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La última vez que Paco Ibáñez actuó en el Victoria Eugenia yo era el espectador más joven del teatro; el jueves, en el delicioso concierto ... en el Dabadaba de Verde Prato, la originalísima moderna de Tolosa, yo era el más viejo (luego supe que no, como se desvelará más adelante). Y salí pensando en el paso del tiempo, ese eterno debate. Hablamos del rearme de Europa (qué estafa, sigo imitando a Haro Tecglen) o de la semifinal de Copa de la Real, pero el gran tema es 'las edades': la juventud, hacerse viejo, cómo estar en el mundo según tus neuronas y tus huesos, no el DNI.
Esta semana me he visto envuelto en jugosas tertulias a propósito del 'tema'. El Día del Padre, por ejemplo: dicen que el hito de la madurez es cuando pasas de celebrar ese día como hijo a cuando lo haces como padre. También la otra tarde nos vimos envueltos en la Redacción de este periódico en una charla a propósito del cumpleaños de una querida compañera, que alcanzaba los 50 años.
Una Redacción es un escenario perfecto para reflexionar sobre el paso del tiempo. Convivimos chavales que acaban de cumplir 20 años y otros asomados ya a los 60, y eso enriquece mutuamente, en una mezcla de aires renovados y mañas de veterano. Hay sectores, como la banca, donde se desperdició la mezcla con prejubilaciones que derrocharon toneladas de talento. Eso que llaman 'edadismo' se está cargando un fondo intangible de conocimiento. A veces da pena cruzarse por La Concha, con su uniforme de paseante prejubilado, a gente que aportaría a su empresa y a la sociedad más que el gerente que firmó su pase a la reserva.
Es el otro debate. Vivo rodeado de gente de mi edad que ha dejado de trabajar. La mayoría se declara feliz, «sin tiempo para hacer todo lo que pretendo», pero también hay otros que tratan de adaptarse a la nueva situación sin perder la chispa que insufla la actividad laboral. Un compañero del periódico ya septuagenario cada vez que nos visita dice que mañana mismo se sentaría en una mesa a editar el Sirimiri o escribir unos 'breves'
Los tópicos tienen valor porque muchas veces son verdad: por eso se han perpetuado en el tiempo. Cuando decimos que «la mejor edad es la que tienes ahora» es fruto de una sabiduría: aunque sea mentira, mejor creérsela. Como cuando repetimos que uno es joven mientras mantiene la curiosidad: es una de las verdades fundamentales. El día que deja de interesarte lo que te rodea es señal de que has empezado a arrojar la toalla. Otra verdad: es mejor envejecer que la alternativa.
En esa tertulia en Redacción celebrando los 50 de la compañera opinaban gentes de distintas edades. «Yo os he visto llegar a todos», les decía, repitiendo el mismo latiguillo que tantas veces escuché a nuestro Pedro Gabilondo, subdirector jubilado a quien seguimos citando tantas veces. Por si interesa a algún lector déjenme decir que ahora mismo soy el 'obrero' de El Diario Vasco con mayor antigüedad en la casa. Hay otros mayores, pero ninguno que lleve aquí tanto tiempo. Sí, les he visto llegar a todos, y eso da una pespectiva que quizás no sirva para nada práctico, pero sí para reportar algo así como serenidad. Todo lo he visto, de todo me he acuerdo, cantaba Rafael Berrio.
Soy el más antiguo laboralmente, pero me veo como el más moderno. El jueves me fui al Dabadaba, la sala más cool de Donostia. Vuelvo al origen de este artículo: Verde Prato es Ana Arsuaga, la joven de Tolosa que es una especie de icono de la modernidad musical vasca. Delicada por fuera y enérgica por dentro, se planta en solitario en escena y con sus ritmos electrónicos o su guitarra canta en euskera, italiano o inglés para transportarte a otro mundo. Es curioso: una joven de larga melena envuelta en un vestido que alza sus brazos al cielo «me recuerda a Mikel Laboa», decía la princesa rubia. ¡Si no se parece en nada! «Sí, en que hace lo que le da gana, por encima de modelos o clichés», me respondía.
Lo resumía mejor alguien con más criterio musical que yo: Ricardo Aldarondo (y sí, aclaramos el enigma del principio: pese a su jovialidad quizás era él el decano de los espectadores en el Dabadaba). Mi excompañero del periódico escribía en eso que se llamaba Twitter: «El eclecticismo y la falta de prejuicios de la joven generación se ejemplifica en el concierto performativo de Verde Prato: tecnopop, coral eclesiástica, electrodance, gothic, folktronic, cumbia, reguetón y versiones de Negu Gorriak, Los Punsetes y Ornella Vanoni. Todo sola». Otro excompañero, Juan G. Andrés, hacía fotos para su envidiable álbum de artistas musicales.
Los 60 años de hoy son los 50 de antes, y los 40 los antiguos 30, y así sucesivamente. Pero cuando uno avanza en los 60 ve a en el horizonte uno de los hitos fundamentales: la jubilación. Es dejar de ser quien has sido para empezar a ser de otra forma. Tranquilos: no tengo prisa. Por eso me voy al Dabababa a escuchar lo último cerveza en mano. No bailo, pero tampoco bailaba con 20 o con 40.
P.d. 1. Cuando Woody Allen rodó en Donostia terminaba cada tarde a tiempo de cenar en un lugar distinto. Un día podrá hacerse un álbum de hosteleros-donostiarras-posando-con-Woody.: así salió luego la peli. Esta semana han rodado aquí la serie 'Berlín' y sus actores, con Pedro Alonso a la cabeza, se están dando homenaje tras homenaje, del Ibai a Rekondo o el New Sansse. Su secuencia en la bahía donostiarra abrirá la nueva temporada de la serie.
P.d. 2. Si el tenor donostiarra Xabier Anduaga fuera delantero centro sería valorado como el Zubimendi de la lírica. Ha vuelto a triunfar en Viena. Eso sí es Europa League.
mezquiaga@diariovasco.com
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