriquecedora, es la cultura del hay mucho de todo, es la cultura de la comida basura. Mucha cantidad pero no nutritiva. Es una herramienta que podría proporcionar todo el conocimiento, pero la gente no la usa para leer Platón, sino para ver videos de gatitos, cosas realmente bobas, triviales. Ha recogido lo peor del comportamiento humano y lo coloca en primera plana. Antes el mundo era un lugar más tranquilo, también en nuestros cerebros. Vivías con tus publicaciones, tus periódicos, en tu ciudad, en tu cultura, pero este tipo de cultura gigante que se ha creado ha borrado las características personales de los espacios, y esto es muy negativo.
-Conozco muchos casos de jóvenes que viven en casas rodeados de cientos o miles de cómics, de libros de sus padres y que jamás han cogido uno. Cuando el debate se centra en la cultura, no sé definirla exactamente.
-Yo no tengo hijos, pero siempre soñaba con que si los tenía, irían a mi biblioteca, cogerían mis libros. Yo me sabía de memoria los libros de la casa de mis padres. Sin embargo, no conozco a nadie que me haya contado que sus hijos hayan acudido a sus bibliotecas. Me parece que no es un futuro muy apetecible, un lugar donde todo ocurre online, despreciando los objetos físicos. Me parece un lugar horrible, aunque los jóvenes piensan de otra manera.
-Conocí a un profesor de matemáticas y dibujante... decía que para comprender un objeto hay que tocarlo, que para comprender no basta con leer, hay que tocar. Es algo que me viene a la mente porque lo observo constantemente en sus cómics, con decenas de viñetas centradas en objetos aparentemente insignificantes.
-Vivo íntimamente ligado a los objetos, porque contienen fragmentos de pasado, son evocadores. Como artista, comprendo todo el poder que tienen, despiertan recuerdos, tiempos, emociones, sin tener que explicar qué significan. Los objetos tienen un poder muy especial; no es por accidente que el ser humano fabrique, haga tantas cosas. Es una de las cualidades del ser humano. Las hacemos porque son extensiones de nosotros mismos.
-Al fin, ¿estamos hablando de melancolía?
-La naturaleza esencial de la vida es melancólica. Las personas persiguen la felicidad porque la vida, básicamente, es triste, deprimente. Vivimos en una tristeza general porque vivimos avanzando en el tiempo, y a medida que avanzamos en él, vamos perdiéndolo todo. Solo podemos acceder a nuestro pasado a través de los recuerdos, de la memoria, y es una forma muy poco precisa de aferrarte al pasado, porque es más como un sueño que como un archivo, así que la vida siempre tiene esta calidad, de tristeza. Ese es el tono de mi trabajo. Charlie Brown siempre decía que la melancolía es el buen duelo. Una tristeza feliz. Es una tristeza pero con una esencia positiva. La vida es muy bella, pero triste. Una tristeza positiva.
-Soy incapaz de separar la melancolía de la tristeza. Todavía no he encontrado una sola cosa buena en irse haciendo mayor.
-Interesante (risas). Mis padres ejercieron una gran influencia en mí. Yo con veinte años ya pensaba en la vejez. A medida que se envejece, es más fácil escribir sobre ella. Es curioso que se escriba tanto sobre la juventud. En cierto modo, me gustaría escribir más sobre ésta, porque es como hacerlo del caos. Una de las cosas buenas de la edad es que, cuanto más pasa, mejor te vas sintiendo contigo mismo, en consecuencia, ahí es donde uno va conociéndose.
-¿Cada vez hay menos cosas interesantes en la juventud? ¿Resulta aburrido hablar con los jóvenes?
-En 1910 quizás no te interesaba hablar con tu abuela y ahora con cuarenta años ya te están echando de la cultura, porque los jóvenes dominan la cultura y la tecnología; construida para ellos, la entienden mejor, además. Antes esto no era así. En cualquier cultura previa la edad significaba sabiduría y experiencia mientras que ahora se está marginando más que nunca a la gente mayor y, lo que es peor, quizás la gente ya no tiene interés en la opinión de alguien de cierta edad. No deja de ser gracioso, porque todo el mundo va a cruzar esa línea, y resulta que es para sentirse como expulsado del sistema. Pero sospecho que estamos viviendo un mal momento y que esto tiene que cambiar. Los artistas jóvenes piensan que ya soy demasiado mayor como para merecer ser escuchado.
-Su obra gusta mucho, pero es cierto que su público es maduro, el joven lee más superhéroes o manga.
-Mi trabajo es para un lector adulto. De joven, el público para el que escribía era de mi edad, hemos ido creciendo juntos. Quizás los lectores de comics jóvenes de hoy, cuando se hagan mayores, leerán mi obra. Cuando acudo a un Salón de cómic veo miles de jóvenes, pero a mi stand, cuando firmo, solo vienen lectores de mi edad. Mi público envejece conmigo. Y no, no escribo para un público educado, sino para uno lleno de curiosidad.
-Ese público es casi parte de su familia.
-Absolutamente. Antes, cuando la gente cumplía quince años dejaba de leer cómics y eran reemplazados por otros, era un ciclo continuo, pero ahora no, acabas conociendo a tu público, que es leal. Hay una certeza de cariño, de afecto.
-¿Dibuja para ese público o para usted?
-Primero para mí, porque es imposible saber qué va a gustar. Si alguna vez he hecho algo bien en mi carrera ha sido, desde el principio, tomar decisiones basadas en conseguir una buena historia, porque eso me permitió coger confianza y recorrer mi propio camino. Después, los lectores respondieron bien y esto te otorga seguridad, así que ahora solo pienso en qué me interesa contar. Ahora ya cada obra es un viaje personal que confío en que resulte interesante al lector.
-Se refiere, entonces, a dejar un legado.
-Sí, pienso en ello. Hago muchas cosas que nadie ha visto, que no enseño a nadie... Quizás un día lo haga, pero me gusta la idea de que uno no tenga vida propia cuando ya ha desaparecido. Por lo tanto, llegará el día en que un cierto corpus de mi trabajo ya no estará bajo mi control. Me gusta plantearlo como un gran artefacto que la gente vendrá a estudiar. Es lo más interesante; no tanto que me estudien a mí, sino a mi obra.
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