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1Muchos hemos crecido leyendo a Mario Vargas Llosa. En mi adolescencia me deslumbró de tal modo 'La tía Julia y el escribidor' (aún recuerdo el día que me pasó el libro uno de los mis hermanos) que no he vuelto a leerlo por miedo a defraudarme; no de Llosa, sino del chaval que fui. No es el mejor de los suyos, pero sí el que más feliz me hizo.
2Cuando entré en la universidad leí 'Conversación en La Catedral' y yo quería ser como Zavalita, el muchacho que empezaba a ser periodista en un viejo diario de Lima y se preguntaba en qué momento se jodió el Perú (yo siempre me preguntaba en mis crónicas en qué momento se jodió el País Vasco, hasta que ya pareció no estar tan jodido). Hace unos años pasé unas vacaciones bajo palmeras de las que recuerdo, más que el ron, la pulsión con que leía 'La fiesta del chivo', esa obra maestra. Y 'Travesuras de la chica mala' la devoré como mis propias travesuras: será menor, pero qué divertido. Era un gran escritor y quizás fue un mal político, pero hasta de su mala experiencia electoral nos queda un estupendo libro biográfico como 'El pez en el agua'. También se implicó en nuestra guerra y paz con sus participaciones en las convocatorias de Basta Ya de Maite 'Pagaza' y Savater.
3Cuando le dieron el Nobel lo celebramos como propio: acostumbrados a que lo ganen autores exóticos de los que apenas sabemos el nombre, el galardón al tío Mario es el Nobel a nuestras biografías de lectores o escribidores de provincias. Creo que fue García Márquez quien le dio el pésame a Saramago cuando le dieron su Nobel. «Es lo peor que te puede pasar», dijo el agobiado Gabo. Al vitalista tenaz que fue Vargas Llosa le quedaba la última travesura: ganados el dinero y la fama, solo le faltaba el ultimo juego de la edad tardía. Fue su amor con Preysler con tan triste final.
4Un día de hace 30 años nos llamó Arzak: Vargas Llosa y Jorge Edwards estaban comiendo ahí con sus parejas y no les importaba que les hiciéramos una foto. Ahí les retratamos: se habían desviado de un viaje en carretera para venir a a Donostia al templo de Juan Mari. Otro día le encontré en Salzburgo, donde estábamos Usoz y yo de enviados especiales para contar el éxito del Orfeón Donostiarra con La Fura del Baus y su 'Fausto'. «Es el mejor coro del mundo», nos dijo con su amabilidad de siempre. No le desmentimos. Como cuando vino al Zinemaldia y dijo que era su festival favorito, o en Chillida Leku nos contó que era uno de los museos que le hacían sentirse más «pez en el agua», o cuando comió en el Zuberoa y dijo que este restaurante sí que merecía una novela.
5Porque de pocos escritores tantos podemos decir cuántos de sus libros están en nuestras vidas.
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