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Una foto de Debbie Harry con Nueva York al fondo.

Debbie Harry, la Marilyn del rock cumple 75 años

Debbie Harry cuenta en sus memorias sus inicios en una Nueva York sucia y brillante en lo musical y la vida de Blondie, el grupo de 'Call Me' y 'Dreaming'

iñaki esteban

Martes, 25 de agosto 2020, 08:13

El glamour estaba en otro sitio, lejos de Nueva York. La ciudad de los rascacielos era también, en la década de los setenta, la de las ruinas de los edificios bajos y los barrios a los que no iban los taxistas. Times Square estaba ocupado ... por prostitutas y traficantes; Central Park, por atracadores.

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«En el verano de 1975 hubo una huelga de basuras. Nueva York estaba a punto de declararse en bancarrota. Toneladas de basura se pudrían al sol y la ciudad apestaba. Los niños hacían arder montañas de basura y luego abrían las bocas de incendios para que los desechos corriesen calle abajo», escribe Debbie Harry, la cantante de Blondie, en su autobiografía 'De cara', que acaba de salir en español (Libros Cúpula).

Esta vez sí, entre la basura estaban los diamantes, grupos de rock que daban sus primeros pasos y que hoy son mitos musicales, como Ramones, Television y Talking Heads. A Blondie no le fue mal ese verano. Tocaron con esas bandas a cambio de las cervezas en un local del Bowery, el CBGB, en el que ya pisaba fuerte Patti Smith.

Lo había abierto un grandullón hippy con camisa a cuadros, Hilly Kristal, que había crecido en una granja de pollos y al que gustaba el country. Pero también pensaba que tenía que dejar que se expresaran «los chicos de la calle».

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En sus memorias, Harry recuerda el tufo del local como una mezcla «acre de cerveza rancia, humo de cigarrillos, olor corporal y mierda de perro». Lo último se debía a que la mascota de Kristal se paseaba libremente por el garito y a que nadie le sacaba a hacer sus necesidades.

El grupo BLondie.

La cantante de Blondie era entonces una joven de Nueva Jersey que desde niña supo que la habían adoptado y que tenía la fantasía de ser hija de Marilyn Monroe. A pesar del declive neoyorquino, siempre tuvo claro que aquellas calles de perdición eran el lugar idóneo para llegar a ser una estrella del rock. Y acertó.

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Dedicado a las «chicas de los bajos fondos», la autobiografía se inicia con el relato de una infancia sin sobresaltos en la que su pediatra avisó a sus padres: «Tened cuidado con esta, tiene una mirada arrolladora». Aquella frase sirvió de resorte para que Harry, que ha cumplido 75 años en julio, compusiera tiempo después 'Pretty Baby', tema incluido en uno de los discos más perdurables de Blondie, 'Parallel Lines', publicado en 1978. Contiene doce canciones de las que seis fueron singles. Entre ellos, 'Heart of Glass', con un sonido disco que metió al grupo en las pistas de baile de todo el mundo.

Se graduó en Arte, trabajó en un almacén de productos del hogar, en la BBC de Nueva York como secretaria, también probó la peluquería y como todo el mundo sabe ofició como 'conejita' -nada que ver con la prostitución- en el club Playboy. Más importante fue su paso como camarera por el Max's Kansas City. En aquel restaurante conoció a Warhol y a toda su corte, actrices o algo así como Ultraviolet -que había sido amante de Dalí-, Viva y Candy Darling, despampanante artista escénica transgénero y una de las protagonistas de 'Take a Walk on the Wild Side' de Lou Reed.

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Harry era consciente de su atractivo y en sus memorias habla de sexo sin inhibirse. El entonces decrépito Lower East Side, hoy pasto de turistas aunque siga conservando algo de los viejos tiempos, fue su hogar. Le fascinaban los New York Dolls, el auténtico protopunk, pero antes acudió a un concierto de Janis Joplin.

Precisamente el libro explica muy bien el cambio entre el pelo largo de los hippies y el corto de los punks a través de su novio y del guitarrista con el que formó el alma de Blondie, Chris Stein. Le conoció con melena, sombra de ojos y olor a pachuli.

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La gira con Iggy Pop

Cuando quisieron dar una imagen a la banda fueron a las tiendas de segunda mano y los chicos eligieron trajes negros, camisa blanca y corbata también negra, con zapatillas hasta el tobillo. Estaba naciendo otra modernidad.

Hay pasajes en la autobiografía que cualquier aficionado al rock leerá sin perder detalle. Como su primera gira en serio, en 1977, en la que compartían cartel con Iggy Pop, que acababa de sacar el álbum 'The Idiot'. En la banda de La Iguana tocaba los teclados uno de sus mejores amigos, David Bowie, entonces ya una de las grandes estrellas a la que sin embargo no le importaba pasar una temporada interpretando un papel secundario. Ambos le decían: «Aprovecha más el escenario, muévete de un lado para otro». Porque es verdad que, aunque su imagen y su voz fueran impecables, a la hora de moverse pecaba de estática.

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En los inicios precarios de la banda, una persona sostenía durante algunos conciertos el único foco del que disponían. En muy pocos años alumbraron una lista de éxitos globales de vértigo. Canciones como 'One Way or Another', 'Call Me' o 'Dreaming' están en el repertorio mental de millones de personas. Vendieron unos 50 millones de discos. Se separaron en 1982, volvieron en 1988 y a finales de la década de los noventa sacaron el hit 'Maria'.

Convertida en una de las efigies más carismáticas del rock, Harry y su grupo se sumaron a la ola de los festivales y actuó en el Azkena Rock de Vitoria de 2014 con Chris Stein al lado. Al escenario salió el mito rubio del último tercio del siglo XX, la hija punk de Marilyn Monroe.

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