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En su nuevo disco, los canadienses Timber Timbre arropan con sintetizadores sus composiciones misteriosas y sugerentes. «He intentado escribir canciones más felices, más positivas, pero daban asco», declaró una vez su líder

Carlos Benito

Miércoles, 19 de abril 2017, 12:50

En cada disco, la música de Timber Timbre se envuelve en distintos atuendos, pero el resultado nunca se sacude la personalidad enigmática y un poco siniestra que caracteriza desde el principio al proyecto canadiense: da lo mismo que las canciones se presenten como austeras grabaciones de folk acústico, tal como sonaban en sus primeros lanzamientos, o que las hayan arropado suntuosamente en una variedad asombrosa de instrumentos, según lo habitual en sus últimas referencias. En cuanto empieza a sonar su música, la luz de la habitación parece perder intensidad, el aire se enrarece y el ambiente se vuelve misterioso y amenazador, sobre todo cuando entra la voz grave y reverberante de Taylor Kirk, el fundador y alma del grupo. Timber Timbre nunca se librarán del calificativo de cinematográficos, con la particularidad de que esas escenas que sugieren son siempre nocturnas y vagamente ominosas, como si un foco fuese recorriendo un entorno oscuro en el que, tarde o temprano, aparecerá algo escalofriante.

Vídeo: Timber Timbre - Sewer Blues

Al principio, Timber Timbre ni siquiera era un grupo, sino simplemente el alias artístico de Kirk, inspirado en su costumbre de grabar en plan ermitaño, enclaustrado en una cabaña apartada: el nombre significa El Timbre de la Madera, entendiendo timbre en el sentido de cualidad de un sonido. Aquellas primeras tentativas quedaron documentadas en dos álbumes autoeditados, subterráneos y poco oídos, pero con el tercero, en 2009, se produjo el gran salto: el disco, homónimo, fue relanzado internacionalmente por el sello Arts & Crafts y acabó nominado a un premio Polaris, el galardón musical canadiense, en la que sería la primera de varias candidaturas fallidas. A esas alturas, el estilo de Timber Timbre ya se había sofisticado dentro de su sobriedad, con sugerentes arreglos plagados de ecos que daban profundidad a los exorcismos de raíz blues de Taylor Kirk. «Me gusta la música que suena a maldad. He intentado escribir canciones más felices, más positivas, pero daban asco», declaraba el artista por aquellas fechas a Exclaim!.

Desde entonces, su música no ha dejado de enriquecerse, pero sin traicionar esa esencia intrigante, enfermiza y extrañamente enraizada en sonidos del pasado, desde el blues rural más primitivo hasta las bandas sonoras de las películas italianas de los años 70, pasando por las baladas tristonas de los 50. Timber Timbre, convertido ya en un grupo con formación más o menos estable, han adquirido la costumbre de basar la instrumentación de sus discos en los recursos que tienen a mano, como niños que se apasionan por todos los juguetes nuevos que se ponen a su alcance. En su penúltimo álbum, Hot Dreams, utilizaron un estudio con una provisión increíble de instrumentos de percusión, desde timbales de orquesta hasta campanas tubulares, y además protagonizaron una incursión de varios días en el Centro Nacional de Música de Calgary para extraer todo el jugo a sus mellotrones. El nuevo disco, Sincerely, Future Pollution, está registrado en unos estudios franceses que contaban con una admirable colección de sintetizadores de los 70 y los 80, cuyo sonido marca en este caso el acabado de las canciones.

Vídeo: Timber Timbre - Velvet Gloves & Spit

Bowie y Prince

La propia nota de prensa cita referencias como Talk Talk, Roxy Music, This Mortal Coil o incluso Daft Punk, muy alejadas de los orígenes estilísticos de Timber Timbre, pero coherentes con su idea de la creación como un rescate de espectros del pasado. «Siempre he tenido la sensación de que la música es algo que sucedió hace mucho tiempo, algo que sucedió sin nosotros. Siempre he hecho mis grabaciones sabiendo que eran de alguna manera un facsímil de la música que amo, o un homenaje a ella. David Bowie y Prince eran dos personas muy raras que realmente estaban inventando música. Su muerte me los hizo más presentes y volví a considerar lo poco sujetos que estaban a restricciones y ataduras», ha reflexionado Taylor Kirk, que también se ha declarado siempre seguidor de Nick Cave, quizá la influencia más evidente en sus creaciones.

En Sincerely, Future Pollution, que salió hace quince días, el grupo ha trabajado más que nunca como tal, sin un liderazgo tan marcado de Kirk como en anteriores entregas, pero ese esfuerzo colectivo no parece haber aportado ni un destello de alegría. «Es música para escuchar mientras se asesina», ha escrito una fan en los comentarios al vídeo de Sewer Blues. «El álbum es un documento de la degeneración y el desarraigo de esta generación», describe la discográfica. Y, desde luego, no tiene pinta de librar a Timber Timbre de que los sigan describiendo como cinematográficos, aunque en cierto modo se trata del cumplimiento de una vieja aspiración: «Siempre me ha interesado hacer música para películas admitía el vocalista en una entrevista con The 405. Estudié en la escuela de cine y lo único que saqué de allí fue el deseo intenso de escribir bandas sonoras. Estaba seguro de que iba a involucrarme en la música de esa manera. Jamás pensé que tocaría rock and roll».

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