Montaje de cómo podría quedar la zona de Illunbe.
La Agenda Portátil

Así se gestó el nuevo Illunbe: ¿al fin cae bien un proyecto?

'Fontanería institucional', la arquitecta que quitó las pistas de Aperry y varias visitas: cómo volver a tener recintos en condiciones y 'rematar' la ciudad

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 8 de febrero 2025, 07:29

Se ha presentado esta semana el anteproyecto de cómo podría ser Illunbe Berria y, para mi sorpresa, ha sido mayoritariamente bien recibido en esta ciudad y este territorio tan amantes de los debates y tan suspicaces ante las novedades. No es solo una sensación, sino « ... información», como dicen en las tertulias rosas: en las moquetas forales y en los despachos del Gobierno Vasco gusta una propuesta que no solo responde a la necesidad de un 'multiusos'; también remata urbanísticamente una zona de la ciudad que ahora parece un páramo donde cayó aislado un platillo volante. Y es importante que vean bien el plan las instituciones que están llamadas a financiarlo junto al Ayuntamiento.

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Se habla de un coste de 70 millones. Es caro, según se mire: como cinco kilómetros de autovía o como dos kilómetros del tren de alta velocidad. Si sale bien nos llevará más lejos (al menos transportará las almas) y quizás hasta sea realidad antes que el TAV. Y eso que la previsión más optimista apunta que Illunbe estará listo en el año 2030.

¿Cómo se gestó el nuevo Illunbe? Pregunto a 'gargantas profundas' que han vivido el proceso de cerca. «Ya tocaba: es una 'patata caliente' que se venía arrastrando desde hace años». Los más veteranos recordamos que fue una operación urbanística metida con calzador para que Donostia tuviera cuanto antes una plaza de toros (Gregorio Ordóñez tuvo ahí un papel destacado). El complejo de ocio levantado alrededor para que la operación cuadrara vivió algunos años buenos pero luego se fue al garete. Y ahí sigue, cerrado y abandonado.

«Hoy es una plaza de toros que se usa para otras cosas y se busca un recinto multiusos que sirva para todo y, si hace falta, también pueda acoger toros», me cuentan. Intuyo que mantener el posible uso taurino es una cautela que se introduce en el proyecto para evitar posibles recursos. Pero si ahora solo hay tres corridas al año, no sabemos qué afición habrá en 2030.

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Volvamos al proceso. Desde alcaldía se pusieron manos a la obra de manera discreta. Ha habido visitas al Wizink Center madrileño (ahora se llama de otra forma, pero para entendernos) y complicidades con la Diputación y el Gobierno Vasco, y un paso fundamental: encargar a Izaskun Larzabal, la arquitecta que 'reconvirtió' el estadio de Anoeta en campo de fútbol (la mujer que llevó a los planos el 'Aperry, quita las pistas'), un anteproyecto que incluyera el multiusos, la reordenación urbanística y hasta una pasarela que sirva para rematar ahí la ciudad.

Llegará el momento de convocar el concurso de proyectos, cerrar la financiación y encontrar una fórmula que tampoco prive a Irun de su proyecto de pabellón. Pero reconforta ver que en Donostia se hable otra vez de proyectos tangibles que sirvan para recuperar conciertos musicales o dotar a las competiciones deportivas de escenarios en condiciones. San Sebastián fue pionera: si se hace Illunbe Berria ya no seremos vanguardia, pero al menos igualaremos a ciudades vecinas, como Bilbao o Pamplona. Eso sí: viendo los plazos, empieza a interesarme ya si habrá pases especiales para jubilados.

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Una excursión al Valle Salado de Añana

Dice el tópico que a veces nos vamos al otro lado del mundo a ver supuestas maravillas mientras desconocemos las que tenemos en casa. Como casi todos los tópicos, es real. He resuelto una vieja tarea pendiente: visitar el Valle Salado de Añana, ese paraíso «del sur» si nos atenemos a la geografía de Karra Elejalde en 'Ocho apellidos vascos'. Es como un western alavés, un viaje en el tiempo a solo hora y media de Donostia.

Ya conocen la historia: son las salinas de donde se obtiene sal desde hace 7.000 años. Hace unas décadas la actividad fue desapareciendo, pero se supo frenar la tendencia a tiempo y ahora es una mezcla de 'museo' cultural donde se sigue trabajando, y vendiendo, la sal. Me cuentan que la visita es más espectacular en verano, pero también tiene su encanto estos meses de invierno en que no se produce sal pero uno puede adentrarse en ese valle y esas construcciones que parecen el decorado de una superproducción pero son tan reales como la gente que las trabaja y cuida.

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Los parajes de esta zona alavesa, con el vecino Parque Natural de Valderejo, son extraordinarios. Uno puede comer luego alubias en Espejo y quedarse a dormir en Vitoria y redondear así un fin de semana de 'turismo a la vasca'.

mezquiaga@diariovasco.com

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