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Carlos Benito
Lunes, 30 de mayo 2016, 13:28
Resulta muy chocante que el fan de más alto nivel que se le conoce a la violinista y cantante Maarja Nuut sea Simon Le Bon. A ver quién es el guapo que logra encontrar puntos de contacto entre el pop comercial y rabiosamente ochentero de Duran Duran, el grupo de Simon, y las enigmáticas composiciones de alma folk de Maarja, pero el caso es que el veterano vocalista británico ha expresado en varias ocasiones su admiración por la joven estonia. Y no ha pecado de esa racanería en la admiración tan propia de muchas estrellas: «Cuando cantan los ángeles, probablemente suena así, o quizá sea el sonido de la nieve cantando», escribió en Twitter a finales de 2014, totalmente arrebatado por 'Üts pruut', un tema incluido en el álbum de debut de Maarja Nuut.
La intérprete estonia se aupó con aquel disco a la élite del folk menos cuadriculado, gracias a un repertorio que conecta sin aparente esfuerzo lo ancestral con lo contemporáneo, las estructuras más primitivas con las posibilidades de la electrónica. Maarja puede sonar áspera o élfica, rebuscada o infantil, académica o poseída por extraños espíritus, pero siempre conserva una capacidad asombrosa para encantar al oyente, que se queda con esa impresión maravillosa de que ha visto nacer una música sin edad, tremendamente antigua y a la vez tremendamente nueva. Su objetivo, sobre todo en directo, es que «las viejas melodías suenen tan frescas como las improvisaciones nacidas hace un segundo».
Maarja procede de Rakvere, en las inmediaciones del Báltico, y creció envuelta en música, ya que su madre dirigía un coro. Estonia es uno de los lugares del mundo donde el canto tiene más importancia, hasta el punto de haber adquirido una relevancia política: en la etapa final de la Unión Soviética, Tallín fue escenario de la llamada Revolución Cantada, con reuniones masivas donde se entonaban composiciones estonias de contenido patriótico. La pequeña Maarja empezó a estudiar violín a los 7 años y ya nunca lo dejó: con 12 se marchó a la capital para continuar su formación y con 15 descubrió el folk, que desde entonces complementó su aprendizaje clásico. Pasó siete meses en la India, empapándose de las sutilezas de la compleja música del norte de aquel país, y después se centró en dominar la tradición estonia en la Universidad de Tartu.
Todo es posible
Allí experimentó una especie de iluminación, cuando descubrió en la biblioteca grabaciones de los años 20 y 30, realizadas por el etnomusicólogo finlandés Armas Otto Väisänen. De pronto, Maarja se topó con el folclore rural de su país, borrado del mapa por la apisonadora cultural de décadas de dominación soviética. Los violines y las voces de los estonios de hace un siglo han vuelto a sonar de algún modo en sus composiciones repetitivas y mágicas, que combinan esa escuela de siglos con la austeridad expresiva del minimalismo y con una herramienta tan contemporánea como el pedal de 'loops', que le permite superponer varias capas instrumentales y vocales y modelar texturas sorprendentes. En ocasiones también se incorporan a la mezcla sonoridades inesperadas, como las líneas hipnóticas de la música sahariana: Maarja ha colaborado con Alhousseini Anivolla, uno de los músicos más destacados de Níger.
Su segundo álbum, que se edita mañana, lleva por título 'Une meeles' y aspira a explorar el territorio intermedio entre la vigilia y los sueños. «Para mí ha explicado la artista estonia, la música y las imágenes e historias que se esconden en ella ofrecen la oportunidad de viajar entre una realidad y otra, visitar un lugar donde todo es posible». Eso a lo mejor tiene que ver con lo que cantan Duran Duran: «Solo en sueños, chica, soy parte de tu mundo».
Maarja Nuut:'Siidisulis linnukene' (El pájaro con plumas de seda)
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