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Hola. Escribo desde la terraza del hotel Continental de Saigón, ciudad rebautizada como Ho Chi Minh en 1975, cuando la reunificación de Vietnam. A un ... periodista de mi generación aún le tiembla la mano al teclear desde esta terraza y esta ciudad, aunque las cosas hayan cambiado tanto y la invasión, ahora, es de turistas. Este hotel era una de los clásicos de los reporteros en los años de la guerra. Contaba el gran Manu Leguineche que aquí se llegó a elegir al 'mister Saigón' más elegante entre los enviados especiales (ganó el de la CBS). Morían los fotógrafos en el frente, y los vietnamitas, y los soldados americanos, y aquí se emborrachaban los periodistas, tras mandar las crónicas, en lugares como el Aterbea, restaurante vascofrancés donde los camareros vestían de pelotaris (hay fotos) y que alguna vez fue destruido por una granada. Busco ese local también mítico en la avenida Nguyen-Hue y hoy es un bazar para turistas. Si lee esto alguien que sepa historias del Aterbea le escucharé con gusto, porque creo que da para novela de Graham Green con vascos.
El Continental es un cinco estrellas rodeado de tiendas de lujo, de Cartier a Chanel, y Ho Chi Minh es hoy una megalópolis extraña que a ratos parece Singapur y en cuanto das las vuelta al rascacielos, el Vietnam profundo. Este país es comunista en la política, exhibición del capitalismo y de la tecnología en sus ciudades y maravilloso en sus paisajes y en la hospitalidad de la gente. Y ahora, el destino de moda.
Sí, he pasado un par de semanas tomando el aire de esta fascinante esquina de Asia. Termino el periplo en Saigón, donde más memoria se guarda de los años de la guerra. El periodista Enric González siempre recuerda que otro reportero, Josep María Huertas, decía que en las redacciones «cada mesa debe ser un Vietnam, una trinchera de la información». Y así se tituló un delicioso libro sobre el oficio coordinado por el propio Enric. Vietnam es un nombre de leyenda en el mundo, una metáfora, pero aquí la guerra es una cicatriz real. En el apasionante museo de los restos de la guerra se repasan los años terribles y se exhiben viejos tanques, helicópteros y aviones. El antiguo palacio presidencial es hoy el museo de la reunificación: unos chavales de una escuela local me preguntan tras la visita si pueden entrevistarme para un trabajo del cole (uno de ellos es la niña de la foto). Quieren saber qué conoce un europeo como yo de su país. Agradecen más mi amabilidad que mis repuestas, porque poco digo más allá de los tópicos.
Vietnam, qué maravilla. He seguido el recorrido ideal según las indicaciones de Garbiñe Martija, siempre sabia en esto de los viajes desde su agencia Noaoa. Empecé por Hanoi, apabullante en su caos, más fiel a la tradición, enloquecido laberinto de motos y puestos de comida y tan apacible en espacios seductores como su templo de la literatura. Seguí embarcado por la bellísima bahía de Ha Long y sus 2.000 islotes, el paisaje de la película 'Indochina' con Catherine Deneuve. Amanecer en cubierta es mágico, y más si lo haces practicando taichí, por primera vez en tu vida, con un profe japonés, una pareja de jubilados australianos y una entusiasta abogada de Filadelfia. Después llegó Hoi Ann, el enclave más bonito del país, hoy parque temático de farolillos con estupenda playa vecina. Y termino en la hipnótica Ho Chi Minh.
Pero no vengo aquí a poner las filminas de unas vacaciones: muchos lectores conocen este país que visitan cientos de vascos cada año. Me queda una reflexión de ese otro 'vietnam' que es el turismo. Vayas a donde vayas, en cualquier época del año, los turistas lo llenan todo. Quedan paraísos, en Vietnam y en el mundo, hasta que la web de turno descubra «los diez sitios secretos de». Los lugares pierden identidad: invadimos otros enclaves porque nos gusta movernos y conocer otras realidades aunque estén repletas de gente en pantalón corto haciendo fotos. Lamentamos que nuestra Parte Vieja pierde personalidad los mismos que llegamos a Oporto, Hanoi o Ámsterdam como «viajeros», nos quejamos de que haya tantos turistas y preguntamos a los lugareños «a qué sitios van ellos, sin guiris». Porque pensamos que turistas siempre son los otros. Por lo demás, fantástico Vietnam.
mezquiaga@diariovasco.com
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