Propietaria de la segunda colección de moda más importante de España, Lydia García López-Trabado ha venido a Donostia para presentar hoy la exposición 'Paseo ... de Francia, nº 2. Pedro Rodríguez', dedicada a la casa del modisto valenciano en San Sebastián. Lydia García ha aportado a la muestra un vestido –el que aparece en el cartel–, un tocado y documentación. La coleccionista catalana afincada en Madrid reconoce la incomprensión que rodeó su actividad en sus inicios, hace veinte años, pero asegura que hoy en día y de la mano del creciente interés de los museos, «la moda va en alza porque estamos hartos de tanto feísmo».
– Esta exposición rememora la vinculación de Pedro Rodríguez con San Sebastián.
– Así es. Da visibilidad a la obra de Pedro Rodríguez, pero partiendo de sus tres casas de moda y arranca con la de San Sebastián –la más desconocida–, aunque continuará con exposiciones sobre las de Madrid y Barcelona.
– ¿Qué tenía San Sebastián por aquella época para atraer a tantos creadores de la alta costura y vinculados con el lujo?
– Históricamente es una de las patas de la moda, el lujo y el glamour en España. Es el punto en el que acaba ese corredor del veraneo que viene de Biarritz y que en algún momento se pudo extender hasta Santander. La moda estaba pensada para la corte y luego, para la burguesía. Ser destino de veraneo real te permite no sólo que vengan los mejores, sino desarrollar una industria de la moda a un nivel muy alto. Eso arraiga en un comercio de lujo, de calidad y se genera un reducto del glamour con un mercado muy potente. Rodríguez entra por San Sebastián porque la ciudad se había pasado al bando del alzamiento a los seis meses de empezar la guerra, es un sitio de 'paz'. Es un tema polémico, pero que hay que mirar con los ojos de la época.
«Es históricamente una de las patas de la moda, el lujo y el glamour en España, el final de ese corredor que viene de Biarritz»
– ¿Qué tal le ha sentado el paso del tiempo a sus diseños?
– En el momento actual, la moda ha perdido significado y valor, con tejidos malos y confección barata. Hay piezas de Pedro Rodríguez que hoy no tienen vigencia por la estética, el tipo de traje y los propios materiales, pero el interés por la moda va en alza porque estamos hartos de tanto feísmo. Los museos están mirando a la moda como deben, es decir, desde las artes decorativas aplicadas. En las pinturas la gente está vestida con la mejor moda del momento. Así pasa con Pedro Rodríguez. La gente sí admira toda la época que va desde sus comienzos hasta el prêt-à-porter por el fasto, el detalle, la calidad de su bordado, sus cortes y la pieza en sí misma, que corresponde a una época que ya no volverá. En el caso de Pedro Rodríguez, creo que envejece peor en el momento que ahora mismo: hoy nos gustan más sus piezas de finales de los setenta que lo que gustaron en su momento.
«Llegar a las camisetas de dos euros vulgariza todo el significado de la propia moda porque ensucia el proceso de producción»
– ¿Qué le parece el Museo Balenciaga de Getaria?
– Necesario, porque Balenciaga es el creador más importante, no sólo a nivel nacional, sino uno de los tres padres de la moda universal del siglo XX. Yo quisiera que hubiera Museos Balenciaga por todas partes. Es como si hubiera tenido cinco vidas en una y su legado, que nunca muere, ahora se ha refrescado. Es uno de los popes que dicta cómo tiene que ser la silueta de la mujer del siglo XX. Esa libertad de separar el tejido del cuerpo sólo se puede comparar con la arquitectura, no se debe leer desde un punto de vista estrictamente estético, sino que hay que ir mucho más allá.
– Hablamos de un mundo desaparecido, basado en valores extinguidos, como el de la exclusividad.
– Para empezar, los tejidos eran carísimos.
– Pero incluso la gente de alto poder adquisitivo de hoy en día igual no aprecia esas cosas.
– Porque también ha cambiado la moda. Se habla de la «democratización de la moda» pero utilizar esa palabra para todo me parece insultar a la propia democracia. Cuando dicen «democratización» quieren decir «abaratamiento». Llegar a las camisetas de dos euros vulgariza todo el significado de la propia moda, para empezar, porque ensucia todo el proceso de producción con la esclavitud de la mano de obra. Los tejidos son malos y las hechuras, también.
«No hay nada más sostenible que la alta costura, lo cual no quiere decir que todo el mundo pueda hacer uso de ella»
– Sin embargo, tienen éxito en todas las capas sociales.
– O las mezclan con algo supercaro. Debemos reflexionar como sociedad qué esperamos del siglo XXI. Hasta 2007 todavía bebíamos del siglo XX y ahora estamos creando el XXI, que empezó con las crisis y se ha bautizado con la pandemia. Tenemos que decidir qué queremos y qué esperamos de una serie de valores de los que todo el mundo habla, como la sostenibilidad. Es muy polémico decirlo, pero no hay nada más sostenible que la alta costura, lo cual no quiere decir que todo el mundo pueda hacer uso de ella. Aquella gente, que era riquísima, no cambiaba de ropa cada dos semanas, que es lo que pasa ahora. Hablamos de otra forma de consumir, cada uno dentro de sus posibilidades: comprar menos, pero comprar mejor.
– Usted posee una importantísima colección de moda. ¿Ha sentido a su alrededor incomprensión debido a ese desinterés que hoy suscitan el patrimonio, los fondos documentales y el coleccionismo?
– Pues le voy a decir que cada vez menos. La moda despierta cada vez más interés, entendida como una pata de la cultura. Cuando empecé, sí me sentí incomprendida porque la gente no entendía lo que era el coleccionismo de moda por falta de referentes. En los últimos cinco años he visto un vuelco total. La propia exposición de Pedro Rodríguez despierta ahora mucho interés, cuando hace unos años igual no suscitaría tanto.
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