Danny García | Director de 'Ghost of the Chelsea Hote and other Rock&Roll Stories'
Festival Dock of the Bay
«El Chelsea cobra a 600 euros la noche: es difícil que surja ahí un movimiento artístico»Danny García | Director de 'Ghost of the Chelsea Hote and other Rock&Roll Stories'
Festival Dock of the Bay
«El Chelsea cobra a 600 euros la noche: es difícil que surja ahí un movimiento artístico»¿Vale la pena a estas alturas enumerar el listado de ilustres que se han alojado en el Chelsea Hotel neoyorquino desde su fundación en 1883? Probablemente, no, pero para que no se diga: escritores como Mark Twain, O. Henry, Herbert Huncke, Dylan Thomas, Arthur ... C. Clarke, William S. Burroughs, Gregory Corso o Arthur Miller; músicos como Leonard Cohen, Patti Smith, Dee Dee Ramone, Bob Dylan, Sid Vicious o Bob Marley; artistas como Robert Crumb, Robert Mapplethorpe o Harry Smith, por ir abreviando. Con parte de la ingente cantidad de anécdotas, incendios, vivencias y algún crimen que acumula el establecimiento, Danny García (Barcelona, 1970) ha tejido 'Ghost of the Chelsea Hotel and other Rock&Roll Stories', que hoy pasa por el Dock of the Bay.
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– ¿Cómo fue la labor de organizar ese caos que es la historia del Chelsea?
– Ha salido de un modo muy orgánico. Por el Chelsea han pasado cientos y cientos de artistas, pero sabía de cuáles quería hablar porque siempre se resalta a Cohen y Dylan, y prefería hablar de otros, como Harry Smith, gente que no suele ser mencionada. Obviamente, teníamos que hablar de Mapplethorpe y Patti Smith, pero también conseguimos material inédito de Dee Dee Ramone. La idea era sacar a gente no tan conocida.
– Habrá lamentado no poder entrevistar a otros protagonistas que han fallecido o resultan poco accesibles...
– Normalmente, los artistas de primera división son más complicados de conseguir. Tuvimos suerte con Michael Imperioli –actor de 'Los Soprano'–, hemos recuperado material de Howie Pyro y sale otra gente muy interesante que ha pasado mucho tiempo en el Chelsea.
– ¿Cómo surgió el proyecto?
–Básicamente,haciendo 'Nighclubbing' sobre el Max's Kansas City había gente que hablaba de aventuras en el Chelsea y pensé que sería una buena continuación. El Max's era como el patio del Chelsea, que estaba a cuatro bloques. Era la misma gente la que se movía de un lado a otro según fuera de día o de noche.
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– Ver la película es como ir abriendo y cerrando las puertas de las habitaciones.
– Ésa es la idea. Lo fascinante de este hotel es que desde el primer día se concibe como una residencia para artistas. Estamos hablando de 1883. Es un lugar que es mítico no sólo por Dylan, Cohen, Warhol y Janis Joplin, sino que ya viene de los tiempos de Mark Twain y compañía. Es impresionante que se haga algo así para crear nuevas olas de arte norteamericano.
– Ahí emerge un personaje fundamental, que es Stanley Bard, su propietario durante años.
– Claro. Bard es el que compra el hotel durante la 'Gran Depresión' y luego pasa al hijo y al nieto. Y Stanley era un personaje. Conocí a a gente que había estado ahí en los noventa y ya me explicaron que era un pieza de mucho cuidado.
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– ¿En qué sentido?
– Mis amigos le dejaron en la caja fuerte un dinero que desapareció. Y el tal Bard les dijo que esa noche había habido un robo y que se podían quedar en el hotel tanto tiempo como quisieran. La picaresca del Chelsea era parte de la tradición.
– Su historia también está salpicada de incidentes, incendios y sucesos varios. Cómo saltarse el asesinato de Nancy Spungen...
– Más que un asesinato aquello fue un accidente pintado como un gran crimen del siglo. La mujer recibió un navajazo de un centímetro y medio, o sea... Vende más si dices 'crimen', 'asesinato' y 'misterio', pero en realidad son dos yonkis con cuchillos en una habitación. Entran dos y sale uno: ¿quién ha sido? Si no fueran Sid y Nancy, sino Pepe y María... El público no quiere eso, sino algo más, un misterio, un complot, alguna cosa... La realidad es mucho más sencilla.
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– El documental le da ocasión para pintar también un Nueva York desaparecido.
– Es que aquel Nueva York ya no existe desde los años ochenta. Se ha convertido poco a poco en una postal de lo que solía ser, como está pasando con todas las ciudades. Vayas a donde vayas hay H&M, Starbucks, Zara... Es lo mismo en todas partes. Nueva York era una cosa y ahora es otra.
– Habrá quien diga que ahora es más civilizado y menos peligroso.
– Era más interesante que ahora.
–El propio Chelsea corre el riesgo de convertirse en su propio parque temático, si es que no lo es ya.
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– Es que ya lo es. Nueva York en general lo es y el Chelsea en particular también. Más de lo mismo. Ya no es lo que era. Los residentes se van muriendo, hay cada vez menos y pocos con nombres destacables. Lo han convertido en un hotel de 600 dólares la noche, mínimo.
– Varios entrevistados hablan de supuestos fantasmas que pueblan el hotel y que, encima, responden el estereotipo hollywoodiense: mujeres decimonónicas que se peinan frente al espejo.
– Bueno, es que los fantasmas del título de mi película son sus antiguos huéspedes, pero la gente que se toma las cosas literalmente cree que es una película sobre lo otro. De los veinte que entrevistamos, la mitad tenía historias de apariciones, así que hice un bloque al final de la película.
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– ¿Cree que el Chelsea resurgirá o es ya una reliquia del pasado disecada?
– Va en contra de la lógica del negocio. Están cobrando a 600 dólares la noche, es difícil que surja un movimiento artístico de ahí en el futuro. Hay gente que está convencida de que van a pasar cosas y tal, pero yo creo que no.
– ¿Habría lugar para que se diera algo parecido en este mundo de pantallas, móviles y tablets?
– En Brooklyn tienes muchos edificios de antiguas fábricas que hoy en día son apartamentos, la mayoría ocupados por creadores, pero yo no veo ninguna corriente artística demoledora en ninguna ciudad que haya visitado. Veo cosas, exposiciones, esto y lo otro, pero nada del otro jueves.
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