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La historia más reciente de la musica española sería difícil de explicar sin la compañía Columbia de San Sebastián. La sociedad que creó en 1923 el donostiarra Juan Inurrieta para la fabricación y venta de discos se convirtió desde su fundación en un referente de la industria discográfica nacional. Su agresiva estrategia comercial, su política de contratos exclusivos con los principales artistas del momento y su olfato para descubrir nuevos talentos hicieron de Columbia la principal discográfica española. El centenario de su fundación es una buena excusa para hacer un repaso de una historia no demasiado conocida.
Los donostiarras que peinan canas recordarán aún la fábrica de discos Columbia que se levantaba en terrenos del barrio del Antiguo. El inmueble era el estandarte de una empresa que había fundado el 30 de agosto de 1923 el donostiarra Juan Inurrieta, un inquieto hombre de negocios que empezó a coquetear desde muy joven con las últimas tecnologías de la época para reproducir música. Inurrieta, cuya familia procedía del Goerri, vendía en su comercio de la calle Getaria «toda clase de instrumentos musicales, ediciones de obras musicales impresas, métodos de música impresa, pianos, pianolas, gramófonos, máquinas parlantes, armoniums y catálogos ilustrados», según se puede leer en un anuncio de prensa publicado en 1913. «Estaba obsesionado con lo que llamaba 'la música enlatada'», resume Jaione Landaberea, responsable del archivo sonoro de Eresbil, que ha realizado una estimable recopilación de información sobre la historia de la compañía Columbia que se puede encontrar en la web de la institución y que es la principal fuente de la que se nutren estas líneas.
Inurrieta no tardó en darse cuenta del enorme potencial que atesoraban los discos, que entonces eran aún piezas exclusivas al alcance de un reducido grupo de adinerados. Pronto incorporó a los fondos de su negocio los discos que el industrial Salustiano Loinaz producía en su fábrica de Pasaia bajo la licencia de la compañía francesa Pathé Frères. Consciente la necesidad de imprimir un sello local a la incipiente industria discográfica, financia en 1912 un viaje a Berlín de varios integrantes del Orfeón Donostiarra, entre ellos Secundino Esnaola, para grabar una serie de discos con canciones vascas. La publicidad que le proporcionó la iniciativa y el éxito comercial que obtuvo con la venta en exclusiva de aquellos discos le convencieron de que la asunción de riesgos constituía un requisito imprescindible para salir adelante en el nuevo negocio.
Inurrieta inicia de esa forma una dinámica de contratación de artistas que sería marca de la casa durante toda su trayectoria profesional. En 1916, por ejemplo, aprovecha la presencia en San Sebastián de una famosa cupletista, la menorquina Pilar Alonso, para impresionar –grabar– con la ayuda de un ingeniero inglés varios discos que luego vendería en su comercio. Los periódicos de la época dejan entrever la agresiva política comercial del empresario, que recurría sistemáticamente a la publicidad para dar a conocer sus productos. «Son los años en los que empieza la venta a plazos, una modalidad en la que Inaurrieta fue también pionero», apunta Jaione Landaberea. En agosto de 1923 da un nuevo paso adelante con la fundación de la Columbia Graphophone Company después de haber alcanzado un acuerdo con la Columbia británica para la fabricación y distribución en exclusiva de sus discos. Ese mismo año se levanta la fábrica en terrenos de Benta-Berri y se inicia la producción de discos bajo las marcas Regal y Columbia.
El primer catálogo se publica en 1924 bajo el sello Regal y contempla ya una considerable oferta procedente de los fondos de la firma británica enriquecida con las primeras grabaciones del Orfeón Donostiarra bajo la dirección de Secundino Esnaola y otras composiciones de música vasca. «Las grabaciones –apunta la responsable del archivo de Eresbil– eran realizadas por ingenieros de sonido británicos que se desplazaban con equipos móviles por todo el territorio español. Inaurrieta se encargaba de escoger las piezas que se iban a grabar junto al director artístico de la compañía». El empresario donostiarra consiguió contratos en exclusiva con algunos de los principales artistas de la época, caso de Hipólito Lázaro, un tenor catalán que triunfó en los principales escenarios europeos y al que se consideró sucesor de Enrico Caruso.
El negocio iba viento en popa y la fábrica del Antiguo se amplió con la incorporación de cuatro nuevas plantas. Inurrieta, siempre inquieto, introdujo nuevas fórmulas con la publicación de grabaciones de figuras de las letras como Azorín, Juan Ramón Jiménez, Pío Baroja o Miguel de Unamuno en una colección que se llamó Archivo de la Palabra. También abrió la puerta a la enseñanza con la cesión de discos en préstamo a los alumnos de música, un campo que ampliaría años más tarde con la creación del sello Poliglophone para el aprendizaje de idiomas como el francés y el inglés.
La fábrica Columbia de San Sebastián se había consolidado como referencia de la nueva industria discográfica. La planta de Benta-Berri concentraba todos los procesos de producción y contaba incluso con una imprenta para las etiquetas de los discos y sus fundas, tal y como se recoge en algunos de los catálogos. También tenía el que fue probablemente el primer estudio estable de grabación de España, que se utilizaba sobre todo para la música más popular. El franquismo se valió de las instalaciones de Columbia para imprimir en ellas himnos como el 'Cara al sol' en discos que luego fueron distribuidos para su utilización en los boletines radiofónicos.
Consciente de sus limitaciones en un terreno donde la tecnología avanzaba a un ritmo frenético, Juan Inaurrieta hizo que su único hijo varón, Enrique, estudiase ingeniería con la idea de dejar en sus manos el futuro de la empresa. Tras completar su formación en España, Enrique Inaurrieta se estableció primero en Suiza y luego en Londres para familiarizarse con las últimas tecnologías del sonido. Fue en la capital británica donde Enrique tomó contacto con la compañía Decca, una circunstancia que abriría la puerta a la firma de un acuerdo que fue decisivo para la ampliación del catálogo y la expansión de la empresa familiar a partir de la década de los cuarenta.
Enrique asumió la responsabilidad de las grabaciones tanto en el nuevo edificio de San Sebastián que se levantó después de la guerra –situado frente al anterior– como en Madrid, donde se llevaban a cabo las producciones más complejas. Además de asociarse a las principales figuras musicales de la época, el sello Columbia se caracterizó por la perfección técnica de sus grabaciones. «Los discos de zarzuelas que grabó Enrique Inurrieta en el teatro Monumental de Madrid con Ataúlfo Argenta son equiparables en calidad a los de la Deutsche Grammophon», tercia Jaione Landaberea.
Discos Columbia trasladó en 1957 su sede social a Madrid, pero la fábrica de San Sebastián todavía siguió funcionando a pleno ritmo durante un par de décadas más. La muerte en 1958 de Juan Inurrieta dejó la empresa en manos de su hijo, que enriqueció de forma extraordinaria el catálogo de la compañía. El olfato para descubrir nuevos talentos que sin duda heredó de su padre le llevó a conseguir que futuras estrellas como Julio Iglesias, Sara Montiel o Los Bravos firmasen sus primeros discos con el sello Columbia. El éxito de Julio Iglesias hizo incluso que Columbia montase una fábrica en Miami junto a unos socios cubanos. Sin embargo, el negocio no prosperó y el intérprete madrileño terminó fichando por CBS.
En cualquier caso, se trata de la época dorada de la discográfica, que mantuvo su hegemonía en el mercado español hasta bien entrados los setenta. La irrupción de nuevos formatos musicales como el CD removió los cimientos de la industria en los ochenta. Columbia, que ya había cerrado su fábrica de San Sebastián a formar parte de la compañia RCA, que a su vez terminó integrándose en Sony al cabo de los años. Fue el final de una extraordinaria aventura empresarial y artística de la que afortunadamente queda un rico legado en forma de grabaciones. Eresbil ha recuperado una parte importante de ellas y conserva en su archivo más de 8.000 discos del sello donostiarra.
Enrique Inaurrieta fue la figura central de la Columbia donostiarra durante su época de esplendor. A su sólida formación técnica unía un instinto comercial que le reportó éxitos como el de 'La Vaca Lechera', una canción que sonó hasta en el último rincón del país y que fue récord de ventas de la compañía. También tenía olfato para descubir nuevos valores y sacó a la luz, además de a Julio Iglesias, a grupos como Los Canarios o Pop Tops. Mantuvo hasta el fin de sus días sus contactos con la industria musical de Londres y le gustaba asistir a las grabaciones de grupos entonces emergentes como los Rolling. Columbia consiguió de su mano un acuerdo para distribuir en exclusiva en España los discos Decca.
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