
María León
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María León
Nora es la representación de lo que era una lucha incipiente por los derechos de la mujer. Escrita hace casi 150 años, 'Casa de muñecas' ... fue un auténtico escándalo y continúa siendo un referente. Llega al Victoria Eugenia hoy a las 19.30 horas con una versión actualizada a la época actual, protagonizada por María León. El reparto lo completan Santi Marín, Patxi Freitez, Alejandro Bruni y Pepa Gracia.
– ¿Qué pensaría la Nora de hace siglo y medio de la que usted interpreta?
– Pensaría que qué pena que después de casi 150 años estemos en el mismo aprendizaje, ¿no? Desde luego estamos en una sociedad completamente diferente, en la que las herramientas son otras y el qué dirán está instalado por muchos otros lugares, pero con el mismo conflicto del ser humano. No lo digo ni siquiera como mujer, sino como ser humano con el mismo conflicto de la importancia de mirarse a uno mismo, de descubrirse. Preguntarse lo que uno quiere es algo complejo con el ritmo que llevamos en esta sociedad. Me parece interesante que hace 150 años ya se hiciera esa pregunta y que la acción la tomara la mujer, algo que en aquel momento fue un acto muy feminista y adelantado.
– ¿Y cómo cuentan todo eso en la actualidad, cuando una mujer puede finalizar su matrimonio con absoluta normalidad?
– En aquel momento era un escándalo porque no se concebía que una mujer tuviese pensamiento propio. Por suerte hemos evolucionado mucho. La Nora de hoy ese pensamiento y la acción que toma es un acto de aprendizaje para ella misma, en el que da también la oportunidad a su pareja de aprender y de tener la libertad. El aprendizaje es ese, ¿no? Que una persona sea independiente de la otra, cada uno debería hacer ese ejercicio. No sólo Nora, también su esposo porque igualmente él es víctima de alguna manera de esa casa de muñecas que han creado los dos.
– ¿Se puede seguir viendo hoy 'Casa de muñecas' como una obra feminista?
– Ahora nos habla de un feminismo más actual, más centrado en la igualdad, en el que el aprendizaje es para los dos. Es desde ese tipo de feminismo, no desde el feminismo de reivindicar que la mujer necesita ocupar otro lugar porque por suerte las mujeres ya ocupamos otro lugar. Cuidarse a una misma es muy importante para poder cuidar a los demás. Cuanto más crezcas como persona más vas a poder alimentar a los tuyos. Lo otro es una cárcel.
– La obra original tiene un final que rompe todo de forma rápida. ¿Ha sido un momento especial para usted como actriz?
– Sí, porque es cuando Nora entiende un pensamiento y conforme va hablando descubre cosas sobre sí misma, sobre su casa, y en ese descubrimiento toma una decisión. Todo pasa muy rápido, y es fuerte. Para mí es el momento más importante. Acompañando a Nora se me pone la piel de gallina porque pasa por un viaje increíble de aprendizaje. Nora en ese momento se hace mayor, en ese momento cruje. Y para mí es importante porque es algo que intento hacer en mi vida: aprender a escucharme. Me resulta muy emocionante ese final porque es donde se ve cómo al personaje le cambia la piel. Cada vez que paso por ese momento descubro algo nuevo. No sólo de Nora, también de mí. Me gustaría pensar que a los espectadores les ocurre lo mismo.
– Hay una frase de Nora, cuando toma su gran decisión, en la que dice que «ha llegado el momento de atender a mis deberes conmigo misma». ¿Tiene usted ahora pendientes este tipo de deberes?
– Es algo que tenemos todos y constantemente. De eso trata la vida: cuando se es honesto con uno mismo se puede ser honesto con los demás. Llevo ya muchos años trabajando en esa honestidad. Tiene que ser constantemente y renovarse y estar pendiente de ello, aunque es difícil cuando hay tanto ruido fuera. Tener esos principios, estar tranquilo con uno mismo e intentar disfrutar de cada paso en esta vida es una obligación personal. Mi gran deber es estar constantemente en ese lugar.
– ¿Esa honestidad adónde la lleva en su profesión?
– A aprender que cada vez que hago un trabajo empiezo desde cero. Creo que esa honestidad es ser fiel a lo que es uno y es ser fiel y honesto con los demás. Como actriz eso me hace crecer un poquito más con cada trabajo que hago, sea grande o pequeño.
– Ibsen escribió en la obra que «no hay nadie que sacrifique el honor por el ser amado».
– No hemos conservado esa frase porque creemos que limita completamente y no se puede llevar a la actualidad. El honor es algo antiguo, que limita completamente a cualquier ser humano. Lo que hay que tener es dignidad, honestidad y humanidad. Teniendo humanidad el resto pierde importancia. Ahora os perdemos en querer tener un disfraz, en qué piensan los demás en vez de ser humanos. Así que el honor lo cambiaría por la humanidad.
– ¿Qué recuerdos tiene de su participación en la serie 'Allí abajo', aquella divertida mezcla vasco-andaluza?
– Fue una etapa bastante importante de mi vida porque descubrí a gente maravillosa y tuve la oportunidad durante toda esa época de disfrutar mucho del País Vasco y de sentirme también de la tierra. Es un recuerdo precioso, es que quiero mucho a los vascos porque les tengo mucho aprecio. Creo que hay un carácter humano con el que yo me siento identificada que me hace sentirme como en casa. Fue un regalo y espero que lo siga siendo hasta que me muera.
– ¿Es San Sebastián una ciudad especial? Aquí ganó una Concha de Plata a la mejor actriz en el Zinemaldia de 2012 por 'La voz dormida', de Benito Zambrano.
– Imagínate, para mí es una ciudad donde he vivido uno de los momentos más importantes de toda mi vida. Tengo un recuerdo que me pone la piel de gallina sólo de pensarlo. Es un regalo para, me siento tan afortunada, de verdad. Poder estar ahora actuando en esa tierra es un acto de muchísima suerte. Yo siempre intento celebrarlo y agradecerlo. Cada vez que voy le doy muchas gracias a esa ciudad por existir y porque me ha hecho muchas veces muy feliz. Espero que siga haciéndome, claro.
– ¿Qué importancia le da a recibir premios?
– No le doy ninguna, honestamente, le doy más importancia al reconocimiento que, como en el caso del Festival, se me hizo llegar. Es el reconocimiento de la profesión a un trabajo donde pongo el corazón y el alma, es algo muy gratificante. Es una suela que te pones de zapato, que te ayuda cada vez a pisar más fuerte y de una manera más firme.
– ¿Y qué me dice de la popularidad, de no poder ser alguien anónimo para dar un paseo?
– Es algo con lo que convivo desde hace muchos años. Es complejo, pero dependiendo de cómo uno también se coloque lo puede vivir de una manera o de otra. Y es una responsabilidad porque a la vez es un privilegio y eso hace que tengas que tener la responsabilidad de intentar estar conectado con el público, porque recibes mucho cariño.
– Habrá muchos momentos en los que le gustaría ser invisible.
– Hay veces que sí, que uno lo piensa, también por descansar incluso de ti misma. Pero cada vez que me puede venir ese sentimiento, el rebote es pensar «tía eres muy afortunada». Entonces, automáticamente, me lleno de muchas cosas que me merecen la pena. La popularidad digamos que es un traje que pesa, pero que merece la pena.
– Recientemente se ha fallado la sentencia en la que se le condena a una multa por un incidente que tuvo con la policía de Sevilla. ¿Cómo es posible que por ello para unos sea usted una heroína y para otros parece que ha matado a alguien?
– A cada uno le dejó pensar. Y el que tenga un mínimo de coherencia puede sacar sus propias conclusiones porque realmente es cuestión de lógica.
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