
María Antonia de Cortázar, la primera universitaria
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La presencia de una mujer guipuzcoana en las listas de alumnos de la universidad Sancti Spiritus de Oñati de 1806-1807 es «una rareza extraordinaria»Secciones
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La presencia de una mujer guipuzcoana en las listas de alumnos de la universidad Sancti Spiritus de Oñati de 1806-1807 es «una rareza extraordinaria»NEREA AZURMENDI
Domingo, 7 de noviembre 2021, 07:38
Los archivos históricos son una fuente inagotable de secretos, revelaciones inesperadas y hallazgos sorprendentes que en algunas ocasiones salen a la luz gracias al trabajo concienzudo de los investigadores, en otras lo hacen por pura casualidad y, a menudo, son el premio inesperado a tareas rutinarias.
En esa última modalidad se enmarca el encuentro del antropólogo e historiador José Antonio Azpiazu con María Antonia de Cortázar, la mujer guipuzcoana –su origen no está claro, aunque residía en Oñati– que cursó leyes en la universidad Sancti Spiritus de la localidad en 1806-1807 y podría ser la primera estudiante universitaria inscrita oficialmente –con su propio nombre, en compañía de colegas varones y sin necesidades de hacerse pasar por uno de ellos–, en una universidad española.
En el mismo lugar donde el año pasado el ojo experto de la historiadora Rosa Ayerbe detectó por pura casualidad la existencia del primer poema de amor escrito en euskera, la perla rara apareció ante José Antonio Azpiazu mientras se dedicaba a quehaceres tan tediosos como la transcripción de listas de alumnos.
«Había acabado la 'Historia social de la Universidad Sancti Spiritus de Oñati' (publicada por Kutxa Fundazioa en diciembre de 2020), y como me había llamado la atención la enorme cantidad de listas de estudiantes que había desde el siglo XVI hasta 1901, me dediqué a pasarlas a ordenador», recuerda Azpiazu.
Es lo que estaba haciendo con el documento que se reproduce en la página contigua –la lista de quienes cursaban Derecho Real en la Facultad de derecho en 1806-1807– «cuando entre tanto Dn (don) de golpe encontre un Da (doña). Pense que sería un despiste, pero cuando seguí leyendo y vi el nombre de María Antonia de Cortázar me di cuenta de que era una rareza extraordinaria y empecé a seguirle un poco la pista».
María Antonia, además, no era una novata en la universidad, «porque junto a su nombre se dice que con anterioriedad había estudiado Cánones –es decir, derecho eclesiástico–, lo que todavía me llamó más la atención».
Tampoco era una desconocida. Ni en Oñati, donde vivía, ni en Zestoa, localidad con la que también estuvo relacionada. «La rareza del hallazgo me hizo volver a mirar toda la documentación, y resultó que a finales del siglo XVIII, en los años 1796 y 1797, consta que María Antonia de Cortázar tenía en su casa a estudiantes de distinta procedencia, uno de Zestoa, otro de apellido vasco, Furundarena, que vivía en Madrid... No hay rastro del marido, aparece como viuda. Deduzco que se quedaría viuda muy joven y se dedicaría a acoger pupilos, gente conocida y recomendada, seguramente. También hay otros Cortázar que se dedican a lo mismo, y que estudian en la universidad, pero no he podido establecer relaciones de parentesco entre ellos».
josé antonio azpiazu | Historiador
No solo los Cortázar tenían pupilos. Lo hacía la mitad de un pueblo que, salvo mermas ocasionales, mantuvo estable desde el siglo XVI una población de en torno a 5.000 habitantes y tuvo que responder a las necesidades de alojamiento y manutención de hasta 600 alumnos. «Los clientes más interesantes», apunta Azpiazu al referirse a una de las principales actividades económicas de la villa, «la fábrica sin humos».
En ese sentido, destaca que en contra de lo que se ha podido creer «la de Oñati no era una universidad localista», sino que venían estudiantes de otras provincias, incluso de América, «porque era una universidad económica, tranquila, y estaba en un entorno más controlado que, por ejemplo, Salamanca» a cuyo número de alumnos llegó a aproximarse Oñati cuando la institución salmantina estuvo en horas bajas.
«Después de los años 1796 y 97 desaparecen en la universidad las listas de los estudiantes y las de los alojados en las posadas, que es como las llamaban. Ahí se produce un hueco crucial, hasta que en 1806 María Antonia reaparece como estudiante, pero ya no lo hace como receptora de pupilos».
José Antonio Azpiazu calcula que «para entonces tendría ya su edad». Desde luego, ya había dado muestras de ser una mujer alejada de algunos estereotipos, porque hay más constancia documental de su existencia, y apunta en esa misma línea.
Antes de ser la primera –y, que se sepa, la última– mujer que figura entre el alumnado de la universidad Sancti Spiritus, «parece que María Antonia ya sabía lo que se traía entre manos y tenía alguna conciencia de Derecho, porque entra en un pleito con un vecino que, en el curso de una obra, está dañando una casa de su propiedad en Zesto. Podría ser una casa que le dejó su marido, que ella cuidaba y gestionaba. Al final le concede al vecino permiso para la obra, pero ella es la que actúa, y ella es la que firma. Con una firma preciosa, por cierto».
Algo más que una cuidada caligrafía necesitó para ser admitida en la universidad, un trámite que incluía una prueba de ingreso y el dictamen favorable del cuerpo de admisión, integrado por el Canciller y «el pequeño grupo que decidía las cosas». Y, por supuesto, el dominio del latín.
En este punto, las constataciones conviven con las hipótesis. Queda constatado que , «en un momento en el que socialmente no se entendía que una mujer de extracción normal tuviese interés y preparación para entrar en la universidad, una señora que recibe pupilos en casa dé ese paso y que la universidad Sancti Spiritus esté dispuesta a que lo haga, lo que es un atisbo de absoluta modernidad». Una modernidad que Azpiazu extiende al conjunto de la sociedad oñatiarra.
De todos modos, las hipótesis predominan a la hora de intentar esbozar la historia de María Antonia de Cortázar. ¿Quién era aquella guipuzcoana ya madura que puede obligar a revisar lo que se sabe sobre la presencia de la mujer en la universidad? ¿Cómo logró alcanzar el nivel de cultura y conocimientos necesario para ser admitida? ¿Qué fue de ella?
La destrucción masiva de documentos en las iglesias guipuzcoanas en los siglos XVII y XIX convierte en prácticamente imposible trazar su vida civil. El historiador baraja dos fechas de defunción: 1813 y 1820. Se inclina por la segunda pero admite que, por el momento, no parece fácil saber algo más acerca de María Antonia, la primera universitaria.
Aunque en Europa hay precedentes de mujeres que accedieron a la universidad desde el siglo XV «de forma muy extraordinaria, y gracias a alguna concesión del rey», el caso de María Antonia de Cortázar llama la atención tanto por la fecha como por el modo. No necesitó identidad falsa y ropa de hombre, como Concepción Arenal en 1841 y otras pioneras en Europa, que fue permitiendo el acceso de la mujer a la universidad a partir de mediados del XIX. En España, en concreto, una Real Orden de 1888 las admitió como 'estudiantes privados' previa aprobación del Consejo de Ministros. El derecho a matricularse oficialmente no llegó hasta 1910.
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