Eider Burgos
Martes, 12 de enero 2016, 18:55
Stevie Wonder quedó ciego al nacer O no del todo. No es capaz de ver el mundo que le rodea pero sí la música. No es el único. Para el rapero Kanye West el piano es azul, la percusión tiende al blanco y ... los bajos se mueven entre el marrón y el morado. Para Duke Ellington, leyenda del jazz, la nota Re vestía de azul marino y Sol de azul cielo. Charli XCX, una de las últimas revelaciones pop del británico, ama las canciones negras, rosas, moradas y rojas, pero odia las verdes, las amarillas y las marrones: «The Cure es azul medianoche y negro, con estrellas titilantes rosas. Pitbull suena a verde».
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No hablamos de las excentricidades propias de la fama y el artisteo. Todos ellos tienen sinestesia, un fenómeno único e irrepetible. «No es una patología, sino un tipo de percepción que mezcla los sentidos», explica Óscar Vegas, psicobiólogo de la Facultad de Psicología en la Universidad del País Vasco. «Cuando la persona percibe una sensación, evoca otra que no está ahí», lo que da lugar a experiencias tan curiosas como saborear las palabras (es el caso de la actriz Tilda Swinton) o visualizar los colores a través del tacto. Aunque su origen sigue siendo desconocido, existen decenas de tipos de sinestesia perfectamente definidos por la ciencia. Una habilidad innata y que experimenta entre un 1% y un 4% de la población mundial, siendo más común entre las mujeres. Entre los artistas, se estima que el porcentaje se eleva hasta el 7%.
No es para menos. Visto desde fuera, la sinestesia parece un torrente inacabable de inspiración: cada palabra, cada sonido, puede ser una nebulosa de color y luces; y el texto de una novela, un reguero de vívidas pinceladas. «Imagina el mejor kaleidoscopio que hayas visto nunca», resume la cantante Tori Amos en su autobiografía 'Piece by piece' (2005). La artista describe en el libro cómo cada canción se le aparece como una silueta dibujada por «un fino ligamento» que «jamás repite su estructura». «Nunca he visto dos veces la misma criatura de luz. Obviamente, progresiones de acordes similares siguen patrones similares de luz».
Junto con quienes relacionan grafemas y color, los sinestetas que unen sonido y forma son los más frecuentes. Infinidad de músicos lo han aprovechado para explotar su creatividad; una condición durante siglos llevada a escondidas, puesto que no fue hasta el siglo XIX cuando se reconoció el fenómeno como algo natural y no como un síntoma de demencia.
«Siempre lo he tenido metido en la cabeza. No sé si tiene sentido, pero siempre he podido visualizar lo que escucho Como colores extraños». Al habla el cantante, productor y gallina de los huevos de oro Pharrell Williams, entrevistado por la psicóloga Maureen Seaberg para el libro 'Tasting the Universe' (2011). El autor en potencia de rompepistas como la nominada al Oscar 'Happy' interpreta el pentagrama como una progresión de tonalidades que comienza en el rojo y acaba en el violeta; las octavas, dice, son una mezcla de todos los colores que derivan en el blanco. En todo esto se inspiró a la hora de bautizar el tercer trabajo de su antigua banda, N.E.R.D., como 'Seeing Sounds' ('Viendo sonidos', 2008).
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Y mientras algunos componen atendiendo a una rima, otros como Billy Joel prefieren hilar tonalidades. Así se lo explicaba a la propia Seaberg: «En algunas de las canciones que he escrito he seguido el color de una vocal. Cuando un verso acaba en una 'a', una 'e' o una 'i', lo asocio con un azul o un verde. Los rojos y los naranjas los relaciono más con consonantes como la 't', la 'p' o la 's'. Es un sonido más fuerte». «Cuando pienso en melodías más lentas o suaves -continúa-, pienso en términos de azules o verdes; cuando veo un color especialmente vívido, rojos, naranjas o dorados, normalmente es una melodía fuerte». Añade en el libro el intérprete de 'Piano Man' que él sueña «en abstracto»: gracias a su relación automática de formas con sonidos, es capaz de traducir esos colores en canciones al despertar.
Billy Joel describe 'Lullabye (Goodnight, My Angel)' como una canción azul.
Puede parecer complicado, pero para un sinesteta no existe otra forma de entender el mundo. «Si me la quitasen de repente no creo que pudiese seguir haciendo música. Perdería la capacidad de entenderla. Sé cuando una canción está bien porque tiene un color unificado», asegura Pharrell. «Desde niños han establecido esas asociaciones y les parece lo más normal», apunta el psicobiólogo Óscar Vegas. «A no ser que de repente se discuta ese hecho, que nose suele hacer, ni se lo han planteado». Es por eso que la mayoría no descubre su condición hasta la adolescencia o la madurez. El día en que un comentario fortuito provoca la sorpresa de todos.
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«Nadie ve como tú, es un shock»
«Hoy se me ha cambiado el color de la palabra 'puente'. Se me ha hecho raro. ¿A ti no?». Bilbao, año 2006. Miren Karmele Gómez acababa de volver de la universidad, incómoda ante un cambio que nadie excepto ella parecía haber notado. Su amiga Lorea la observaba boquiabierta. Miren Karmele insistió: ahí donde antes la palabra giraba hacia abajo en color morado, ahora había adquirido un tono rosáceo. «¡Tú tienes sinestesia!», acertó a contestar su amiga.
El hallazgo supone para sus protagonistas un choque con la realidad. «Que de repente te digan que los colores que tú estás viendo no los ve nadie más es un shock. Me cuestionaba todo, mi mundo, mis ideas», confiesa Miren Karmele. No solo vive el mundo de una manera totalmente extraña para la mayoría, sino que ningún sinesteta sentirá, verá ni percibirá lo mismo que ella. Las respuestas a los estímulos son totalmente distintas en cada caso. ¿Recuerdan cómo Tori Amos jamás vio dos estructuras idénticas? Todo lo contrario le sucede a Kanye West: «Cuando iba a Secundaria hice un dibujo de uno de mis momentos de sinestesia. Lo que dibujé con 17 años es exactamente lo mismo que veo ahora», recordó durante un entrevista para GQ el maridísimo de Kim Kardashian.
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Miren Karmele también dibuja lo que ve. Tras el susto, viene la exploración, y esta joven de Elizondo acumula cientos de ilustraciones en la red. Ella plasma palabras, algunos conciertos y muchas canciones, lo que da una idea muy clara de qué pasa, ya no por la mente, sino por las narices de un sinesteta. «Pero a todo esto hay que darle un punto de normalidad», aclara. «Tengo dos ojos, dos orejas, la misma poca pasta».
Por el momento, es imposible experimentar la sinestesia a no ser que se nazca con ella. «El consumo de ciertos fármacos, como el LSD, puede dar lugar a este tipo de experiencias, pero de forma incontrolada», advierte Óscar Vegas. «Yo ni me planteo probarlo, ya tengo suficiente -bromea Miren Karmele-. Soy como Obelix, solo que a la marmita que me caí era de LSD. Y no tengo resaca».
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«Los supermercados son un sinfonía»
Pero lo que no dé la naturaleza que lo dé la tecnología. Así lo demuestra Neil Harbisson, el primer cyborg del mundo. Este británico criado en Cataluña nació con acromatopsia, por lo que veía en escala de grises. No fue hasta 2010, con 30 años, cuando el mundo pasó de ser un escenario gris a otro repleto de tonalidades. Técnicamente sus ojos siguen viendo en blanco y negro, pero una antena conectada a un chip implantado en su cráneo le permite ahora traducir las ondas de los colores en sonidos. «No hay mucha gente que vaya a pasear por los supermercados por diversión. Para mí, el pasillo de los productos de limpieza es una maravilla. Las filas de botellas de colores suenan como una sinfonía».
Para Harbisson, el término sinestesia se queda corto. A su nueva condición, la denomina sonocromatismo ya que, al contrario que la aleatoria sinestesia, las relaciones que establece su cerebro siguen un patrón fijado y objetivo. Gracias a la actualización del software ya es capaz de percibir los infrarrojos y los ultravioletas, con lo que percibe si hay detectores de movimiento en una habitación o si es un buen día para darse un baño.
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En el plano artístico Harbisson, que es músico y artista plástico, ha realizado una serie de pinturas en las que capta los tonos predominantes de las principales capitales europeas (Madrid es una mezcla de ámbar y terracota, Lisboa es amarilla y turquesa). También otra en la que capta los colores de diversas canciones: desde el 'Para Elisa' de Beethoven, al 'Baby' de Justin Bieber.
Ahora, Harbisson sueña 'en color', viste conforme a si «suena bien» y prepara sus platos de forma que puede zamparse sus canciones favoritas: «Espero poder abrir algún día un restaurante donde puedas tomar una canción de Madonna de entrante, un concierto para piano de Rachmaninov como plato principal y algún tema de Björk de postre».
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