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Tras partir de su Pamplona natal con una beca de la Diputación Foral, Maite Menéndez llevaba tres años estudiando en Bruselas y persiguiendo el sueño de convertirse en violinista profesional. Eran los primeros meses de 1982 cuando salieron las oposiciones para la nueva 'Orquesta de Euskal-Herria' y no dudó en coger un avión para venir a probar suerte. De entre los 47 intérpretes que se presentaron al tercer concurso, Maite fue una de los 9 candidatos seleccionados. Hoy han pasado 40 años desde que puso su firma en aquel contrato. Cuatro décadas de música, vida e historia que la actual Euskadiko Orkestra celebra a través de quienes la forman: sus músicos.
A las cinco de la tarde de un 5 de abril de 1982, el Maestro Jordá elevó su batuta en uno de los salones del Palacio Miramar para dar comienzo a 'Los Preludios' de Franz Liszt. «No pude estar en aquel primer ensayo», cuenta Maite, «tuve que volver a Bruselas a terminar mis estudios, así que me guardaron la plaza». Sin embargo, quienes sí estuvieron recuerdan que la mayor dificultad de aquella jornada no estaba tanto en las partituras como en los intentos por armonizar a un grupo de tan distintas procedencias. La violista polaca Monika Mazur es hoy reflejo de aquel espíritu internacional que caracterizaba a la orquesta en sus primeros años y que aún mantiene. «La decisión de venir fue complicada porque soy madre y no dominaba el castellano. De hecho, ¡no era consciente de que se hablaba euskera!», dice. Reconoce que siempre se ha sentido «muy bienvenida aquí y, al fin y al cabo, nuestra profesión es muy internacional y muchas expresiones musicales son en italiano, francés o alemán».
De vuelta al pasado, las crónicas de aquel primer ejercicio del año 82 cuentan que la previsión presupuestaria era de 220 millones de pesetas, de las cuales un millón y medio se destinó al desembolso del primer instrumento propio que adquirió la orquesta: un arpa Salvi. Con tan solo 26 años, el salmantino Iván Bragado es quien actualmente ocupa ese puesto desde su ingreso en diciembre de 2020. «La vacante salió en pleno confinamiento y temí que se cancelara. Mi debut con Euskadiko Orkestra fue en un concierto en San Juan de Luz, allí fue la primera vez que vi a mis compañeros, aunque con mascarillas», relata.
Cuando Maite se incorporó tras su etapa en Bruselas, la orquesta empezó a rodar frente al público con un primer concierto en Irun, en la iglesia de Nuestra Señora del Juncal, «un día de San Juan en el que abrimos con la 'Sinfonía nº 8' de Schubert». «Aquellas primeras salidas eran muy graciosas», recuerda, «íbamos a bastantes pueblos y la acogida era espectacular. Para muchos ciudadanos era la primera vez que veían una orquesta sinfónica, así que nos agasajaban y nos invitaban a cenar en sociedades gastronómicas. Terminábamos tarde y al día siguiente ya estábamos ensayando de nuevo». Aunque esa sensación de grandiosidad que se percibía desde fuera, no era tal. «De hecho era una orquesta bastante pequeña. En la primera foto que nos sacamos en San Telmo, animamos a un montador que había por allí a posar con un contrabajo para hacer bulto», reconoce entre risas. Para Maite era muy significativo la cantidad de músicos extranjeros que había, «ahora mismo, en la sección de violines primeros, de 16 que hay nueve somos vascos».
Maite Menéndez
Violín
«Servir de estímulo y plataforma a los intérpretes vascos» rezaba en los 16 folios mecanografiados de la carta de fundación. Y así ha sido. «En aquella época no era lo habitual estudiar fuera, como lo es ahora. Hoy hay más oportunidad de tocar en orquestas jóvenes como la EIJO o la EGO, por lo que, cuando llegan aquí, lo hacen con mucho nivel y experiencia», cuenta Maite.
Iván es un ejemplo de los pocos que alcanzan a lograr un atril en una orquesta profesional. «Desde siempre tenía muy claro que quería un trabajo así. Me gustaba la idea de ocupar mi parcelita con mi arpa rodeado de grandes músicos». Un éxito que es compartido con una orquesta que ofrece la oportunidad a nuevos talentos de desarrollarse junto a intérpretes internacionales, directores de élite y nuevas fronteras. «Tocar la 'Cuarta' de Mahler con Bychkov fue como un punto de inflexión para mí».
Y es que, en estos últimos años, Euskadiko Orkestra ha realizado giras con parada en importantes salas europeas como el Konzerthaus de Berlín, la Biennale de Venecia, el Herkulessaal de Múnich, el Théâtre des Champs-Élysées de París o la sala Cemal Reşit Rey de Estambul. Maite conserva en la memoria dos conciertos con especial cariño, uno en el Teatro de la Ópera de Versalles en 2013 junto al Ballet Malandain de Biarritz. «Hicimos 'Cenicienta' de Prokófiev y me resultó mágico estar en aquel lugar con aquella música que me ponía los pelos de punta... Parecía que iba a aparecer Luis XVI de un momento a otro». El segundo, fue más personal, «porque vino mi hija a tocar con nosotros a París y compartimos el mismo atril. Ella, con cuatro añitos, ya se dibujaba tocando en la orquesta con su ama. Era un sueño que teníamos y lo cumplimos».
Iván Bragado
Arpa
De estos cuarenta años, probablemente, los dos últimos han sido los más difíciles. Las cancelaciones, la dificultad para viajar al extranjero, las restricciones de aforo, los ensayos con mascarilla y distancias... Sin embargo, la pandemia no les frenó.
Euskadiko Orkestra fue la primera orquesta en España en ponerse en marcha tras el confinamiento. «No tuvimos mucho descanso», rememora Monika. «En mayo de 2020 ya estábamos ensayando con mascarilla y preparando grabaciones. La peor parte fue no saber qué iba a ser de nosotros, porque la cultura era de las grandes perjudicadas con la crisis. Y no solo por la financiación, también por los cambios de hábito de la gente a la hora de asistir a los conciertos». «Además, empezamos a doblar los programas para que todos los abonados pudieran escucharnos», añade Maite.
Monika Mazur
Violista
Una delicada situación que no ha impedido desarrollar novedosos proyectos de carácter pedagógico y educativo para los más pequeños como 'Musika Gela', 'Euskadiko Orkestra Cirkus' o 'Living Room Music'. Pero también dar continuidad a producciones de carácter 'crossover' con artistas de géneros alejados del sinfónico como Benito Lertxundi, Golden Apple Quartet, Michel Camilo, Emilio Aragón, Kepa Junkera, Mike Oldfield, Ken Zazpi, Dr. Deseo, Zea Mays, Huntza e Izaro. El pasado otoño fue el turno de Kalakan, con quienes grabaron un disco y realizaron una gira para alcanzar a nuevos públicos y eliminar el estigma que aún tiene la música clásica.
«Es una iniciativa muy inteligente y a nosotros nos enriquece mucho ver la música desde otras perspectivas», opina Iván. «Lo veo como aire fresco», coincide Maite, «cuántas veces me habrán dicho 'es que yo no entiendo' y yo contesto 'no hay que entender, hay que escuchar y dejarse llevar'». Monika considera que existe «cierto miedo» a escuchar música clásica que hace que «algunos no quieran probar. Nosotros todo lo que hacemos es para su imaginación». La que vuela a través de las escenas del cine y la televisión, donde Euskadiko Orkestra ha representado un papel protagonista en los últimos años. Junto a compositores como Fernando Velázquez o Alberto Iglesias, suenan en bandas sonoras de películas como 'Lo imposible', 'Un monstruo viene a verme', 'Inmersión', 'Ocho apellidos vascos', 'Patria' y la más reciente 'Maixabel'.
Maite, Iván y Monika ofrecen tres miradas a la orquesta que les acogió en los diferentes momentos que ha vivido en sus cuarenta años. El reflejo que brilla dentro de un importante capítulo de la historia de la música en Euskadi.
Solo unos pocos llegan a la élite, a poder sentarse frente al atril de una orquesta sinfónica. Detrás de ese atril hay «todas las horas de estudio del mundo, infinitas». La violinista Maite Menéndez reconoce que en esta profesión no valen tanto los títulos o los premios para conseguir trabajo, porque «a la hora de la verdad te dicen 'toca', y ahí es donde te la juegas. No hay segundas oportunidades». Su compañera Monika, violista polaca, menciona el estrés de «estar en una prueba con otras cien personas y tan solo tener 40 segundos para demostrar de lo que eres capaz. Si a la segunda nota no gustas al jurado, adiós».
No hay un momento en que pueda decirse que ya esté todo aprendido. Siempre hay algo por conocer o mejorar, y eso implica que el músico no piense nunca en la jubilación. A Maite le queda un año de contrato en Euskadiko Orkestra. «Para mí es una pasión y de la pasión no te puedes jubilar», dice. «Otra cosa diferente es que me retire del trabajo en orquesta y me dedique a hacer música en formaciones más pequeñas o de otra manera». Aunque ya pasen las horas de estudio en casa y los viajes en autobús, «me siento una privilegiada».
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