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Hablemos de libros. En un mundo donde todos nos quejamos de casi todo los libreros guipuzcoanos surfean las dificultades con entusiasmo. Este año han reinventado ... sus premios Euskadi de Plata y, tras votación de los propios lectores, conceden uno de sus galardones a un libro y un autor singular: el periodista italiano Mario Calabresi y su 'Salir de la noche', una historia en los años de plomo de la Italia de los 70 que tanto nos recuerda a nuestra guerra y paz (qué buena es, en ese sentido, la serie 'Exterior noche', de Marco Bellochio, sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro).
El padre de Calabresi, policía, fue asesinado el 17 de mayo de 1972 después de ser acusado de responsable de la muerte de un anarquista en una comisaría de Milán. Calabresi reconstruye aquellos sucesos con tanta sobriedad como sinceridad (recuerda cuando hacía novillos en el instituto y se encerraba en las hemerotecas compulsivamente para estudiar qué había ocurrido), demuestra la inocencia de su padre, reflexiona sobre el terror y sobre las familias de la víctimas, con su madre en el ojo del huracán. He leído con sumo interés ese relato descarnado con evidentes paralelismos con lo nuestro.
Calabresi se convirtió en un respetado periodista, director de La Stampa y La Repubblica, y viene el miércoles a Donostia a recoger su premio por la mañana y a mantener un encuentro con los lectores, por la tarde, en San Telmo (tendré el gusto de ser 'animador' del coloquio). Los otros Euskadis de Plata son para Goiatz Labandibar por su libro 'Zoo', y en cómic, para 'Artxipelagoa'. El escritor italiano se quedará en San Sebastián porque el próximo fin de semana recoge en el Palacio de Miramar otro premio, el de Covite, que comparte con otros libreros valientes, la gente de Lagun (aún duele pasar por ese local vacío, aunque ya le han retirado el 'se vende').
Son días de libros porque pronto arranca Literaktum, el festival de las letras. Y con un inicio de lujo. Dolores Redondo hará el 18 de noviembre la primera presentación de su nueva y esperada novela, 'Las que no duermen NASH'. Estuve con la escritora en Barcelona, en los fastos del Planeta, y se muestra ilusionada con esta 'première' del título con el que regresa «a los inquietantes y sombríos valles navarros» de la mano de una psicóloga forense. Será en el Victoria Eugenia, a la antigua, como una de esas viejas charlas de escritor en teatro, y el reto es llenarlo.
Literaktum viene potente, con un prólogo también prometedor: el argentino Martín Caparrós presenta el 7 de noviembre sus memorias, 'Antes que nada', con Ander Izagirre, en la Ernest Lluch. Caparrós ha revelado que padece ELA y lo cuenta en esas memorias. 'Los' Carmen Mola y Enrique Vila-Matas hablando del centenario de Luis Martín-Santos y 'Tiempo de silencio' son otros ingredientes de ese festival del que aún faltan detalles por revelar.
Esta Gipuzkoa de los festivales, que pasa del jazz al cine y de la gastronomía al terror (ayer empezó la Semana, con un estupendo comienzo con la nueva película de Nacho Vigalondo) vive otro otoño caliente con su sopa de letras. Y atención al certamen de masas corales de Tolosa, que arranca esta semana, siempre igual y siempre renovado. Ahora que hablamos de la crisis que viven los coros por falta de renovación, qué privilegio es ese festival.
Soy inculto en casi todo, pero más aún en campos como la moda. A la vez soy un curioso voraz: nada humano me es ajeno. Cuando Laura Chamorro me invita al San Sebastián Moda Festival acudo feliz, y especialmente a las citas del Museo Balenciaga de Getaria. Si se junta gente con alegría de vivir, un espectáculo luminoso y una mirada a la moda como espejo de los tiempos, el cóctel resulta apetecible incluso para los analfabetos en tejidos y diseños.
Hay una energía especial en el hecho de ver a las jóvenes diseñadoras guipuzcoanas presentar sus propuestas de la mano de Kutxa Fundazioa. Y en aplaudir luego la colección de Nicolás Montenegro. De su talento profesional ya les cuentan quienes saben. Yo, atento siempre a las historias humanas, me quedo con su peripecia vital: trabajó siempre para grandes marcas pero en la pandemia prometió a su padre, ya enfermo, que probaría en solitario. Lo hizo y le ha ido bien. Su padre ya no está aquí, pero sí su madre, a quien abrazó al final de su desfile (aquí está la foto).
Montenegro en Balenciaga: parece el título de una serie de Netflix o una novela de Vázquez Montalbán, pero es el resumen de cómo puedes ir a un desfile a ver a gente estupenda y tomar un vino y terminar enganchado, como siempre, al factor humano: bajo las trasparencias se escondían los sentimientos.
mezquiaga@diariovasco.com
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