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¿Es 2020 ya el futuro? Debería, al menos según todos los pronósticos que los grandes gurús del cómic lanzaron hace treinta años. Entre ellos, Mike Gold, editor de First Comics y, posteriormente, de DC Comics.
Tres décadas atrás, se publicaba 'Batman justicia digital', la ... primera obra enteramente realizada por ordenador, entendiendo como tal el proceso completo, esto es, lápices, entintado, color y procedimiento de impresión. Sin embargo, conviene retroceder cinco años más en el tiempo.
La informática acaba de vivir uno de sus episodios más apasionantes. En el año de Orwell, un tal Steve Jobs ha presentado al mundo un ordenador revolucionario, el Apple Macintosh, cuya interfaz gráfica rompe con todo lo conocido. Su pequeña pantalla no es negra con letras verdes o naranjas superpuestas, ni el sistema operativo el omnipresente ms-dos. Y el cursor se mueve gracias a una cajita llamada, alegóricamente, ratón. Además de otras consideraciones, el Mac nace con el objetivo de seducir a diseñadores, dibujantes, artistas en general por las posibilidades que sus primeros programas gráficos ofrecen. Demasiada golosina para que los dibujantes de cómic no se abalanzaran sobre ella. En consecuencia, en 1985 llega, bajo el mencionado sello First Comic, 'Shatter' escrito por Peter B. Gillis y dibujado por Mike Saenz, un relato ambientado en un futuro distópico que se prolongó durante catorce entregas. Saenz dibuja directamente en el ordenador empleando 'MacPaint', el software que la máquina incorpora de serie. Una proeza; las tabletas gráficas aún tardarán unos cuantos años en llegar, y manejar con semejante precisión el ratón es muy complicado, aunque ayuda la nueva arquitectura. Los ratones de los PCs nunca se moverán con tal suavidad y precisión. Trabaja en blanco y negro, el color se incorporará posteriormente, a mano. El trazo de cada página, según Mike Gold, «parecía como si lo hubiera hecho un adicto a las anfetaminas aquejado de una enfermedad glandular». Sin embargo, Saenz entiende que las posibilidades del Mac son inconmensurables, por lo que él mismo participa activamente en el desarrollo de 'ComicWorks', un programa concebido expresamente para la creación de comics. Con él nacerá 'Iron Man: Crash'.
Completando el escenario, Pepe Moreno, un dibujante español que cruza el Atlántico para trabajar en Estados Unidos, pero con una formación europea influenciada por el divino Moebius. Ya es conocido sobre todo gracias a su trabajo en 'Rebelde', una serie con grandes dosis de violencia ambientada en un futuro poco dado a las alegrías, que aparece en la revista 'Heavy Metal' y que llega a España a través de Josep Toutain, padre de '1984', 'Creepy' o 'Comix Internacional' entre otros títulos, Moreno tiene sus propias ideas, una perspectiva que le lleva a rechazar la serie regular de 'Superman', algo inconcebible para casi cualquier autor de la época. Su perfil poco tiene que ver con el de José Luis García López, el artista de referencia en aquellos años, pero siempre se ha visto seducido por el mundo de los videojuegos, entonces en pañales, pero al que le augura un futuro espléndido. Así, finalmente, en 1990, y con una apuesta sin precedentes de DC Comics, se publica 'Batman: Justicia digital' al carísimo precio de veinticinco dólares (1.950 pesetas en España) y que alcanza ventas millonarias. Moreno emplea buena parte de los programas disponibles; los monitores ya no ahogan por sus tamaños diminutos, y 'PhotoShop' o 'Image Studio', a pesar de ofrecer soluciones hoy básicas, entonces revolucionarias, son herramientas poderosas. Cada viñeta se acaba por separado y pasa a ocupar su lugar en página gracias a 'QuarkXPress', durante años el monarca indiscutible en los programas de maquetación. Será, además, la primera vez que la separación digital de color para la impresión posterior se emplee directamente en un cómic, todo un avance tecnológico de la época.
Las cifras que desde DC se manejan con asombro cuentan que, 'Batman: Justicia digital', se ha creado con un Mac II dotado de ocho insuperables megas de RAM y un disco duro externo de cuarenta y cinco megas. La obra, en resumen, ocupa ¡doscientos megabytes! Un registro de récord. Hoy, doscientos megas puede ser el peso de una sola imagen, siempre que no vaya a ser imprimida a alta resolución.
La calidad artística del álbum no pasa el corte más elemental, pero no se trata de eso, sino de la demostración de las posibilidades que la tecnología oferta al cómic. Y la relación simbiótica no cesa, ciertamente, al punto de que, en 1990, se vaticina que, en treinta años, esto es, hoy, el papel, el lápiz, la tinta, la acuarela... serán cosa del pasado.
Ese 2020 ya está aquí, y con él sofisticadísimos programas y ordenadores personales de potencia inusitada, inconcebibles ayer, cientos de veces más potentes que los que llevaron al hombre a la Luna. Pero, habiendo artistas que han hecho buena la profecía, es evidente que no se ha cumplido. Al parecer, el arte de las viñetas ha decidido ignorar a los gurús. Por fortuna.
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