![Los viejos hechiceros de la electrónica](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/pre2017/multimedia/RC/201705/15/on-extra/media/cortadas/Radiophonic-Workshop-kMgD-U30396936257aDI-575x800@RC.jpg)
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Carlos Benito
Miércoles, 17 de mayo 2017, 18:51
Roger Limb, uno de los miembros del Radiophonic Workshop de la BBC, ha contado alguna vez cómo un día de 1977, al salir de su estudio para tomarse un café, se encontró a un sigiloso Marc Bolan escuchando tras la puerta. El rutilante rey del glam, bastante azorado, se sintió obligado a explicarse: «Siempre me he preguntado qué pasa ahí dentro», le dijo. Puede sorprender que una de las mayores estrellas del rock de la época se sintiese intrigado por lo que hacía un equipo de artesanos sonoros de la BBC, pero lo cierto es que no estaba solo en esa fascinación: los integrantes del Radiophonic Workshop (es decir, el Taller Radiofónico) eran una especie de misteriosos hechiceros de la electrónica, capaces de crear sonidos de otro mundo y combinarlos en melodías de aire casi sobrenatural. Su obra llegaba a millones de oídos, pero sin firmar, como corresponde al producto de una factoría.
El Radiophonic Workshop duró cuarenta años justos. Lo fundaron en 1958 con la misión de abastecer de efectos a las producciones de la BBC: las dramatizaciones radiofónicas, entonces en boga, requerían sonidos sugerentes que transportasen la imaginación del oyente, una tarea para la que no bastaban los instrumentos convencionales. Sus funciones pronto abarcaron también la grabación de sintonías y cuñas, tanto para radio como para televisión. El trabajo del Taller venía a ser una versión pragmática y popular de las exploraciones que llevaban a cabo compositores como Stockhausen o Boulez, con la diferencia de que los geniecillos de la BBC funcionaban por encargo y con estrictos plazos de entrega, sujetos al criterio no siempre generoso de los productores y a las limitaciones temporales de los programas. Los primeros tiempos se caracterizaron por una experimentación constante, en la que la falta de medios se suplía con ingenio: utilizaban como materia prima los sonidos más variados (cualquier cosa que hiciese ruido al ser golpeada, frotada o sacudida podía valer) y después los sometían a un trabajoso bricolaje, con cintas editadas a mano, reproducidas al revés o a distintas velocidades y cargadas de reverberaciones y otros efectos. De hecho, solían aprovechar que los estudios londinenses de Maida Vale quedan cerca del mercado de Portobello para acudir a los tenderetes en busca de componentes electrónicos desechados.
Radiophonic Workshop en directo
En un repaso rápido de la historia del Taller, resulta inevitable citar a tres mujeres ya fallecidas que, en su momento, no recibieron el crédito que merecían, pero que después han sido reivindicadas hasta convertirse en iconos de la electrónica. La primera es Daphne Oram, una pionera de la música concreta que impulsó la fundación del Radiophonic Workshop a base de dar la lata a los responsables de la BBC, donde había empezado a trabajar durante la Segunda Guerra Mundial. La segunda es Maddalena Fagandini, que protagonizó un inesperado coqueteo con el pop: en 1962, una de sus cuñas fue arreglada por George Martin y lanzada como sencillo, bajo el seudónimo de Ray Cathode. Y, finalmente, está Delia Derbyshire, una graduada en Matemáticas y Música por Cambridge que creó la pieza más conocida del Taller: en 1963, a partir de una composición de Ron Grainer, desarrolló el tema central de la serie 'Doctor Who', un hito de la música electrónica grabado de manera inconcebiblemente artesanal. Maravillado por la pieza, el propio Grainer preguntó si esa era la música que él había escrito y quiso firmarla a medias con Derbyshire, pero la severa burocracia de la BBC lo impidió.
Ecos extraños
En los 70, con la llegada de los sintetizadores, el Radiophonic Workshop perdió parte de aquel encanto primitivo de los rollos de cinta y los osciladores, pero siguió funcionando hasta 1998, cuando la BBC lo desmanteló por motivos presupuestarios. Desde entonces, su obra no ha hecho más que revalorizarse: en Gran Bretaña, resulta difícil encontrar a una figura de la música electrónica que no haya expresado su admiración por el trabajo que se llevó a cabo en aquellos estudios de Maida Vale. Hace ocho años, varios supervivientes dieron el paso de constituirse como banda para tocar en directo, algo que en su momento jamás se contempló: el nombre de Radiophonic Workshop reúne ahora a Dick Mills (el más veterano de todos, que se integró en el Taller en 1959 y hoy es un jovial octogenario), Peter Howell, Roger Limb, Paddy Kingsland y el archivista y «compositor asociado» Mark Ayres, provistos de una cacharrería capaz de volver majara a cualquier aficionado a la electrónica 'vintage'. Mañana mismo lanzan al mercado 'Burials In Several Earths', el primer álbum que se edita a nombre del Radiophonic Workshop desde 1985.
En formato de doble cedé o de cuatro vinilos de diez pulgadas, 'Burials In Several Earths' es una suite improvisada con «texturas atmosféricas» que, según sus autores, conecta las visiones de Delia Derbyshire con el estilo de discípulos actuales como Pye Corner Audio o Cavern Of Anti-Matter. El título, por cierto, está extraído de 'La nueva Atlántida', la novela utópica escrita por Francis Bacon en el siglo XVII, que siempre ha servido de inspiración literaria a los miembros del Taller. La propia Daphne Oram colgó en su sede un fragmento, debidamente enmarcado, en el que Bacon parece estar hablando de un moderno estudio de grabación, con sus «ecos extraños y artificiales» y sus «tubos y conductos» para transportar los sonidos.
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