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La otra reina de Inglaterra

La otra reina de Inglaterra

Shirley Collins, una institución del folk, lanza su primer disco en 38 años, después de que la infidelidad de su marido la incapacitase para cantar

Carlos Benito

Miércoles, 5 de octubre 2016, 19:17

No es un récord, porque ahí están casos como el de la californiana Linda Perhacs, que editó su segundo álbum cuando habían pasado 44 años desde el primero, o el de The Sonics, que tardaron 49 años en dar continuidad a su carrera de estudio. Pero a su compañía no le falta razón cuando describe el nuevo disco de Shirley Collins como «el lanzamiento más improbable en lo que llevamos de siglo». La cantante de folk, toda una institución en el Reino Unido, había editado su anterior referencia en 1978, para después refugiarse en un silencio forzoso: la traición que destruyó su segundo matrimonio (con Ashley Hutchins, bajista y fundador de Fairport Convention y Steeleye Span) desencadenó en ella un cataclismo emocional que arrasó su voz. Shirley lo estuvo intentando durante un tiempo, pero sencillamente no podía cantar, sufría una disfonía que la apartó definitivamente, o eso pensaba todo el mundo, de los escenarios y los estudios.

En aquel momento, Shirley Collins ya era una figura emblemática del género y «uno de los mayores tesoros culturales de Inglaterra», como ha dicho alguna vez Billy Bragg. En ella se aliaban con extraña naturalidad el trabajo minucioso del folclorista que rastrea canciones olvidadas y la vocación innovadora del artista inquieto que explora nuevos caminos, hasta el punto de que a veces no se sabía bien cuándo estaba experimentando y cuándo recuperaba formas perdidas. Y luego, estaba su voz, o quizá habría que decir su manera de cantar: Shirley Collins siempre ha detestado el ego y la afectación, por entender que no hacen más que obstaculizar la transmisión de músicas de hace siglos, viejas joyas que son patrimonio de todos y de nadie. «Lo único que hacía yo era cantarlas de una manera directa. Es la única forma en la que puedo cantar, porque, cuando la gente empieza a dramatizar o a representar una canción, a mí me da vergüenza», ha explicado.

La relación con el folk le viene de familia: allá en Sussex, se pasaban la vida cantando, y siempre mantuvo en su repertorio algunas tonadas que había aprendido de su abuelo y su tía Grace. Con 17 años, al terminar el colegio, se mudó a Londres y aterrizó en el corazón del primer 'revival' del folk inglés: allí trató a dos personajes emblemáticos, Ewan MacColl (que con el tiempo acabaría convirtiéndose en un antipático adversario) y el estadounidense Alan Lomax, un coloso de la etnomusicología que recolectó canciones en Gran Bretaña, Irlanda, el Caribe, Italia o España, incluido el País Vasco. Pronto, Shirley y Alan estaban viviendo juntos, y en 1959 él se la llevó como asistente en una de sus expediciones para registrar música de tradición oral: la pareja recorrió dos mil millas por el sur de Estados Unidos y salvó cientos de canciones que parecían condenadas a la extinción. En las montañas de Kentucky y Arkansas, Shirley se topó con versiones americanas de material que ella cantaba en Sussex, y a lo largo del viaje experimentó la emoción mágica de escuchar cómo personas de comunidades remotas cantaban y tocaban una música fascinante, muy desconocida entonces: ella siempre suele evocar la aparición casi fantasmal del guitarrista y vocalista negro Mississippi Fred McDowell, que emergió del bosque vestido con un peto de trabajo, recién cosechado el algodón, e impartió una memorable lección de blues ante la grabadora de Lomax.

Un órgano portátil

Shirley Collins había publicado su primer álbum en 1958, pero fue en los 60 cuando alcanzó su gigantesca estatura dentro del universo del folk. En su discografía se pueden destacar dos entradas: 'Folk Roots, New Routes', donde se alió con el guitarrista Davy Graham para, tal como indica el título, llevar las canciones de siempre por nuevas vías, y 'Anthems In Eden', una 'suite' que retrata la Inglaterra rural previa a la Primera Guerra Mundial, firmada a medias con su hermana mayor Dolly Collins. Para desconcierto de muchos, Dolly solía acompañar a Shirley con un órgano en miniatura, reproducción de un artilugio portátil del siglo XVII, pero en 'Anthems In Eden' suenan además instrumentos de música antigua como sacabuches o cromornos. Esa combinación de lealtad al material y creatividad en los arreglos sirvió de inspiración crucial para los grupos de folk eléctrico, una senda que la propia Shirley Collins seguiría junto a su segundo esposo en la Albion Band.

Las décadas de retiro difuminaron el recuerdo de Shirley Collins, pero a la vez se había fortalecido un culto minoritario y devoto, que al final logró rescatarla del silencio. El responsable fue David Tibet, líder de la banda de folk oscuro y apocalíptico Current 93, que se ha referido a nuestra protagonista como «la reina secreta y verdadera de Inglaterra». En los años 90, Tibet consiguió que su venerada Shirley recitase en uno de sus discos, y después la convenció para cantar unos pocos versos en otro. Pero nadie esperaba que la vocalista se animase a estas alturas, a sus 81 años, a lanzar un nuevo álbum: se titula 'Lodestar', lo ha grabado en su casa (incluso se oye a los pájaros en el jardín) e incluye canciones inglesas y norteamericanas que van desde el siglo XVI hasta los años 50 del siglo XX. Se editará a principios de noviembre, pero ya ha adelantado un par de canciones, como su emocionante nueva versión de 'Death And The Lady', un encuentro con la muerte que ya había cantado en un disco de 1970.

Shirley Collins: 'Death And The Lady' (2016)

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