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Una blanca luz cenital iluminaba el centro del escenario. En medio de la suave nebulosa se ubicaban un gran piano y dos guitarras acústicas. Donostia cerraba la gira europea de Rufus Wainwright con un show que defendió la grandiosidad de la ópera, la cercanía del ... bar, los anuncios promocionales, los ocurrentes interludios y las melodías dramáticas sobre fondo pop y folk.
Con la habitual chaqueta de brillos, vaqueros y un mostacho de motero apareció raudo Wainwright a interpretar el elevado calentamiento (voces en la estratosfera, rápidas pulsaciones) de 'Agnus Dei'. 'Montauk' sonó afectada y popera, como si a las piezas de Divine Comedy le bajaran el tempo a la mitad.
Y luego llegó lo de la guitarra. Un divertimento personal, espero. O «un acercamiento de la ópera a la gente más joven», como nos contó el autor. Sus rasgados empezaron trastabillados en el 'Sanssouci' de palaciego título. Le salvaron las ocurrencias que ofreció para justificar olvidos y despistes. «Es que me lío porque estoy pensando todo el rato en la comida vasca» y el posterior «este micrófono necesita viagra» cuando el pie del mismo se caía constantemente van directos al podio de lamentos y cumplidos.
'He Loved' tuvo mejor suerte en su ataque folk mientras 'Peaceful Afternoon' ganaba brío. Nos felicitó el Gay Pride con la ensoñadora 'Gay Messiah' y una salerosa narración -estos norteamericanos llevan la venta en el ADN- sobre éxitos de crítica y fracasos de público anunció la excelente 'Old Song' al piano.
'Ready for Battle' y 'Poses' fueron otros momentos especialmente reseñables. La primera arribó tristona, con un arrebatador estribillo, gotas de country y unos tonos que llegaban a lo alto del rascacielos. La segunda fue todo lo que siempre nos ha enamorado de Wainwright: emocionante, lenta, diversa, con regusto a obra eterna. Cuánto gana Wainwright Jr cuando no es tan directo en sus creaciones…
Peor suerte corrieron los homenajes a Leonard Cohen, quien sabe si entrenados en las reuniones familiares (la hija de Cohen es la madre de la hija de Rufus). Al cantor se le vio más cómodo en la explosiva 'Hallelujah' que en la guitarrera 'So Long, Marianne'.
Una anécdota sobre la interpretación del 'Father And Son' de su padre Loudon Wainwright III dio pie a la respuesta de su hijo, la bella 'Dinner At Eight'. 'Cigarettes and Chocolate Milk', oda a las adicciones sutiles, tuvo los arrestos de llegar juguetona y radiante como ella sola. Dedicando a Kamala Harris ese esperanzador 'Going To A Town' que repite la frase 'So tired of you, América' Rufus se quemó los dedos con el juego de los bises. El auditorio encendió sus luces y la gente se dirigió a los pasillos cuando el autor volvió para atacar la última canción de su lista, la maravillosa versión de Jean Renoir 'La Complainte De La Butte'.
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