Goyo Jiménez | Cómico
«'Misery class' es un oasis ante las mierdas con las que nos agobian»Secciones
Servicios
Destacamos
Goyo Jiménez | Cómico
«'Misery class' es un oasis ante las mierdas con las que nos agobian»Nos cuenta que todos viajamos en una especie de 'misery class' colectiva en la que triunfa el grito de sálvese quien pueda. Este viernes y sábado Goyo Jiménez estará en Donostia diseccionando nuestros comportamientos cotidianos.
– ¿El espectáculo...?
– Antes de que me lo preguntes ... te lo digo yo. Va de cómo te quitan. Cómo el capitalismo moderno te quita un montón de cosas para democratizar, para abaratar y luego tienes que ir pagando. Quitamos cosas a la democracia para después necesitarlas.
– ¿Cómo ha ido el viaje de este año en 'Misery class'?
– Ha evolucionado mucho porque este mundo es muy cambiante, todo pasa tan rápido que he tenido que adaptarme a las nuevas circunstancias. Creo que la función ha cambiado a mucho mejor. No me gusta decir esto de mí, pero es el mejor espectáculo que he hecho y está en un punto de dulce.
– Me decía entonces que tras tanto empeño por ser ricos resulta que al final no somos felices. ¿Ha descubierto algo al respecto en este tiempo?
– Sí y tiene que ver con esta sensación de tener que vivir en estado de alerta. Me da la sensación de que los humanos descendemos de monos ansiosos, que de no serlo imagino que se habrían extinguido. Así que descendemos de primates ansiosos y, claro, de unos antepasados que estaban pendientes de salir a por agua y que no les matase un leopardo.
– ¿De qué estamos pendientes ahora?
– De cosas que a lo mejor ni sabemos que existen, pero tenemos una cantidad enorme de amenazas, no vamos a poder relajarnos. Primero porque es algo hereditario y, segundo, por todas esas amenazas invisibles y extrañas, que no paran de anunciarnos. Desde enfermedades terribles a asteroides que pueden destruir la Tierra; guerras nucleares, caos, hambre. No se va a poder pagar el alquiler de la vivienda, no se va a poder comer, nos moriremos por los microplásticos, el calor, el cambio climático...
– Pare, que se le van a suicidar los espectadores antes de ir.
– El espectáculo es un oasis. Intenta ser un oasis para toda esta mierda. ¡Ya está, es un oasis!
– Estos dos días en Donostia hace sesión doble. Más rico va a ser, pero no sé si más feliz.
– Otra cosa que también he descubierto en estos últimos tiempos es que donde soy más feliz es encima del escenario. Porque después hago lo mismo pero sin cobrar. Estoy con unos amigos, en una tertulia, de fiesta o en no sé qué y estás hablando del mundo. Me lo paso muy bien en mi trabajo, soy muy feliz. Lo de hacer dos funciones en un día se supone que quienes lo organizan calculan la posible demanda de entradas y lo han ajustado porque no teníamos otra opción. Solo podían ser esos dos días. Últimamente no planifico nada. De las actuaciones se encarga mi mujer, que es mi manager, y la gente de mi oficina. Y yo estoy muy feliz desentendiéndome de todo eso.
– ¿Y si un día usted no saca la basura, su mujer le castiga poniéndole dos entrevistas más?
– Pues me hace cosas, la muy jodida. Hace poco se fue a Nueva York, se cogió unas vacaciones personales. Cuando estamos tanto tiempo juntos a veces es necesario porque estamos 24 horas, siete días a la semana prácticamente juntos. Así que se fue a ver a una amiga suya en Nueva York y me dejó puesto tantísimo trabajo que no tenía ni un hueco, ni un resquicio para poder tomarme una cerveza con algún amigo. Esas son sus venganzas.
– El 'misery class' al que pertenecemos casi todos de una manera u otra, ¿tiene también un 'misery, misery class'?
– Por supuesto, hasta en la miseria hay clases. Cuando se trata de repartir, cuando la miseria se extiende, el problema es que a lo que tienes acceso es a un poco menos de miseria. ¡Y esto tiene que ver con el espectáculo! Al final, no te enfades con quien está como tú, porque a lo mejor parece que está un poco mejor, pero en el fondo está igual de jodido.
– Por ejemplo cuando nos cabreamos con el que nos atiende mal al teléfono.
– Últimamente se lleva mucho que te llaman por teléfono y cuando les dices, no, mira, estoy en la lista Robinson para que nadie me llame te contestan a ver si sabes por dónde se pasa la lista Robinson. Así, ¿eh? ¡Por el forro de los huevos! ¿Pero esto qué es? Pues que estamos todos quemados, y ya ni el de atención al público, ni nadie, porque ya no tiene efecto la amenaza del cliente, esa especie de dictadura. Nos volvimos unos déspotas con eso de que el cliente siempre tiene la razón. Y ahora el karma nos ha pasado la revancha.
– ¿Dónde para todo esto?
– No sé. Echo de menos los sistemas de antes, cuando guillotinabas a un dictador y parecía que el mundo iba a cambiar.
– ¿En estos tiempos da lo mismo ser sincero que mentir? ¿Lo importante es el producto que te venden?
– El problema es que ahora hay menos para repartir, menos botín. Éramos igual de cínicos y de materialistas hace quince años, pero había más botín. La gente tenía más calidad de vida en el sentido de que tenía más cosas. Se vivía menos agobiado, de forma más cómoda y no nos preguntábamos de dónde salía eso. Encendías el aire acondicionado y no te preocupabas de las condiciones que eso estaba generando en otro punto del planeta. Ahora nos lo están poniendo delante constantemente. Y no queremos sentirnos egoístas ni malas personas.
– ¿Y eso por qué?
– Porque en el fondo no lo somos, pero sí obramos como tal. Hay un momento en el espectáculo en que hablo de cómo todos embellecemos nuestra existencia en Instagram, embellecemos nuestro currículum para el trabajo y mentimos como cabrones. Entonces aceptamos las mentiras de otros porque en el fondo somos unos mentirosos. Aceptamos las mentiras de nuestros líderes porque además ya no tenemos una relación racional con ellos, es una relación personal.
– Hablando de relaciones, dice que la suya con el público ha cambiado.
– Dejó de ser el público y pasaron a ser personas. Te voy a ser sincero: hasta la pandemia hacía las cosas pensando lo bueno que yo era. ¡Qué gracioso soy, hacedme caso, amigos! Mi ego extendía cheques e intentaba sostenerlo después con trabajo. Me preocupaba de cómo estaba y de si yo conseguía esto y lo otro.
– ¿Y ahora?
– En la pandemia empecé a recibir mensajes de gente que estaba muy mal y me escribían, 'oye, gracias por haber hecho esto'. Entonces empecé a entender un poco que lo que hacía tenía un eco en las personas y una utilidad social. Esa epifanía es la que he tenido en estos años. Entender que lo que hago, el legado que dejas, es la gente a la que llegas. Y hago lo que puedo. Siempre intentando dejar claro que no soy un terapeuta, ni un gurú, pero sí que les puedo escuchar un poco. Así de sencillo.
– ¿Hay una vocecita interna que le dice, venga, tío, deja esto y disfruta de la vida?
– Me propuse dejarlo a los 55 y tengo 54. Quería irme a Costa Rica y abrir un proyecto de enseñanza. Lo que pasa es que soy más feliz que nunca.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.